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GUNMAN : CAPITULO I - Fictograma
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GUNMAN : CAPITULO I

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REAPER

Publicado el 2025-09-01 20:50:07 | Vistas 177
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CAPITULO I:

RAINING BLOOD

 

La camioneta se detuvo a un lado del portón dónde se encontraban los dos ebrios. Sus ojos apenas podían enfocar, pero se acercaron con paso torpe y forzado a la ventana del conductor.

– Pasha, paire? – Tenía la barba llena de alcohol, saliva y lo que parecía sangre seca, mientras que su compañero se dirigía a la parte trasera de la van – Creo que te me has perdido, o eres maso tonto cómo para intentar algo acá.

Franciszek acomodó el retrovisor, luego, sacó un revolver gigantesco de su bota, al mismo tiempo que el segundo guardia abría las puertas de la Van. La sincronización de la masa de músculos y el escurridizo esqueleto fue perfecta, el guardia que hablaba con el líder del grupo yacía en el suelo con un cuchillo clavado en su frente, mientras que el desafortunado que abrió la puerta sin tocar se llevó un balazo en su ojo derecho, mismo balazo que rozó uno de los monitores de Zuse.

– Con cuidado, Fran – Zuse se notó levemente molesto y extremadamente disgustado al ver que su compañero drogadicto ya se encontraba acelerado por la droga que solía usar. No pudo ver ni oír cuando lanzó el cuchillo, y le molestaba que tanta habilidad saliera de Junkie, nada menos.

 Khadija tomó su rifle de asalto, que hasta ahora estaba reposado en sus piernas, y se dirigió al frente de la camioneta. La siguió Franciszek, y nadie notó cuando los siguió Junkie.

– Comprobando comunicaciones, repitan el mantra, por favor.

Khadija y Franciszek tuvieron que tomar a Junkie de los hombros para asegurarse de que no escaparía a una carnicería dentro del almacén, repitiendo al unísono:

– Dios salve a la reina.

Zuse comenzó a liberar seguros, desactivar la grabación de las cámaras y a dar el inicio de la operación, marcado por la abrupta apertura del portón principal.

– Ella no es un ser humano.

 

Las balas comenzaron a llover hacia el almacén, Khadija y Franciszek parecían estar disparando a quemarropa con fusiles de calibre más pesado que sus propios cuerpos. Las paredes de concreto y madera comenzaron a sucumbir a pedazos, las puertas se despedazaron y el polvo dificultó que ambos tiradores vieran qué tan efectivo fue su primer cargador.

– Zuse, confirmación – Franciszek tomó la delantera, aunque ambos estaban conscientes de que Junkie había desaparecido tiempo antes de empezar a disparar.

– El polvo me deja ver tanto cómo a ustedes, pero Junkie está masacrando a todos en el segundo piso del almacén. Las muñecas han de estar en algún punto ciego en el segundo piso, apresúrense.

Franciszek forzó su vista hasta que una bala perdida impactó en el marco de la puerta. El hombre apartó a Khadija de la entrada y la hizo cubrirse dentro del almacén, a pocos pasos del marco de la puerta, mientras que él disparó a los cinco hombres delante, cubiertos por armaduras con un inconfundible trabajo de soldadura detrás.
Los disparos sagaces del fusil pudieron derribar a dos, sin embargo, el hombre detrás del gatillo recibió tres disparos de lleno en su pecho antes de ser jalado por la mujer a su lado hacia la cobertura.

– ¡Carajo, Fran! Que tengas esa armadura de mierda no significa que eres indestructible.

El hombre soltó un pesado suspiro, viendo cómo las balas no pudieron atravesar su pechera con un sello de calidad que era difícil de perder.

– Gunman hizo sus armaduras también, apunta a la cabeza, el golpe de la bala contra el casco les quebrará el cuello.

– Este calibre no atraviesa el metal de ese enfermo? – Las balas de los tres restantes volaban al costado de la pareja, clavándose en la pared frente a ellos y a veces desviándose erráticamente hacia cualquier dirección.

– Te lo dije, si Gunman de verdad está con los Fuck-hers, esto será una pelea perdida a no ser que apuntemos a sus cabezas y usemos este endemoniado calibre contra ellos.

