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As de Espadas (Capitulo I: El Mago) - Fictograma
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As de Espadas (Capitulo I: El Mago)

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Christopher_Lamb

Publicado el 2025-07-03 20:46:45 | Vistas 126
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 I: EL MAGO

El robot encendió sus ojos, viendo por su escáner un departamento oscuro y polvoriento. La temperatura marcaba 30 grados, la hora 23:33 y su programación le sugería hacer promoción de una aspiradora especializada para hogares individuales en el desierto de Sonora.

- Todo esto por un sucio pedazo de metal…

La voz era joven, cansada y jadeante, rebosante de frustración al ver desde el otro lado de la habitación cómo el robot se encendía. El metálico autómata se incorporó, sacándole al menos 2 cabezas de alto al joven que se mantenía oculto en la sombra del pobremente alumbrado departamento.
- Saludos, usuario, soy la unidad W33Z, rama de protección civil y brigada…

El joven, aún más frustrado, caminó por el departamento en busca de algo que saciara su hambre de algo desconocido para el robot y para cualquier otro que no fuese él mismo. El robot avistó la puerta principal entreabierta, la sala en la que se encontraba, una cocina a su izquierda a la cual se dirigía el joven vestido de negro y dos puertas a su derecha. Sus ojos, o más bien sensores no se habían adaptado completamente a la oscuridad, parecía que tenía daños en más de una función.

Los metálicos pasos se dirigieron a la puerta principal, agarró la manija con torpeza y tiró de ella, revelando un jardín de árboles muertos y flores marchitas que antecedían a una carretera típica de los desiertos estadounidenses, misma carretera que tenía un Ford Mustang del 71 color negro aparcado a una orilla, el modelo fue facilitado por sus escáneres y bases de datos.

Sin embargo, el robot buscó instintivamente un arma que no tenía al ver que a los lados de la puerta había 3 cadáveres de cada lado, todos con cortes y al menos un disparo.

- Dijiste que eras un W33Z – La luz lunar alumbró al joven; Tenía una máscara de gas totalmente blanca, con sus lentes ovalados y los bordes de sus filtros tenían luces verdes brillantes, intoxicantes. La máscara cubría la totalidad de su cabeza, pero aún así al mercenario lo tapaba una capucha salida de su gabardina negra, misma que tenía correas de cuero en sus hombros para carrear en ellas más equipo necesario para su profesión, misma, que era sugerida por sus pantalones reforzados, botas militares negras ajustadas y guantes de cuero igualmente negros, mismos que tenían púas gruesas, cortas y filosas de metal en sus nudillos – Vienes conmigo.

Los escáneres detectaron sangre de al menos 4 personas distintas en el ropaje del mercenario, por protocolo debería atacarlo, pero algo lo detuvo, cierto instinto lo hizo quedarse callado, alumbrando con sus ahora repuestos ojos al misterio que estaba frente a él.

Sin mediar palabra, el joven comenzó a caminar hacia el Mustang, entrando por la ventana del mismo y abriendo la puerta para el robot. Los pasos metálicos se reanudaron, esquivando pedazos de carne que la luna hacía desagradablemente visibles, recientemente pisados por botas desinteresadamente descuidadas.

 

II

El trayecto duró al menos 30 minutos hasta que finalmente el motor se apagó dentro de la parte trasera de un taller bien conocido en Sonora. El mercenario apretó con fuerza el volante, haciendo rechinar el cuero de sus guantes antes de darle una mirada fugaz al robot, quitándose la máscara de gas de un tirón, revelando un rostro de facciones delicadas con varias cicatrices en sus mejillas, con sus ojos color avellana y un cabello largo que era retenido por la máscara. La puerta del conductor se abrió al mismo tiempo que una puerta en el segundo piso del taller. De ahí salió un hombrecillo de color, tan bajo cómo ancho, con tatuajes hasta dónde diera su piel y con los dedos de sus manos reemplazados por implantes de mecánica especializada.

