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Cuento de raíz. - Fictograma
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Cuento de raíz.

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Publicado el 2025-10-03 05:18:34 | Vistas 239
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El parabrisas se desliza sobre el cristal, las gotas aparecen, tímidas, desaparecen nuevamente, y así, y así. Los árboles de las veredas, tan verdes y rebosantes de vida le parecieron algo injustos en contra de su limonero muerto hace meses. Un limonero que sigue enterrado. Las raíces, piensa, deben seguir vivas. Las raíces esperan la buena humedad y tiempo para crecer. Nacerán de un páramo desierto y convertirán lo muerto en un verde cloroplasto.
El sonido y la furia de los rayos le tiran recuerdos de Fernando. Le recuerda como un personaje de Faulkner, un Christmas forastero. Un pobre negro en los campos áridos del sur gringo.
Fernando era un padre de familia sin mucha suerte, piensa, un simple hombre que se rompía el lomo y no le importaba los hobbies que perdía y perdió por todo el tiempo que le consumía su familia. ¿Y ahora qué? Volverá a hacer lo que hacía con veinte años? No creo. No creo.
El cuadro en el asiento trasero se asomaba por poco en el espejito, podía ver la mitad de su ojo cada tanto, en los topes, en el desencorvarse del que cada tanto se acordaba. Un cuadro pintado en la madrugada mientras un extraño aire veraniego se colaba por su techo de madera. Madera con vórtices que parecen pequeños ojos, caras de perro, caras de gato. Bajo la luz amarillenta tenía más vida.
La amistad no pide constancia, decía Borges, pero, ¿Cómo he de reaccionar cuando lo vea?
Dobló por la esquina, la clásica esquina con un bache que le hacía caer un poco de su pelo en el ojo durante bastante tiempo. Ahí estaba su casa rosada. El pitido del auto, el sacar las llaves, todo a gran detalle. La puerta con un barniz tan viejo y débil, el marco con agujeros de termitas muertas. El hombre que abre la puerta sin que yo toque. ¿Cómo ha de ser que el cielo tan gris y sin forma haya dejado de llover?
Interior de casa oscuro y profundo, invitando a que pase por los distintos marcos con cortinas como puertas.
–¡Ya no lo aguanto! –gritó adelantándose a él– Y vos seguro lo sabes.
–Escuché lo que dicen –Respondió.
–Podrías haberlo intuido –se tomo de los pelos que aún tenía–. En el campamento hace años sabías cuando alguien se ponía atrás de vos, ¿verdad?
–Estupideces. Solo era ponerse delante de algo que reflecte lo más mínimo, luego buscabas un cambio de luz. Muchas veces descubrí ramas viéndome.
–¡No mientas negro! –dijo entrando por un cuarto–. Seguidme y verás como sufre un chavalín de buen humor.
–Das asco cuando imitás ese acento.
–¡Ya lo sé!
Un cuarto asqueroso. Todo parecía derruido a causa de ácido o la continua humedad. Seguro había moho en el oscuro piso, o las paredes descascaradas y amarillentas.
–¿Si entiende que no está más mis hijos verdad? Todos lejos de mí, todos alejados. Un viejo médico diría delirium tremens, ¡Pero es mentira! Estoy muy cuerdo, pero sufro. sufre mi mente y cuerpo. Ya trabajo, ya no tengo a nadie con quién hablar de basura o cualquier otra cosa. Solo me tiro en el sofá y caen las gotas del techo de chapa jodido.
–¡Tu esposa te quiso llevar al doctor puto imbécil!
–Ya estuve ahí pedazo de –Se contuvo o trabó–… ¿Qué hicieron? Dirás. Me dejaron internado y me desangré, ¡Me salió sangre de algún lugar! Acá no, acá nunca.
–¿Preferís quedarte acá? ¿Llorando y muriéndote? ¿Sabes que le pegaste a tu esposa?
Dio un salto seguido de un alarido primitivo. Se comenzó a golpear la frente con la esquina de una mesa. Una herida se reabrió. Él lo contuvo hasta que se calmó.
–¡Es mentira! ¡Ella no estuvo ahí! Y si hubiese estado… ¡Se burló!
Se calló largo rato, en posición fetal. Por mientras seguía investigando el extraño cuarto. El sofá era cubierto por un mantel, por un agujero se veía la sucia superficie del sofá. Encima de la mesa con la que se había golpeado se encontraba un libro sucio, lleno de pequeñas manchas negras en su canto e interior.
–Gógol, The collected Tales. Si que volviste a tus andanzas. Hace cuanto que no leías.
–Sangro… Gógol es un idiota… ¡Dame ese libro!
Le arrebató el libro de las manos y se puso a arrancarle las páginas, despedazarlas y triturar con obsesión ciertas hojas. La portada del libro se la puso en la frente, donde se quedó pegada. Gotitas de sangre caían de una de las esquinas.
–Sangro bastante…
–Lo veo. Voy a traerte algo.
Salió de la habitación y siguió un largo pasillo hasta el baño, quejidos y murmullos se escuchaban. En el cristal roto del baño se encontraba el bordó seco. Papel higiénico tirado en el suelo.
A la vuelta vio su silueta de pie a través de la cortina.
–Entra.
Un cuchillo en su mano izquierda. Miraba sin pestañear a mis ojos. La portada se había caído.
–Amigo del alma… te he hablado tanto de que duele, y vos ahí tan frío, distante. Duele en serio. Golpearme y sangrar hace que deje de doler un poco. Que se vaya esa ansiedad y dolor de mi, y se concentren en ese nuevo dolor. Perdí mucha sangre…
Se paralizó, sintió miedo por primera vez. La costumbre, la costumbre se había roto, aunque en un lugar oscuro de su mente, se atisbaba el sentimiento de costumbre.
–Pará… esperá… –Dijo, alzando una mano tímidamente.
–No puedo soltarte ni dejarte irte… ¿Qué hago con mi vida? ¿Para que vivo? Te podría matar… no te moverías… Dime, ¿Qué hago con mi vida?
–¡Tenés hijos, inútil! –Estalló su rabia– ¿Qué mierda preguntás?
–No sé… ¡No sé!
Alzó el cuchillo. Con el filo expuesto, dividía su cara, y miraba.
–No tengo… No tengo nada…
El cuchillo bajó a su garganta, y la carótida se dividió.

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Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-10-03 16:32:33

Texto que logra captar la locura de los maleantes. Pero en ocasiones, cuando cambian las voces, se siente confuso entender quién es quién o por qué están allí. Yo he interpretado que son unos bandidos que escapan después de un asalto. Saludos.