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¿Dónde están ahora?

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Meg-Elison

Publicado el 2025-09-16 13:07:33 | Vistas 279
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No me morí cuando caí en aquel río de caramelo, ¿sabes?

Aquella chica mala tampoco murió cuando se sumergió en el chorro de agua de aquel inodoro de utilería. Tampoco la otra, la que comió tanta gelatina que hubo que llevársela rodando por el escenario para que vaciara el estómago. Creo que ha batido el récord de glucosa más alta, pero sigue viva. A veces, nos escribimos.

El que fue alcanzado por el rayo empequeñecedor vive todavía en la fábrica. Lo instalaron en una de esas villas navideñas de miniatura, en donde monta su propio show del “Cuento de Navidad”, que, para ser sinceros, está bastante calcado del protagonizado por Patrick Stewart, el de Star Trek. Como mide diez centímetros, le va sin problemas. Vive solo en una posada de cerámica y ve películas en un iPhone que le ilumina todo el salón. No creo que haga mucho dinero de enero a noviembre.

El que ganó, el que al final se quedó con la Fábrica, porque su padre se coló en la sala secreta de cacao en polvo, la verdad, es un cretino. Nadie que se haga rico tan joven sale bien librado con tanto dinero. Aunque empezó desde abajo, ahora que es director ejecutivo piensa que los pobres son unos vagos. Solo trae niños cuando quiere sangre nueva para clavársela en sus venas.

No nos hablamos.

En fin, me sorprendió descubrir que todos en internet creen que he muerto. Bueno, tengo que aclarar que tal cosa hubiese representado una demanda en los tribunales. Es cierto que la autorización que firmaron nuestros padres decía que tendrían que ir a un arbitraje en lugar de un juicio si las cosas salían mal, pero un arreglo extrajudicial les habría sido más caro.

Puede que yo sea un gordo, pero he sido el hijo favorito de mi madre. Es increíble lo que lees sobre ti, especialmente toda esa basura que la gente proyecta sobre tu persona. Aparentemente, me comí a mi padre, estoy muerto y mi cuerpo fue troceado para elaborar caramelos. Es como “La jungla” del escritor Sinclair, pero en formato Disney para adultos.

Nadie murió en la tan publicitada y misteriosa Fábrica de Chocolate. Por Dios, había cámaras por todos lados. ¿Te imaginas el circo que se hubiese montado si habríamos muerto? Yo fui el primero en salir. A ver, la forma en que lo editaron y cómo lo convirtieron en una comedia tragicómica, solo reforzó mi postura de que tomé la decisión correcta.

Aquel fue un día miserable de principio a fin. Nos obligaron a esperar afuera, durante horas, incluso siendo los ganadores. Tuvimos que quedarnos allí, con todo ese gentío filmándonos y haciéndonos preguntas capciosas. Fui el único niño gordo en ganarse ese viaje a la Fabrica de Chocolate. Adivina de qué iban la mayoría de las bromas.

Mi madre me obligó a usar una especie de faja debajo de la ropa, básicamente un faja de spanx pero para niños. ¡Tenía nueve años! Dijo que me haría ver mejor en cámara. Querida madre, he visto las grabaciones. Siempre salí gordo, peor aún, me veía incomodo. Porque lo estaba.

La Fábrica me pareció un lugar absurdo. Esperaba verla hecha de acero inoxidable y overoles de papel. Pero Él, con sus caprichos, exigió que ésta fuera limpia y moderna. Todos los que trabajaban allí evitaban las cámaras, usaban mascarillas y no hacían contacto visual. Después se supo que eran todos inmigrantes ilegales, traídos de no sé qué isla. Sentí pena por ellos, pero era demasiado pequeño para darme cuenta y entenderlo.

Lo que sí entendí fue que cada cámara debía captarnos haciendo algo gracioso o estúpido, porque, ya sabes, los niños nos prestamos con facilidad para ello. Vigilaban a la niña rica y al niño del iPad, ya que tenían la pinta de ser apuestas seguras. Pero cuando ese sádico nos dejó sueltos en aquel entorno comestible, todas las miradas se posaron en mí.

¡Nos comíamos el escenario! Los niños amamos los dulces y adoramos los lugares donde no existen reglas. Creo que otro grupo de niños se habría portado con timidez, por lo que siempre he creído que nosotros los concursantes no fuimos elegidos al azar.

Ninguno de nosotros era tímido. Ninguno tenía discapacidades, ni siquiera frenillos. Éramos como el elenco de un reality show: opuestos entre nosotros, con opiniones marcadas, lo bastante diferentes como para destacar, y, sobre todo, todos niños blancos y adorables. No pudo haber sido una casualidad.

Tampoco fue una casualidad que yo fuera el primero en salir.

La niña rica se daba un festín con un gusano de goma tan grande como el largo de su brazo. Aquella futura de bola de gelatina había descubierto que si sacudías las ramas de los árboles, llovían gotas de chocolate recubiertas de caramelo. El niño chillón que empequeñecieron literalmente comía del suelo de tierra al darse cuenta de que era de pastel. Pero el pequeño cretino que ganó el concurso, lo único que hizo fue sentarse al lado de su padre y beber chocolate de unas flores de cera amarilla.

A ver, no digo que todo estuviera arreglado. Pero algo olía mal desde el principio.

Yo no quería comer frente a las cámaras. Mi madre y yo discutimos acerca de ello antes de salir de casa. Odiaba que la gente me viera comer y odié que mi madre me convirtiera en un espectáculo. ¡Aquí está ”El Salchichón de Viena”! La gente venía de lejos para verme ganar concursos de comida en bares; en sus fotos y vídeos siempre salía con mejillas regordetas, masticando. Cómo lo detestaba.

Así que, cuando todas las cámaras giraron hacia mí para verme hacer algo típico de un niño gordo, como lamer el papel tapiz, me di cuenta de qué iba esto. Fingí beber del río de caramelo y después “tropecé”. El quedarme atascado en las tuberías fue lo peor. Pero al menos, cuando me sacaron, nadie me vio.

Me quité aquella faja que me hacía ver como una salchicha, me di una ducha antes del vuelo de regreso, y no volví a los concursos de comida. Creo que mi madre extrañaba ese tipo de atención; se calló porque la Fábrica le dio dinero.

También a mí me mantuvo callado. Hasta ahora.

Hoy me di cuenta de que el nuevo dueño de la Fábrica ha nombrado su show como el “Desafío de Fitness para Niños” con mi nombre.

Nene, ahora voy por él.







Fuente: Lightspeed Magazinehttps://www.lightspeedmagazine.com/fiction/where-are-they-now/


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