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Hace unos días escuché un concepto que me llamó poderosamente la atención. - Fictograma
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Hace unos días escuché un concepto que me llamó poderosamente la atención.

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Publicado el 2025-09-27 22:04:13 | Vistas 52
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Hace unos días escuché un concepto que me llamó poderosamente la atención. En inglés se le llama “Golden Blink”, y se refiere a ese breve momento en la vida familiar en el que nuestros hijos pasan de la niñez a la juventud y adultez.

El parpadeo dorado, ese suspiro de tiempo en el que conocemos a nuestros hijos mientras son niños. Niños con una cascada constante de preguntas, de juegos, de juguetes tirados, de emociones a flor de piel. Niños que piden sleepovers en el cuarto de mamá y papá, que dan abrazos sin motivo, que ríen y hacen travesuras. Esa etapa en la que aún creen que una curita lo cura todo.

Pero pronto dejarán de creer en el hada de los dientes. Esa caja de cartón de un paquete de Amazon, que ahora se convierte en un baúl decorado donde mis hijas guardan sus stickers más preciados, pronto dejará de ser un tesoro. Y en un suspiro, nuestros hijos dejarán de necesitarnos constantemente, se volverán más independientes.

La mayoría de nuestras vidas conoceremos a nuestros hijos como adultos, no como niños. Por eso hay que aprovechar esta etapa de admiración, de nuevas ideas, de conceptos y experiencias frescas. Esa etapa en la que nos aprietan la mano fuerte, en la que nos abrazan sin querer que ese abrazo termine… y que inevitablemente pasará pronto.

Ese destello, ese parpadeo dorado, llega y se va más rápido de lo que quisiéramos, o incluso más rápido de lo que alcanzamos a darnos cuenta. Ese tiempo pasa, y jamás se repetirá. Es un recordatorio de estar presentes: escuchar con atención, disfrutar las rutinas simples que pronto vamos a extrañar.

Con frecuencia, Google Photos me muestra recuerdos de años anteriores. Veo fotos de mis hijas cuando eran apenas unas bebés y ahora son niñas cada vez más independientes, creciendo y madurando rápido. Estos recordatorios tienen un dejo de nostalgia, pero también me despiertan la conciencia de que estoy viviendo ese instante que pasará pronto.

Suena fácil, pero no siempre lo es. Con frecuencia, más de la que nos gustaría aceptar, nos perdemos en nuestras rutinas de adultos: el trabajo, la renta, las tarjetas de crédito, el cansancio, el estrés… Pero entonces recuerdo: estoy viviendo ese parpadeo dorado, y todo cobra sentido.

Hay algo que me pasa mucho: me gusta capturar momentos con fotos y videos, pero muchas veces, por querer capturar ese momento, me pierdo de vivir al 100% ese instante con ellas. Es un dilema constante.

Un día mis hijas serán adultas, y eso también será un orgullo para mí. Pero mientras tanto quiero disfrutar este regalo que la vida me ha dado: este tiempo con ellas.

Hay una paradoja en esta etapa: pasa rápido, pero lo que hagamos en ella durará para siempre. Esto me recuerda a una frase de la película Gladiador, una de mis favoritas en mi época de universidad: “Lo que hacemos en la vida, tiene su eco en la eternidad.” Los recuerdos que construyamos en esta etapa de la niñez ,perdurarán por siempre, ya sea en el consciente o en el subconsciente de nuestros hijos.

Más pronto de lo que creemos, esta etapa será solo un recuerdo lejano. Ya no escucharé esos cuchicheos y risas contenidas bajo las cobijas, cuando es hora de dormir y las niñas siguen riendo bajito para que no las escuchemos.

El teléfono puede esperar. El correo electrónico puede esperar. Lo que no puede esperar es la historia que me quiere contar mi hija, su colección de piedras, el cuento que está escribiendo, el libro que está leyendo. Quiero escucharlas sin distracciones de adulto, sin distracciones del celular.

Quiero estar presente ahora, antes de que empiecen a esconder sus sentimientos, antes de que cuiden demasiado sus palabras. Quiero estar aquí mientras aún creen que soy su mundo, que lo puedo todo. Porque pronto descubrirán que papá no lo puede todo, que papá también tiene miedos, que a veces no duerme por el estrés, que esas ampollas en las manos no son por cargar peso, sino por cargar preocupaciones.

Me encanta ver cómo se ríen mis niñas, lo diferente que es la carcajada de cada una, y las expresiones en sus caras, las arrugas en sus ojos y nariz cuando se rien. La vida está en los detalles. Observémosla.

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