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Oplivium - Fictograma
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Oplivium

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Nomore

Publicado el 2025-08-08 09:35:20 | Vistas 186
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Las hebras de crisalum cambiaban de dirección bajo el influjo magnético de la bóveda. La hibridación de 3 tipos de césped, cortados a 5.7 mm y rociados con amaricio, una aleación de metal-polímero, convertía suaves hojas en cuchillas de afeitar que viraban al mandato de los jueces de torre.


La fina coraza imantada se desmoronaba a temperaturas superiores a los 23 grados centígrados, y se acristalaba en una rigidez no funcional si esta descendía de los 21 grados. Inmensos generadores alimentaban las máquinas que aclimataban el Oplivium día y noche durante la semana de la copa.

Ajenas a los preparativos, en una de las tres salas de previa se podía escuchar el eco apagado de dos voces. La joven, huérfana como el resto de oplivistas, escuchaba con atención las instrucciones del veterano. Le resultaba un misterio por qué entre una inmensa masa de candidatos de grandes músculos y aspecto feroz la habían escogido a ella, una menuda pianista. Sin embargo, era rápida, lista, y estaba hambrienta de libertad. La clase de libertad acomodada que nunca había conocido pero que todos sabían que el Oplivium podía ofrecer. Que cayera Kion arrastrando a los nueve universos si no aprovechaba la ocasión.


—Las reglas son sencillas como sabes. Ellos o nosotros —decía Romson mientras se ajustaba un cordón de la sandalia.


—Solo que cuando defendemos tenemos dos rivales y al atacar haremos de aliado. En esta copa se jugará con las viejas reglas del 3084. Tres equipos, una escuadra, y un montón de oportunidades para espicharla de mala manera en los 40 minutos que dure el infierno —al veterano se la habían asignado porque él la había elegido en el último momento, sustituyendo al tipo que habían sacado en aeroambulancia del entrenamiento anterior. Fractura múltiple en ambas piernas, como un puzzle de mil piezas por montar. Una auténtica lástima. Ahora, aunque le tocara explicar obviedades, quería que todo quedara claro y a ser posible pudiera salir de esta casi ileso.


—¿Sobre crisalum no habías jugado nunca? — le preguntó a la chica mientras esta negaba con la cabeza. —Ya veo...pues te va a encantar, seguro que sí. ¿A quién no le gusta correr sobre puntas de puñales? Menudo hijo de puta al que se le ocurrió el invento. ¡Al grano! ¿Ves aquella escuadra naranja? —dijo señalando la pantalla con el dedo, donde se representaba un arco irregular de dimensiones colosales incrustado en el suelo. —Es la nuestra. Si lanzan la sphera y cruza la escuadra obtienen un punto —se refería a una bola de acero macizo y 25 cm de diámetro que se desplazaba a 3 cm sobre la superficie del crisalum por efecto de los imanes.


—¿Y si la cruzan con el disco en las manos? —preguntó Thina sopesando este. A ojo debía rondar los 8 kilos y estaba tan pulido que se escurría como una anguila entre los dedos.


—No...eso no puede pasar ¿me oyes? Eso bajo ninguna circuns...

—Pero si pasa ¿qué?— le interrumpió Thina.

—Si eso pasa...—la voz de Romson salió como un gañido entrecortado —estaremos irremediablemente jodidos.

Ningún equipo había conseguido jamás remontar los 25 kopiks ante el paso de un disco cuando defendían la escuadra. Bajo otras circunstancias la derrota por esa diferencia solo hubiera supuesto la pérdida de créditos, quizás una semana sin comer como mucho, pero en la semana de la copa las descalificaciones por derrota de más de 20 kopiks costaban la vida.


—Vale vale... —comenzó a decir Thina de modo conciliador. —Tenemos un guardián. Él se encargará de guardar la escuadra.


Thina había oído hablar de Crustleer, de Akuntal, incluso de Turtnim "el volador". Gigantes entre los oplivistas, con la agilidad de un gatrobot y el instinto de presa de un cazador.


—¿Quién es el nuestro? — preguntó frotándose las manos con expectación.


—Sí, bueno… —Romson se rascaba la cabeza en dirección a la puerta, contestándole sin mirarla.


—El nuestro es especial ¿sabes? No hay que hacer caso de todo lo que se dice de los guardianes. Lo mejor es que mantengamos el disco alejado de la escuadra por nuestros propios medios.


