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En el nombre de la guerra - Fictograma
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En el nombre de la guerra

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A_Aubague

Publicado el 2025-07-23 15:49:00 | Vistas 144
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Aquellos días tan violentos eran cuando todo tenía sentido.

A pesar de lo que muchos podamos creer, las guerras son algo muy simple. Son malas. Malas cosas pasan, malas personas las crean y malos recuerdos nacen de ellas.

Lo que los no experimentados pueden decir al respecto no es importante. La guerra es simple, lo que pasa mientras ella sigue ahí es lo complicado. Muchas veces nos gusta imaginarnos que el mundo se detiene, que hay una especie de tregua universal en la que los acontecimientos naturales dejan de ocurrir. Pero qué fácil sería si esto fuera cierto.

Qué fácil sería mirar a la guerra con odio sin un hijo que nació en ella, un amor consumado o incluso una boda escondida. Esto es la verdad de lo que no es contado.

Hace mucho tiempo que la guerra terminó y no puedo decirte si ganó el buen bando o si el país cambió a mejor, pero lo que sí puedo decirte es que extraño aquellos días. Extraño verlo siempre, aun con ese horrible uniforme. Extraño poder curar sus heridas, aunque cada puntada se sintiera como un disparo.

La primera vez que lo vi fue cuando todo apenas comenzaba. Yo me acababa de graduar de la academia de modista cuando me pidieron ser enfermera. Quién hubiera dicho que cambiaría las telas por vendajes.

Mis padres nunca fueron los más adinerados, pero aun así lograron darme lo que muchos aquí no tenían. A veces era muy fácil sentirme ajena a lo que estaba pasando. Pensar que la guerra en mi país no me concernía y que todo esto era para los desafortunados.

Resulta que en la guerra, si no la inicias, eres el desafortunado. Nunca había siquiera escuchado el nombre del país con el que íbamos a “pelear” antes de incorporarme al cuerpo médico.

Poco importó todo lo que yo tenía por decir, mi país me necesitaba y, como mujer, lo único que podía hacer era curar heridas.

La guerra se ve distinta desde cada lado. Tal vez desde el trono esta se vea banal o en las noticias algo innecesario, pero desde aquel cuartel, desde ese pequeño espacio donde llegaban los heridos, aquello no era más que un baile despiadado. Día tras día me encontraba con cientos de hombres heridos, todos con hijas y madres, y todos con sueños y trabajos a los que sí se enlistaron.

Con el tiempo, y a riesgo de sonar despiadada, me fui desconectando. Los hombres dejaron de ser humanos y todos se iban poco a poco transformando. Una coraza se había formado.

Eso, hasta que llegó mi Octavio. Ese día la guerra ganó un nombre, ese día la guerra tenía rostro y, una vez más, volvía a mis sentidos.

Cuando él llegó, no hablamos mucho. Se había fracturado la pierna y tenía una bala en el hombro. A decir verdad, en el inicio me resultaba un tanto insoportable.

“Un hombre guapo y sin modales”, eso me repetía a mí y a las demás cuando preguntaban qué opinaba.

“Creo que al fin entiendo por qué peleamos”, me dijo a la tercera semana de cuidado.

“La guerra no es tan mala vista desde este lado”, me dijo la primera vez que nos besamos.

“Tan solo espera que se acabe y verás lo mucho que logramos”, me dijo en el primer aniversario.

“Regreso en un instante”, me dijo la última vez que nos tocamos.

Cómo extraño aquellos días violentos. Cómo extraño cuando aún tenía a Octavio sonriendo.


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Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-07-23 18:20:00

Un relato muy conmovedor acerca de los amores pasados y de lo duro e injusta que es la guerra. Octavio, no sé sabe qué paso con él, pero es posible que la guerra se lo haya llevado; es el símbolo de la esperanza y la añoranza que nunca se concretan, y esto causa un punto de desesperación en la protagonista al punto de desear la guerra de nuevo. Muy bueno. Saludos.