fictograma

Un cosmos de palabras y ficción

239.447 Vistas
Un Fragmento sin estructura: Capítulo 6 - Fictograma
reflexion

Un Fragmento sin estructura: Capítulo 6

Avatar de K_Lepónce

K_Lepónce

Publicado el 2025-06-10 00:25:29 | Vistas 120
68477b79ea67f_Picsart_25-06-09_20-14-44-517.jpg
Comparte en redes sociales
“Antes me aterraba la idea de la muerte. Ahora la veo al otro lado de mí espejo; esperando asecharme cuando me duerma, cuando vuelva a aquel suceso. Dispuesto a desenterrarme para enterrarme de nuevo.”

Sábado, 09:45 A.M; Día amanecido. Departamento de tres noches en la Tercera Avenida, después del hospital.

Abro los ojos con un sabor amargo en la boca. Todo huele distinto.
Llovizna con furia sobre las calles del pueblo fantasma.
Aún no sé cuál será mi plan, solo que hay algo que pesa como un yunque en el pecho.
Las indicaciones que me dieron en el hospital me sirvieron... más o menos.

Abro la puerta del departamento básico que pague ayer. La cierro detrás de mí, pero de pronto el gerente me interpela:

—Jovencito… sé que ha pasado por cosas. Y no es el único —Se reserva una pausa, como buscando las palabras exactas—. La renta no está paga. Le ofrezco unas semanas de hospedaje sin costo. O, si tiene complicaciones, puede ayudar con tareas básicas del lugar a cambio. Sería parte del pago, y también recibiría un sueldo por las horas domésticas. Sé que usted está atravesando en un duelo difícil.

Mi primer pensamiento fue negarme ante mí escéptico orgullo. Pero... creo que lo necesito.
Debo aceptar esta oferta que el señor me extiende.
Después de todo, recién he salido del hospital anoche.

—Muchas gracias, señor Carter. Acepto con gusto su oferta.

Él asiente, satisfecho y se retira.

Camino sin rumbo, pero con un objetivo nuevo: Quiero encontrar ese punto exacto donde un autobús deja de ser un simple vehículo y se convierte en un cruce de destinos.

Me detengo frente a un puestito de prensa que vende diarios viejos.
En la tapa, una imagen de rostros quemados y titulares sobre un “Señor de la Comarca” que promete descubrir la raíz de los objetos voladores redondos.
No sé si esa noticia me sirve; Quizás solo quiero despejar mí mente ante cualquier cosa.
Pero arranco la página y la guardo.
Quizás el gerente del compartimiento o algún desconocido sepan qué significa.

Miro mis manos; llenas de pequeños cortes. Como si me hubiese punzado miles de astillas. Las vendas en mí rostro; Su cicatriz que nace en mi costado u donde el acero me mordió la carne.

Y entonces, en voz baja, como si alguien escuchara desde otro plano:

—¿A dónde demonios voy?

Ahora me encuentro sentado en un banco.
El mismo banco que antes miraba con confianza, creyendo que aprendía sobre la vida y la independencia con una incredulidad enorme.

La sensación de ver a los niños jugar, de ver a la gente cruzar la calle…
Todos me parecen tan vulnerables. Frágiles en sí mismos.

Cualquier muerte podría ocurrir en este instante: un niño atropellado, un disparo casual, o esos vidrios a punto de caer. Incluso ese bebé, en brazos de la mujer del otro extremo, podría esfumarse sin aviso.

Nuestro cuerpo parece resistente a veces.
Fingimos ser invulnerables.
Pero basta un simple raspón, una esquina filosa, una mala caída.. Y te desgarras en mil pedazos.

...

¿Qué estoy diciendo?
NO, debería calmar un poco esta intrusividad.
...
Quizás exagero — O tal vez no.— Pero, debo calmarme... Mejor, debería comprar un helado.
No están tan caros .


Un par de minutos después:

Mmm... Ahora que lo pienso, el hombre que me visitó pocos días antes de que me dieran el alta en el hospital dijo que lo encontraría en la calle central del pueblo.

Parece que he ignorado su propuesta durante horas; Me desvié, o me dejé llevar.
Tal vez debería ir al centro. Debo encontrar, y saber por qué dijo la palabra deuda...

Caminé entre callejones, avenidas a la izquierda y a la derecha, hasta llegar a la calle central del pueblo, conocida como “El Redondeo”, por el hecho de tener varios puntos para tomar distintos caminos, como un círculo.

Solo observo: vecinos comunes, personas.
¿Habré llegado demasiado temprano?