—Se dice que son semidioses...—susurró Thina siguiendo a Romson en dirección al campo de entrenamiento.


Tan pronto salieron por la apertura lateral, un destello cruzó el rostro de Thina. Un guardián saltaba de lado a lado de la escuadra impulsándose en el crisalum y aprovechando sus cambios de dirección.


—¿Semidioses? Ojalá contar con una quinta parte de ser humano.


—Pero ¿qué dices? Es impresionante. —dijo Thina viendo como el guardián daba brincos de pantera.


—Sí, ese que miras es impresionante, pero no es el nuestro. El nuestro es... —levantó una mano para protegerse con ella de la luz que lo cegaba. Oteó el campo durante un instante.


—Es aquel. —dijo señalando a la grada.


—¿Quién? —Thina no conseguía ver gran cosa con el resol.


—Ese. —dijo orientando la cabeza y chascando la lengua. —Ese que está ahí rascándose la entrepierna.


Romson señalaba a una vieja unidad TR–56 que se afanaba como un perro sarnoso en tratar de mordisquearse los bajos.


Cuando comenzaron a incorporar piezas electromecánicas en miembros amputados, se consideró un hito de la ingeniería médica, una proeza que devolvería la movilidad a amputados y enfermos, pero los TR–56 vendidos como "las oportunidades más económicas para el recuerdo de los ciudadanos más humildes" habían mostrado ser una soberana mierda. Tras las guerras de Kion, lo que quedó de cientos de miles de hombres se amontonaba en cámaras de suspensión vital. Como si media cabeza y dos tercios de tronco incapaces de salir del coma profundo pudieran considerarse sinónimo de vida. No pasó mucho tiempo hasta que se decidió por practicidad que ciborgs semiautónomos podrían ocuparse de las tareas más peligrosas y de menor requerimiento técnico. A tal fin se habían ensamblado unidades con una mínima parte biológica y con una tecnología cuya obsolescencia no superaría los 5 años. Cincuenta años después aún podía verse alguna de las antiguallas, rara vez en uso.


El diseño en esencia era sencillo. Era como rascar del pavimento lo que queda de un Juan Nadie tras ser arrollado por un tren y montarse un mecano con los trozos, una tostadora, y la vieja nevera de cubitos de hielo de tu bisabuelo. En el improbable caso de que se le encontrara una utilidad, esta no pasaba de las tareas más básicas. Surgieron bajo el lema "Servicio incluso muerto. Ninguna exigencia por cumplir". Ninguna exigencia motora, ninguna exigencia mental. El lema de las TR–56 hubiera podido ser "ninguna exigencia".


Romson estaba dejando el disco sobre una banqueta mientras Thina miraba sin disimulo al TR-56.


—¿Qué? ¿Cómo estamos hoy Flenn? —preguntó Romson.


—No sé. ¿Cómo estamos? —contestó la TR-56 sin sacar la cabeza de su entrepierna.


—Me refiero a si hoy te encuentras… ¿quieres hacer el favor de dejar de hacer eso?


—Noto una anomalía en el procesador secundario del tren inferior y quiero ver qué es. —contestó Flenn.


—¿Sabrías repararlo de encontrar algo raro? —preguntó con desconfianza Romson mirando a Flenn directamente. Este se enderezó por completo del mismo modo que haría un recluta que se presenta a filas, ladeó su cuerpo hacía Thina, completamente erguido, y con una voz mucho más grave que la que había utilizado antes contestó:


—Hay muy pocas cosas en este mundo que no sepa hacer pequeña, y rendirme es una de esas cosas.


Thina giró la cabeza buscando a Romson con un gesto que era mitad estupefacción y mitad curiosidad.


—Eso quiere decir que no tendría ni la menor idea —le dijo Romson a Thina. —A algún programador le pareció buena idea insertar frases de Westerns clásicos cada vez que se le hace una pregunta que no puede redirigir ni responder con una afirmación. Basta con preguntarle por protocolos de autocuidado y es como tener al hermano feo de John Wayne como guardián de escuadra.


—Pero será ágil, será especialmente ágil ¿no? —le preguntó Thina a Romson cada vez más nerviosa. Comenzaba a imaginar el problema que se les vendría encima la noche de Oplivium.


—No, no especialmente, no. Más ágil de lo esperable si tenemos en cuenta que no tendría que poder moverse. No te preocupes, Flenn tiene sus puntos fuertes.


