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Papá salió a comprar leche

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Osahon-Ize-Iyamu

Publicado el 2025-08-18 12:00:23 | Vistas 208
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Papá salió a comprar leche y regresó con seis mordidas provocadas por los colmillos de una princesa licántropo y el título de propiedad de un condominio de lujo ubicado en el país de los hombres lobo. Nos lo contó todo durante la cena, mientras lamíamos el plato vacío desde hace horas.

—¿Qué han estado haciendo? —preguntó.

—Hoy fue mi obra de teatro en la escuela —respondí.

—¡Oh! —dijo él.

Ninguno de nosotros se molestó en añadir más.

—¿De verdad?

• • • •



Papá salió a comprar leche y dejó dos galones de leche entera en el asiento trasero. El sol abrasador de julio nos quemaba la frente mientras sacábamos las bolsas pesadas de su coche recién comprado.

Papá le guiñó un ojo a Mamá desde el asiento del conductor.

—Te dije que me haría cargo de ello.

Ella miró el recibo.

—Tega ahora toma leche de almendra.

Papá levantó una mano.

—Oh, por el amor de…


• • • •




Papá salió a comprar leche y regresó con un pergamino gigante del reino élfico y una estatua de una de esas ciudades leprechaun invisibles. Irrumpió en mi habitación mientras Mamá me ayudaba a vestirme para una fiesta de cumpleaños.

—¿Quieres probar los poderes de la estatua? Podemos hacer agujeros con fuego en las cosas.

—¡No ahora, Papá! Dijeron que el mejor vestido gana una Nintendo gratis.

Le cerramos la puerta en la cara.


• • • •




Papá salió a comprar leche y regresó con dos espadas del Jefe de los Gigantes y una invitación a un duelo a todo o nada. Entró a mi habitación mientras estudiaba para mis exámenes de ingreso a la universidad.

—¿Listo para una aventura, Jonathan?

Su mirada se clavó en mí con gran intensidad. Si le decía que no, se quebrantaría.

—¿Seguro?

Sonrió y me entregó una espada de vidrio cubierta de llamas.

—No te preocupes, con esto basta.

Cruzamos el portal; los gigantes nos recibieron con un cántico. Estábamos en el ring, frente a frente con nuestros rivales, sin tiempo para pensar. Me puse una armadura protectora: un casco demasiado grande y una cota de malla que me llegaba a las rodillas. Los atacó directo a sus cabezas; solo cerré los ojos.

Todo terminó en veinte segundos porque mi teléfono sonó. Era Mamá, y al ver su rostro en la pantalla, Papá comenzó a sudar. Me levantó por los brazos y me llevó a casa, donde nos esperaba en la sala. Sus ojos, enrojecidos, brillaban.

Me ordenaron ir a mi habitación.



• • • •



Papá salió a comprar leche, regresó el jueves por la noche y después otra vez el viernes por la mañana, el sábado al atardecer y el domingo al anochecer, bajo la lluvia. Sostenía una caja de leche de orco como si fuera una de cerveza, balbuceando algunas palabras bajo la puerta. Mamá nos dijo que apagáramos el televisor y subiéramos a nuestras habitaciones, pero Papá nos dijo que nos quedáramos o nos fuéramos, porque no le importaba. Porque nadie valoraba su empeño de todos modos. Que lo había intentado, intentando con todas sus fuerzas: que nos había traído binoculares con conchas incrustadas, joyas de sirena abrasadas por el sol, que había luchado contra perros infernales que robaban almas, todo para asegurar nuestro futuro, que nos dejaba tomar refrescos cuando queríamos, y que, aún así, a nadie le importaba. que nada era suficiente. Que nadie lo esperaba con la mano abierta para recibirlo cuando regresaba de sus viajes siempre, siempre que volvía.

Guardamos silencio. Mamá dio un paso adelante y posó una mano en su hombro, que lo hizo tambalear. No parecía enojada.

—Oh, cariño —dijo con una sonrisa triste—. ¿Sabes lo que pensamos en la familia? Qué solo queremos que Papá se siente a ver la televisión con nosotros de vez en cuando. Que nos pase dejando en la escuela y toque la bocina escandalosamente a la hora de salida. Son las cosas pequeñas, las insignificantes, las que cuentan. ¿Lo entiendes?

Papá no dijo nada.

Se dejó caer en el sofá y soltó una sonrisa.

—Esta vez traje leche de almendra.


• • • •




Papá salió a comprar leche y nos llevó a Tega, a Mamá y a mí con él. Nos sentamos en el asiento trasero mientras él cargaba cartones de leche en la pequeña maleta. Mamá asintió al ver el recibo. Él dijo:

—Esto cubre la compra del día. Ahora bien, ¿quién está listo para una aventura?

Mamá, Tega y yo nos echamos una mirada.

Se sentó al volante.

—Algo que todos disfrutemos. Los hombres lobo hicieron un trato conmigo: nos dejarán ver sus transformaciones si les dejamos ver más realities shows como los de Kim Kardashian. Les encanta eso, por alguna razón.

Mamá le tomó la mano.

—Hagámoslo.

Tega y yo vitoreamos.

—¡Programas de Aventura! ¡Programas de Aventura! ¡Programas de Aventura!

Papá y todos nosotros nos reunimos junto al portal, y entramos.




FIN





Fuente: https://www.lightspeedmagazine.com/fiction/dad-went-out-to-get-the-milk/

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