Los senderos del amor

Con descarnada racionalidad, esta maravillosa dimensión de la naturaleza humana que a todos, es de esperar, nos ha golpeado y golpea con dardos de oro y plomo y que, con el perdón de la poesía, se reduce a tres tipos de percepciones, casi exclusivamente fisiológicas.

La primera es una percepción espiritual del objeto amado que se traduce en una sensación fugitiva, no aferrada en la palabra escrita. Se vive separados del pedestre camino terrenal, suspendidos en una nube, como en un cuadro de Chagall.

El segundo círculo o fase del amor es de un tipo de percepción carnal, pura y dura atracción sexual, donde se recorren las comarcas del fuego: pasión y desborde inagotable en el placer de piel y carnalidad. Galopes sin bridas y sin estribos, como diría el poeta de los naranjos de Granada.

Por último, se llega al encuentro del tercer tipo: percepción cerebral, pincelada por el inevitable pasar de los años. Caen las máscaras de Proust sin recuperar el tiempo perdido; en los espejos de Borges aparecen las imágenes de un ego vapuleado. Es el lado oscuro del amor.

En suma, la trilogía se podría desglosar en tres senderos, mientras exista la posibilidad de amar:

Uno: la fidelidad total.

Los otros dos: la tentación de Eva y los cuernos de Lucifer.

Somos humanos, demasiado humanos.