—¿Qué puntos fuertes? —preguntó Thina, obviando que Flenn estaba justo a su lado. Flenn ahora toqueteaba un rizo rebelde de color azabache que se había escapado de la goma de coleta de Thina, mientras esta le apartaba la mano a palmetazos como si fuera un bicho pesado durante un tarde de verano.


—Quizá “puntos fuertes” no sea la expresión más apropiada. Punto fuerte. Uno, pero de la mayor importancia. Nuestro salvoconducto a la victoria, o por lo menos, a la no derrota. Sabes del delicado equilibrio térmico para preservar la integridad estructural del crisalum. Cuando es perfecto, el ángulo de las hebras es controlado por los jueces bajo aleatoriedad total.


—¿Aleatoriedad total? ¿Por qué no automatizarlo entonces? —preguntó Thina.


—Pues porque alguien pensó que lo menos determinista era tener a cuatro gilipollas sentados en sillones de goma, con los ojos vendados, y apretando botones que cambian de secuencia cada 5 segundos. No tengo ni idea de por qué, pero dependiendo del ángulo del crisalum, la sphera se desplaza a mayor o menor velocidad. Cuando se defiende, es una bendición que vaya lenta. A su máxima velocidad y orientada hacia la escuadra, podría atravesarnos a los tres como si fuéramos de fino aerum.


Cuando Romson se ponía así parecía un viejo catedrático que hubiera usurpado el cuerpo de un gladiador.


—Y no hay ningún medio para alterar qué botones pulsan los jueces, por lo que no podemos manipular la velocidad de la sphera ¿cierto?— susurró con su sonrisa pícara en medio de aquel rostro plagado de cicatrices.


—¿Lo hay? —preguntó Thina.


Romson pasó un brazo por encima de los hombros de Flenn, estrechándolo hacia sí.


—Su… punto…fuerte— dijo. —Flenn, dinos ¿cuál es tu especialidad?


—El mundo se divide en dos categorías: los que llevan revolver cargado y los que…


—¡NO ME JODAS AHORA FLENN! —soltó Romson. —Venga va, TR–56, código XW33Z ¿cuál es tu nicho de especialización? —Flenn volvió a erguirse y con voz metálica dijo “unidad XW33Z, monitoreo y control universal de sistemas térmicos”.


—¿Cómo? — dijo Thina.


—Querida E’Thina Liin, aquí nuestro robótico amigo es… ¿cómo decirlo? ... un termostato con mando a distancia. —Agarró a Thina del arnés de pecho y tiró de ella hasta estar los tres casi cabeza con cabeza.


—Cuando nos toque defender desregularemos la temperatura, el crisalum perderá magnetismo y la sphera rodará mansa hacia nosotros. Al atacar, volvemos a regular la temperatura a sus valores de inicio. En el mejor de los casos ganamos, y bajo el peor escenario nos cargamos el crisalum y el juego se anula. Supervivencia por no-derrota.


—¿Puede hacerlo? —preguntó escéptica Thina mirando con el rabillo del ojo a Flenn.


—¡Podemos hacerlo! El control es manual y él no puede acceder directamente, pero cuenta con una canalización relativamente sencilla para una mano pequeña y ágil —dijo Romson.


Flenn los miraba con una mueca que en otra cara habría asemejado a una sonrisa de oreja a oreja, completamente ajeno a lo que se decía.


—Espera espera…relativamente sencilla… una mano pequeña… —decía Thina.


—Bien, respecto a eso…—comenzó Romson —no voy a engañarte —dijo, mirando lo que hubieran sido las nalgas de Flenn. —…no te va a gustar.


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Vara 2025-08-08 12:12:10

Copias el texto de Word o del sitio web que sea, y cuando estás en el editor de texto de fictograma, pegas con "Pegar sin formato". Luego, si está mal formateado de origen, tendras que ir separando manualmente los dialogos de los párrafos. Yo primero copia de tal sitio web y lo paso a Word y en Word hago el formato de separar dialogos de párrafos y luego copio de Word y pegó con Pegar sin formato en Fictograma y no tengo que hacer más.

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Nomore 2025-08-08 11:58:34

No me aclaro con el tema del formato. Cuando entro a editar el texto, tiene el formato que quiero. Luego le doy a guardar y no parece tener ningún efecto.

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Vara 2025-08-08 11:20:38

Hay que tomarse el tiempo de darle formato adecuado a la obra, para que sea más legible para el lector.