Khadija calló su propia voz, alistando su rifle mientras su mano izquierda aseguraba la carta que le daba propósito a esa masacre. Sus ojos se centraron en los tres cadáveres en el centro del pasillo, seguramente producto de la primera ráfaga que ellos mismos dispararon. Tenían armaduras forjadas por el dichoso Gunman.

La mujer se lanzó hacia los cadáveres, las balas rebotaban en el acero alrededor de Khadija y ella aprovechó su ventaja para clavar una bala certera en cada una de las tres cabezas. Los cadáveres sumaban ocho.

– ¡Khadija! – Franciszek se apresuró hacia la mujer, verificando con su vista que la mujer no compartiera destino con sus coberturas orgánicas.

– Estoy bien, estoy bien – Su tono agitado no le quitaba su agresividad. Se levantó furiosamente, recargando su rifle, con sus ojos clavados con asco en los cadáveres – Zuse, ¿cómo va Junkie con el segundo piso?

Khadija pudo escuchar el chasquido de dientes de su compañero, el cual parecía frustrado al tratar con un drogadicto que, al mismo tiempo, era el mejor elemento de ataque en la operación.

– Si ya están por el pasillo que conecta la entrada del almacén con su parte central, deben tener al menos siete cadáveres en el suelo. Junkie tiene problemas, pudo matar a cuatro funcionarios sin armadura, pero se esconde de los guardias vestidos por Gunman. Sus cuchillos no harán nada, no importa cuanta fuerza le dé esa droga.

Franciszek se apresuró a cruzar los pasillos llenos de cajas selladas y apiladas. Torres de más de cinco metros llenas de contrabando bloqueaban la visión de la pareja, quien temía por cada esquina descubierta. Khadija veía la marca de los Fuck-Hers en cada una de las cajas, sintiéndose aún más asqueada, y luego totalmente aterrada por la puerta que vio por el rabillo de su ojo.

–Fran… ¡Fran!

El mencionado se detuvo en seco y apuntó el rifle hacia dónde Khadija dirigía su mirada. El silencio fue el segundo clavo en el ataúd, ambos vieron con terror la puerta al infierno. Gritos del metal forzado, chillidos de chispas soldando, máquinas furiosas, maldiciendo a quién las use. La pareja se quedó quieta, estar a tan solo pasos de aquel mito los superaba.

– Gunman… – La voz de Junkie parecía despreocupada, incluso cuando tenía dos agujeros sobresalientes en su estómago.

La pareja apuntó sus rifles a sus espaldas, dónde se encontraba Junkie. Al ver las cataratas rojas salientes de su torso, rápidamente comenzaron a sacar vendas y gasillas de sus respectivos bolsillos.

– Mierda Junkie…como pudiste librarte de los acorazados? – Khadija comenzó a vendar alrededor del torso del delgado. Portaba una chaqueta de tela militar sin mangas y sin camisa debajo, así que las heridas eran lo suficientemente visibles incluso bajo la tenue luz de los bombillos en el almacén.

– No lo hizo – Zuse se escuchaba preocupado, su teclado era accionado erráticamente, tanto que se escuchaba por su micrófono – cinco acorazados bajando las escaleras, en pasillos tan estrechos no tienen oportunidad contra ellos.

– Te tenemos para cortarles el paso Zuse, ¡hazlo! – Franciszek parecía desesperado. La puerta, pese a mantenerse cerrada, seguía soltando sonidos dignos de un purgatorio.

– No puedo, y no está en discusión. Si la puerta se bloquea frente a sus narices va a ser obvio que ustedes tienen un topo, irían directo por mí, la Van no aguantaría ni una ráfaga de ese calibre – Zuse comenzó a repasar todas sus opciones, revisaba cámaras con rapidez, veía cómo los almacenes laterales enviaban refuerzos. De su boca salieron las palabras que todo el equipo temía escuchar. – Entren al taller.

Los tres se vieron, aterrados, ansiosos, en total negación ante la idea. Franciszek fue el que abrió la puerta, y quién entrecerró los ojos al sentir el calor que emanaba el sótano. Khadija le siguió, y Junkie, sin dolor debido a los efectos secundarios de la droga, fue el que cerró apresuradamente la puerta detrás del trío.

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