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El mago - Fictograma
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El mago

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Barros

Publicado el 2025-09-14 13:31:23 | Vistas 315
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Marco, un adolescente, se atormentaba porque aún no sabía responder a la pregunta de su madre: “Marquito, ¿qué quiere ser cuando grande?

Y siempre respondía: “Ingeniero, mamita”.

Pero no estaba convencido de su respuesta. Por ahora, le gustaba subir corriendo la escala externa de su casa y mirar las montañas en el horizonte. Amaba el perfume de los geranios y el arrullar de las palomas y torcazas.

Un día, mientras estaba disfrutando de su molicie bajo un árbol de almendro, envuelto en el delicado aroma de sus flores, lo golpeó una idea luminosa: cuando grande sería un mago. No un mago de esos que sacan conejos desde sombreros de copa, tirándolos por las orejas. No, él sería un mago del ocultismo.

Dicho y pensado, había que proceder a dar los primeros pasos en la acción. Comenzó por leer y releer cuanto libro se relacionara con el ocultismo y sus misterios.

Magia negra y blanca, maleficios, demonología, Arthur Machen, Necronomicón, el Diccionario infernal...

Al final de este intenso viaje de formación, tuvo claro y dominado el camino y el método para evocar al demonio con éxito asegurado. Sobre todo, cómo hacerlo obedecer y someterlo a su voluntad para obtener así una serie de beneficios directamente del más allá.

Al respecto, las instrucciones de la amplia literatura consultada eran claras como la luz un día de sol. Si lograba hablar el lenguaje del buen Satán, este no le robaría su sombra, como ya le sucedió a quien había equivocado los códigos del averno.

Para Marquito llegó el momento de pasar al rito propiciatorio que presumía la máxima concentración y entrega de espíritu y principalmente de alma. Debía superar, en la ejecución de la invocación, algunos pasajes de alto riesgo. No lo desanimaba este hecho.

Afrontarlos —pensó— valía la pena, considerando que su primera invocación del príncipe de las tinieblas contenía el deseo de superar su próximo examen de geometría, ya dos veces reprobado. Por ahora, la edad adulta y su vida de mago podían esperar; ahora había que ir a los asuntos prácticos y contingentes de sus estudios del presente. Tiempo para el mañana, el calendario señalaba: abundante.

Cogió el libro más renombrado en la materia y se atuvo rigurosamente a las instrucciones.

Procedió a diseñar en el piso de su pieza, con un trozo de tiza blanca, la figura geométrica indicada. Se metió dentro y pronunció, con devoción y fe sobrenatural, las palabras rituales, y el demonio se materializó. Le pareció horripilante.

Una vez que Marco pidió su deseo, el demonio lo aferró con fuerza inhumana y lo hizo desaparecer entre las líneas de tiza, donde Marquito erróneamente había diseñado la figura geométrica equivocada.

Una fatal desatención no permitida en los rituales de magia negra.

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