Eres un viejo estúpido – El mercenario se encontró con el hombre a mitad de la escalera de metal que conectaba ambos pisos del taller, parecía que estaba a punto de clavarle sus nudillos de acero puntiagudo, aunque el gordo quizá prefería eso que oírlo hablar – Me eché a ocho pendejos, Cargo, ¡Ocho!, Todo por un W3, una puta unidad que los Feddogs se desfasaron porque todas salieron retardadas para apuntar, una maldita máquina para matar, ¡Que no apunta bien!

El mural viviente se volteó lentamente hacia al auto, viendo al robot sentado obedientemente en el asiento de copiloto. El robot, por su parte, quedó fascinado por un elemento que se le había escapado del mercenario; Una espada, de mango metálico verdoso y dorado, con una guarda y funda negras cómo la noche, mismas que no se extrañó de no notar a mitad del crepúsculo. Con dificultad, la carne llena de tatuajes pasó por entre el mercenario furioso y el frío barandal, bajó cómicamente con sus cortos pies hasta llegar al auto, viendo al robot con sumo interés, de ese que sólo tienen los trajeados antes de cerrar un trato.

- ¿Qué modelo eres?

-W33Z, señor, rama de protección civil y brigada antidisturbios – El robot, encorvado por el poco espacio del auto, analizó al hombre hasta dónde pudo antes de que su escáner le diera una rojiza pantalla informando de un error.

-Mierda... – Dijo el hombre entre dientes antes de escuchar cómo un guante de cuero se apoyaba en el capó del auto.

-Cómo ya te informé, es un W3, con suerte lo destazarán y te cobrarán barato por hacerlo.

-Weez – Ordenó el más bajo, apartándose de la puerta – Hay una estación de reparación de bots detrás de las puertas dobles detrás de mí, supondré que te las apañas con ese tipo de maquinita.

El robot salió del auto, mostrando su monstruoso tamaño, uno que no pasaría desapercibido para pesar de ambos cómplices involucrados en la matanza de más temprano.

-Supone bien, señor. Me pondré en marcha para solucionar mis daños lo antes posible.

-Buen chico.

El robot se retiró, tratando de regular el ruido de sus pasos. Por otro lado, el mercenario se incorporó nuevamente en sí, viendo al hombre despectivamente, cómo si le acabaran de dar información tan importante que ni él mismo sabe qué significa verdaderamente.

-Sé que el gran Cargo, el “Mago” de la mecánica, no me enviaría a un trabajo sin concretar los detalles. Me dijiste que ahí dentro habría una maravilla tecnológica, algo tan gordo que el gobierno se nos tiraría encima y tendríamos que largarnos del Sonora – Sus brazos se abrieron burlonamente cómo alas, y su cabeza giró hacia todos lados con una exageración terriblemente mal actuada – Bueno, creo que podré dormir tranquilamente en mi camarote lleno de ratas mientras que tú te retiras tranquilito a tu cuarto de lujo, sabiendo que tienes un nuevo Bot que te ayudará hasta a reventártela por las noches.

El hombre de cabellos blancos teñidos soltó un suspiro ante las palabras del mercenario, caminando hacia su cuarto mientras su mano le indicaba al joven que lo siguiera.

-La serie W3, cómo ya dijo nuestro nuevo amigo, se hizo para resguardar civiles y mantener a raya las protestas en contra de la Guerra Ciega – Las escaleras rechinaron con el peso del hombre cayendo sobre ellas, y al llegar al final, fue el piso el que se estremeció a sus pasos – Todos conocen la historia, los malditos se volvieron locos y dispararon tanto a federales cómo a civiles y a cualquier pobre bastardo que se pasara por Washington.

El mercenario se impacientaba, pero le seguía el paso incluso cuando el hombre entró a su habitación en el segundo piso. La habitación de El Mago estaba decorada de herramientas, certificados y pantallas dónde se veían encabezados de noticias, mientras que su escritorio tenía circuitos, aceite y engranajes esparcidos por doquier.