Memorizando bien… cuando me levanté, llovía casi con relámpagos, y ahora, tras haber caminado solo unos minutos… ya está la puesta del sol. El clima a veces actúa extraño.

Varios minutos despues creo que al fin lo veo. Es el sujeto: Mismo abrigo — Aunque ahora con un tono más oscuro que verdoso— , pelo un semi largo, y una ligera barba. Debe ser el.

—¡Oye! —Grito desde la otra esquina mientras me acerco lentamente—. Creo recordar que me visitaste misteriosamente en el hospital. ¿Eres tú, cierto?

—Sí, soy el mismo sujeto —Responde, firme y calmado.

—Bueno… Creo que no me vino mal esa visita—Respondo sin rodeos.

Gira la cabeza hacia todos lados, demostrando lo vacía que está la calle. Un día tan mañanero para ser sábado…
Un silencio incómodo se instala durante unos segundos, una incomodidad social.. hasta que rompe con otra respuesta:

—Bueno… ¿quieres pasar un rato? —Musita. Quizás se refiere a su hogar.

—¿Por qué no?

Me guía hasta una casa modesta, apenas a dos cuadras. La entrada está flanqueada por macetas secas y una bicicleta oxidada que parece no haber sido usada en años. Abre la puerta y me invita a pasar con un gesto.
Me acerqué a la puerta, la intriga de saber quién toca la puerta en mí mente. Si no pregunto ahora, nunca voy a saber por qué dijiste eso.

Di un paso adelante, el ambiente firme y taciturno; y proseguí a adentrarme en el hogar; Hay libros apilados en rincones, y una radio encendida murmura una melodía de jazz que apenas se distingue. Se quita el abrigo y me señala el sillón.

—¿Café, té o algo más fuerte? —Pregunta con una sonrisa apenas esbozada, como si ya supiera la respuesta.

—Con café estoy bien —Respondo, dejando que mi cuerpo se hunda en el sillón como si cargara semanas sin descanso. La herida en el abdomen me provoca unas ligeras muecas de dolor. Aún no ha cicatrizado por completo.

Mientras lo prepara en la pequeña cocina al fondo, observo los cuadros en las paredes: todos giran en torno al cielo. Fotografías, pinturas, recortes. En otro fondo; Aviones, Chalecos, Insignias, Nubes, etc. Todo parece apuntar que su dedicación es de otro plano. Quizás armamento militar, o fuerza aérea.


11:02 AM – Casa del hombre desconocido. Charla con café:

Apenas se sienta, noto que vierte un chorrito de whisky en su taza de café.

—¿Siempre es así tu café? —Encuesto, sin cambiar la expresión.

—Sí. Sin vueltas —Alega dándole un sorbo con auspicia.

Adentro huele a madera húmeda y a libros amontonados. Saco la hoja arrancada del diario (“Señor de la Comarca…”), la doblo y la guardo en el bolsillo. En el silencio, empiezo:

—Vine porque dijiste “Deudas con el destino” cuando me visitaste en el hospital. Me quedé pensando, y supe que estabas por aquí.

El tipo asiente con naturalidad neutra, no parece gratamente sorprendido:

—Claro. Esperaba que me buscaras.

Le doy un trago al café y lo observo sin apresurarme. A su lado, una bicicleta oxidada se inclina contra la pared.

—¿Nos conocemos de antes? —Interrogo, apenas moviendo la ceja.

Él baja la mirada un segundo, luego la sube. Respira como si repasara un guion antiguo de hace tiempo:

—Sí. —Hace una pausa seca—. Soy quien se fue sin avisar al terminar la escuela "Rodrigo" Me... ¿Me recuerdas?

—Claro que te recuerdo. Fue algo… curioso cuando desapareciste. Nunca supimos exactamente el porque— Contesto frunciendo el ceño, como quien ubica una pieza de rompecabezas.

—No pensé que te acordaras.—Inclina la cabeza y murmura mirando el suelo—.Aquel que se fue de repente al terminar la escuela.

Un silencio cae. Me encojo de hombros sin saber qué decir:

—¿Dos años? —Balbuceo con duda.

Rodrigo levanta la vista por primera vez:

—Tal vez fueron tres. Perdí la noción del tiempo. Me alisté como soldado. Y... es por eso que me esfume. Lamento no haberles dicho.

—Claro. —Respondo sin énfasis—. Tampoco me molestó, Nunca fui muy de círculos honestamente.

Veo cómo pesa esa frase en su cara. Se Agazapa en su sillon a su vez, callado. Yo giro un poco la taza de café, sin observarlo.

—¿Y esa deuda con el destino? —Pregunto nuevamente sin dramatizar—. ¿A qué te referías?

