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El escritor - Fictograma
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El escritor

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Ryzecz

Publicado el 2025-09-06 02:29:01 | Vistas 391
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El escritor acababa de terminar su último relato. Fatigado pero satisfecho, se levantó de su vieja silla y se dirigió hacia la escalera, llamándola a gritos, hasta que finalmente le respondió: «Ahora voy».
En ese instante, el escritor sostuvo su relato entre las manos y lo observó. Quince años de esfuerzo y dedicación se habían volcado en esas páginas. Cada palabra, cada frase, era el resultado de su trabajo incansable, de su amor por las letras. La prosa, cuidadosamente elaborada, había sido pensada para transportar al lector a un mundo mágico, a un universo hecho de tinta y sueños.
Era su mejor relato. En dos meses, recibiría la llamada de una editorial. Su libro se vendería por miles, por millones. Viajaría por todos los rincones del mundo, recitando los capítulos de su obra maestra. Lo compararían con los grandes de la literatura: Kafka, Dostoievski, Dante.. . Su obra cambiaría la forma de ver el mundo, como solo las grandes obras logran hacer. O al menos, eso pensaba el joven escritor.
Finalmente, ella entró en el cuarto. El escritor, lleno de esperanza, levantó los brazos y señaló la vieja libreta en la que había escrito su historia a lo largo de los años. Ella se acercó, tomó el libro y comenzó a leer. El escritor nunca había temido tanto como en ese momento. Sabía que su crítica era vital para la obra, pues ella había sido una de las mejores escritoras del país hace algún tiempo, aunque tristemente olvidada por las masas. Pues, la gente al fin y al cabo, olvida más rápido de lo que recuerda.
Mientras ella leía las primeras páginas, el escritor comenzó a sudar. Sus manos se pegaron a la mesa, mientras su mirada se fijó en el rostro de ella. Ella frunció el ceño, hizo muecas de desconcierto, y de pronto, tomó un bolígrafo rojo. Con precisión implacable, empezó a corregir, a tachar. El estilo narrativo, tan delicado y poético, se transformó en un formato simple, de bestseller, carente de profundidad. Los personajes, antes complejos y llenos de matices, se volvieron planos, previsibles. El elegante color negro de la máquina de escribir se tiñó de un rojo punzante.
Ella no pudo leer más allá del segundo capítulo. Se levantó, visiblemente alegre, y salió de la habitación, quitándose un peso de encima y cerrando la puerta detrás de sí. El escritor se quedó allí, contemplando sus hojas, su obra, ahora irreconocible. Su esfuerzo, que durante tantos años había sido su orgullo, había sido desmoronado en un instante. Las páginas comenzaron a empaparse, como si el propio dolor del escritor las estuviera corroyendo. Aquella obra ya no servía para nada.
Su obra maestra había sido aniquilada. Había dedicado quince años de su vida a escribirla, quince años sin salir de casa, sin relacionarse con nadie.La obra había crecido en aislamiento, lejos del mundo real, de las voces que pudieran darle otro punto de vista.
El escritor se llenó de dudas ¿Qué había hecho mal? ¿Realmente el relato era tan malo? ¿O tan bueno? ¿Qué haría ahora? Todas estas preguntas resonaron como un eco en su cabeza. Sin embargo, por cada pregunta que se hacía, el cuarto empequeñecía. Las cansadas paredes amenazaron con aplastarle. Intentó dejar de hacerse preguntas, pero no podía. De repente, sin pensarlo, llegaban más y más. El cuarto ya era tan pequeño como una ratonera.
Dentro de la desesperación y devastado, el escritor tomó las hojas de su relato y, en un impulso irracional, decidió tragarlas. Cada página, cada palabra, bajaba por su garganta con dificultad, produciendo un dolor en su estómago. Había perdido su obra, aquella creación que había sido el centro de su vida. En ese instante, ya no encontraba ningún otro sentido en su existencia.
Irónicamente, el relato al que él le dio vida, había arrebatado la suya.


4.8 (4)
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Ryzecz 2025-09-07 01:53:54

Me alegro de que te haya gustado el relato. El objetivo de esta parábola era hacer al lector pensar, claro está que hay una exageración, pero el sentimiento de "fracaso" en la escritura es muy peligroso, o sino que se lo digan a Herman Melville o a Franz Kafka. A su vez, lo que señalas en la crítica era un mensaje que quería dejar: "Se levantó, visiblemente alegre" ¿y es que no hay muchas veces que dejamos que el ego o la envidia nos nieblen? Ambos son sentimientos muy fuertes, y ambos están representandos en la narración, pues el protagonista perfectamente podría haber llevado su "gran historia" a cualquier editorial (mas no aceptaba el daño que había sufrido su ego, y por ende cayó en desesperación). Es todo esto lo que de verdad me ha llevado a publicar este cuento aquí, el hecho de que el lector deba de pensar y decida el significado de cada cosa (puesto que incluso un autor se pueda sentir identificado y se pueda arrepentir de como actúa ante los fracasos).

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Barros 2025-09-06 19:45:34

Este escritor a tiempo completo poseía, en igual medida, un ego gigantesco, tanto de ponerse al nivel de un Dostoievski o un Dante, como una fragilidad e inseguridad abismal, tanto de saludar este mundo ingiriendo una considerable cantidad de celulosa que, por lo visto, era además tóxica. Me explico: Pasó 15 años de su vida escribiendo una novela, en la cual, al menos, habría logrado escribir un par de metáforas bien logradas que podría haber presentado a diversos críticos y no dejar todo su gigantesco sueño en manos de una escritora famosa en su momento, pero ahora más olvidada que Toribio el náufrago. ¿Quién puede decir que ella pulverizó la novela por simple envidia, porque vio ahí algo bueno? En todo caso, tu texto me pareció interesante, porque tiene plena vigencia, sobre todo en una página donde jugamos con la palabra escrita y donde muchos ponen grandes esperanzas en sus escritos; no al nivel de tu personaje, pero la esencia va por ahí, y una crítica, una opinión demasiado sincera o equivocada, puede producir más de un dolor de muelas en egos demasiado sensibles.

Avatar de Kimo
Kimo 2025-09-06 10:39:11

El golpe de la realidad para los escritores suele ser siempre doloroso.