-También leo las noticias, Cargo – Las quejas del mercenario fueron acompañadas por el lamento del sofá de cuerina que tenía El Mago en su habitación luego de que el invitado se lanzara irrespetuosamente en él.

-Y ese es el problema, mi irrespetuoso empleado – El hombre ignoró el actuar de su contrario, cómo si ya fuera una tarifa familiar cuando se trataba de lidiar con el mercenario – La historia está mal, varios protestantes declaran que los puñeteros Bots afirmaron sentir remordimiento de lo que estaban haciendo contra los civiles, afirmaron, también, que algunas unidades empezaron a llorar, botando aceite de sus ojos tallados por maquinaria – El hombre se sentó en su escritorio, acatando la ya puesta mirada del mercenario – Llorando, Hunter.
En ese momento la espada del famoso mercenario, el As De Espadas, Hunter, se volvió mucho más liviana, cómo si le hubieran quitado la hoja de repente.

-No sólo lo digo, si no que tengo razones para creerlo – Cargo encendió un cigarrillo que soltaba un humo morado de su brasa, le dio unas cuantas caladas antes de que sus tatuajes también se iluminasen de morado – Esa espada tuya, los W3 con emociones, uno que otro Bot que dice amar a la tostadora del vecino…a veces la tecnología falla en ser sólo números, y entra algo más parecido a una oración en la ecuación.
Hunter sacó su espada con facilidad y velocidad, dándole un par de vueltas antes de ver su hoja negra cómo el carbón y desquebrajada cómo una roca que intentó cargar más de lo que podía soportar.

-Si lo que dices es cierto…a lo mejor lo que esta espada de mierda me hace pueda tener forma de revertirse…– Las grietas de la hoja desaparecían lentamente, al mismo tiempo que su peso aumentaba.

- Si lo que digo es cierto, tenemos a un Bot que siente ahí abajo – Los tatuajes brillaron aún más por cada calada – Y guarda esa cosa…sabes que me pone los pelos de punta cuando empieza a hacer berrinches.

El mercenario se levantó, enfundando su espada con una dificultad notable, pero, al fin y al cabo, lográndolo.

-Hunter…

Su mirada lo dijo todo, sea lo que fuere que iba a salir de la boca del mecánico, el mercenario lamentaría escucharlo.

-Tu dolor fantasma, los fallos de…

-No te atrevas, Cargo – El mercenario dejó que sus ojos fueran raptados por el miedo – Intentemos curar lo que la espada hace a partir de ese pedazo de anomalía que se está reparando a sí misma, pero lo que estuvo antes de ella seguirá estando después.

-Lo siento, chico… - Cargo abrió la puerta de la habitación remotamente, sabía que no tenía caso intentar dialogar con el muchacho en ese estado, con esa espada – Vuelve mañana, veremos qué hacer con Weez y con algo de suerte encontraremos nuevos clientes para ti.

El mercenario se encaminó apresuradamente a su auto, mientras la espada se volvía poco a poco más liviana otra vez.

La llave giró, un estruendo se escuchó en el taller y los guantes de cuero se posaron en el volante del Mustang. Antes de echar marcha atrás, Hunter vio entre las puertas dobles al robot arreglándose a sí mismo.

-Un robot llorando…

 La espada le pesó tanto que tuvo que desabrocharla de su cinturón, haciendo fuerza para dejarla en el asiento del copiloto. Extrañamente, el asiento no parecía ceder ante el peso tan exagerado que la espada había tomado para el mercenario.

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Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-07-04 08:53:40

Una historia a cuyo personaje imagino como el Vampire Hunter de Bloodlust. Es interesante la mezcla entre fantasía y ciencia ficción. En este tipo de relatos, lo primordial es la descripción de la acción y la autenticidad de la historia (dado que en el mercado de mangas la repetitividad y el plagio argumental son una obligación, desgraciadamente). Estoy segura de que esta historia, tan arriesgada, no nos decepcionará. Saludos. Pd. Revisa la repetición innecesaria de la palabra "robot" en los primeros párrafos.