El pone la mano en el pecho, como si tocar su propio corazón le doliera:

—Sentí que debía… bueno, saldar algo. Cuando supe de tu accidente, supe que tenía que verte.

—Mmm. —Interjecto con un sonido suave—. No hubiera importado si nunca te encontraba. Solo vine a saber qué querías decir.

Un breve silencio cuaja la habitación. Luego Rodrigo se recuesta y mira la taza vacía, suspira con una mezcla de resentimiento deprimente:

—En el cuartel vi a un amigo envuelto en polvo...  — Difiere unos segundos ladeando una sonrisa discutida.— Vi morir a dos compañeros en la milicia: Uno sepultado bajo escombros, el otro acribillado. Cuando lo toqué… su cuerpo no reaccionó. Comprendí la muerte de golpe. Creí que debía reconocer la mía, enfrentarla.

—Ujumm.— Boicoteo nuevamente con otro sonido mientras presto absoluta atención.

El, continúa, sin mirarme directamente, como si hablara con la memoria:

—En medio de eso… Empecé a recordar cuando éramos solo cuatro chicos.— Alza las cejas con una nostalgia casi discreta.— En mi momento difícil, reflexioné sobre esos mismos consejos que tu solías darnos. Fue un impulso que me salvó cuando volví de la militancia. Por eso sentí que tenía una cuenta que saldar. Quizás te sentías excluido, pero esos fragmentos, que yo ignoré durante años, me sostuvieron después.
Es por eso, que fue una Deuda silenciosa para mí...

Le da un sorbo al café con whisky. Parece quemaele la garganta pero no cambia mucho su expresión:

—Eso quería que supieras. Ya no tengo nada más.


El aire queda atrapado entre nosotros. El silencio se hace exiguo. No opino, solo comprendo. Cada uno carga con sus muertos: los visibles… y los que todavía no ocurrieron.

Termino mi vaso de un trago, guardo la hoja de recortes y Rodrigo finaliza casi aliviado:

—Entiendo lo que te refieres. En el accidente, el chofer ya estaba muerto… varios murieron. En ese instante estuve aterrorizado; jamás había sentido algo así, ni siquiera en los momentos más difíciles.
—Ahora… siento que mi propio cadáver me acecha por doquier.

—Supongo que cada uno carga con los muertos que presencia —Dice él con calma, casi como quien enuncia una verdad irrefutable.

—Je… ya comprendo —Parloteo, esbozando una risa irónica y dolorosa—. Pero no me pongas en un altar Rod. Fui incrédulo en tantas cosas. Creí que entendía… pero mírame ahora: la realidad me chocó con la misma brutalidad de ese accidente. Pensé que había muerto… o tal vez sí lo estaba.

Su expresión se concentra en mí mientras mi mente recorre esos recuerdos: El olor ahumado de la gasolina, los gritos ahogados, mi propia ignorancia.

—Ahora… siento que mi propio cadáver me acecha por doquier.

Rodrigo continúa sosteniendo esa mirada; como si en sus ojos hubiera captado una incertidumbre en el mí interior. Se recuesta un poco más en el sillón, dejando que el silencio pese un instante antes de hablar extenuante mente:

—Sé que suena sencillo, pero la realidad es que solo tenemos esto: el momento que respiramos ahora. No hay manual para volver a armar un camino predestinado  después de ver la muerte darle caza a personas; incluso si se trata de ti.

La botella vacía de whisky tintinea contra la mesa, parece haber agregado todo a la tasa de cafe. Como un metrónomo. inhala fuerte antes de lanzar sus palabras más honestas:

—Tienes dos opciones: quedarte ahí, permitiendo que ese muerto interior te ancle a la nada misma, o pararte de un salto, con la sangre todavía fría, y dar el primer paso... A mí me sirvió recordar por qué respiraba. ¿Para qué? Para sentir de nuevo ese peso en el pecho que no fuera culpa ni horror, sino la certeza de que todavía podía soñar, escribir, pelear, equivocarme… cualquier cosa. Vivir, simplemente vivir.

Se detiene, y sus ojos se clavan en mí nuevamente con una calma casi indecente, mientras escucho con atención, atrapado a todo lo que me está diciendo; cada palabra, cada expresión, todo. Realmente.. realmente ¿Tiene razón?

—No te engañare: Continuará doliendo. Vas a tambalear a cada rato; cada esquina tendrá la forma de un ataúd. Pero si de verdad quieres enterrar a ese muerto que te acecha, primero debes salir de tu propia tumba.  No eres un cadáver, eres un sobreviviente.

