Vesta

Acaeció la tormenta súbitamente, y Amelia se encontraba todavía muy lejos de su hogar. Desesperada por resguardarse de la lluvia, no tuvo mejor idea que meterse en la gran mansión abandonada, ubicada a las afueras del vecindario, cerca del cementerio. En ese instante rememoró todas las historias que adornaban la reputación de aquel recinto. Le habían contado desde siempre que el fantasma aparecía para, usando su fuego espectral, reducir tu alma a cenizas. Pero ella pronto descubrió que todo eso eran puras supersticiones sin fundamento, pues cuando apareció, el fantasma no resultó hostil en lo absoluto y hasta compartió su fuego de ultratumba. Este propiciaba una calidez casi hogareña, y le permitió pasar la noche con tranquilidad.