Un letrero

VENDO: así aparecía el letrero, a caracteres enormes, sobre una polvorienta vitrina, y más abajo otras palabras más pequeñas, ilegibles, ya vencidas por el tiempo.

Al lado de la vitrina, una puerta. Empujé la manilla: la puerta se arrastró y crujió al abrirse; al interno no había señal alguna de vida, de presencia humana.

Delante de mí hay un pesado mesón de madera antigua, polvoriento, donde observo una vajilla, un mortero de piedra para machacar, un cucurucho transparente y un montón de cataplasmas.

En el fondo de la pequeña pieza triunfa un anaquel lleno de pequeñas cajitas, de frascos y tubitos: cápsulas, píldoras, pastillas; hierbas, esencias, extractos; emplastos, infusos, pociones; jarabes, soluciones, elixir.

Catálogos de analgésicos, antiácidos, antisépticos; purgantes, calmantes, demulcentes; lenitivos, digestivos, sedativos. Un ejército en reposo.

Cuando cierro la puerta, esta se arrastra y cruje. Afuera el aire está fresco, y la calle solitaria. Reflexiono acerca de lo observado, medito, imagino y olvido. La vida es, seguramente, esa chispa entre dos tinieblas.