Suspira aliviado de soltar todo lo que tenía para decirme. Sus ojos me dejan ver que ya no hay nada que ocultar. “¡Vivír!”. Río un poco, sin alegría, pero con algo parecido al alivio. Entonces me paro, con el cuerpo más derecho de lo que lo sentí en días, y comprendo la chispa que aún necesito.

—Bueno.— Recito al fin, sin levantar la vista—. Estuvo bueno el café.

Rodrigo entiende, recostado contra el respaldo del sillón. El silencio se espesa entre nosotros tras ese consejo profundo. El reloj hace tic tac, como si exorcizara fantasmas que no se han marchado del todo.

—Sí —Murmura él, despacio—. Ya no hay deudas pendientes.

En ese instante, recuerdo a Luan con la pala al costado y la mirada de quemar el aire. Ese flash no me sorprende, me da permiso para avanzar.

—Está bien —Contesto con tono neutro—. Entonces… me voy.

Él hace un gesto mínimo, como quien entiende que ahora debo pensar solo. No hay reproches ni lágrimas falsas, solo esa pausa final que cierra un capítulo más en nuestras vidas partidas.

Me levanto del asiento, doy unos pasos y, antes de abrir la puerta, lo saludo:

—Rodrigo… gracias por no dejar que esa palabra se quedara atorada en el aire.

Me regala una media sonrisa. Antes de irme me entrega una caja con un par de cosas:
“Usá esto según lo que necesites”,
Luego, de espaldas pronuncia:

—Escucha.. Esta será mi última semana en el pueblo. Me iré a otro país.— Se reserva otro segundos, buscando las palabras eficientes.— He decidido que esta será mi última mancha. Quiero hacer cosas distintas… y ahora, en este estado, me siento más que bien para hacerlo.

—Lo entiendo...—Ladeo una sonrisa amargada mente.— Supongo que no nos volveremos a ver.

—Si ves a Nadia… o a quien sea de aquellos sujetos, salúdalos de mi parte.

—Está bien, Rod. Les daré tu merecido saludo...

Con un apretón de manos absorto a un respeto, nos despedimos. Giro el picaporte y salgo.

La calle húmeda, el eco de mis pisadas retumba en cada paso. La farola cercana se refleja en el asfalto, quebrándose en ondas. A lo lejos, un auto pasa murmurando.

Me detengo unos segundos, sintiendo el frío en las sienes. Pienso en aquel retazo de diario: “Señor de la Comarca”. Lo tomo con firmeza y lo miro: es un símbolo incompleto, un acertijo que me pertenece casi sin querer.

“¿A dónde demonios voy?”, me pregunto otra vez. Esta vez guardo la pregunta en el puño, como quien sostiene una llave. A pesar de la vibra fúnebre, sé que el camino ya no es huir del cadáver interior, sino enterrar viejas culpas y aprender a caminar con ese peso como escudo, no como rueda de molino.

Con un último vistazo al Redondeo, donde cada calle curva hacia un horizonte nuevo, sigo mi camino directo al departamento.
Llevaré conmigo la deuda saldada, la cicatriz y ese papel recortado como amuletos que me recuerdan que la vida, por frágil que sea, siempre da lugar a un paso más ¿no?
...


5.0 (1)
PDF Enlace adjunto reflexion

Más de este autor

Ilustración de R.E.P.O.X: La virgen de la humanidad

R.E.P.O.X: La virgen de la humanidad

El día comenzó sin sobresaltos. A las 06:40, Flitz Aragón ya estaba operativo, como cada jornada desde su llegada. No...

Ilustración de Un Fragmento sin estructura: Capítulo 4

Un Fragmento sin estructura: Capítulo 4

"Hey... hey, ¡hey! No te vayas, despierta. ¡HEY!"11:30 PM - Tren en dirección al Valle del Sur:Mm, parece que me...

Ilustración de Un Fragmento sin estructura: Capítulo 10

Un Fragmento sin estructura: Capítulo 10

“Antes me aterraba la idea de la muerte. Ahora la acepto como un régimen natural de la vida que aún...

Ilustración de Un Fragmento sin estructura: Capítulo 11 [EPÍLOGO FINAL]

Un Fragmento sin estructura: Capítulo 11 [EPÍLOGO FINAL]

“Y por último, pensé en mí. Lo más importante: mi propia vida. Y cómo sería yo en seis años. Solo......

Ver todas las obras
Avatar de Teresa
Teresa 2025-06-10 00:36:15

Tuve que leer la serie de capítulos para saber qué pasa. Nuestro protagonista es un muchacho lleno de dudas que vaga por caminos inciertos. ¿Ahora viaja a otro país? Me gustó esta frase: "la vida, por frágil que sea, siempre da lugar a un paso más".