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El Oso y la Madre, Capitulo 3 - Fictograma
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El Oso y la Madre, Capitulo 3

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Zdvorpal

Publicado el 2025-05-28 14:07:29 | Vistas 103
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Tercer Preámbulo: La luz que brilla en la oscuridad.


De no ser por la hoguera que era la única que aún rompía el silencio, la arboleda se mantendría en completo silencio, aun cuando la la brisa abanicaba con cierto cuidado la copa de los pinos, se mantenía en silencio, aun incluso cuando los búhos u otros animales de la noche, ocultos en las sombras, observaban con timidez y cautela el brillo proveniente de la reunión improvisada alrededor de las llamas. Incluso cuando el viejo carraspeó llamando la atención, para que volviera a ser el centro del universo, mirando la piedra frente a él a través de las llamas para continuar con su historia.


–Los humanos, frágiles y curiosos, siendo tan efímeros y volátiles,  siempre buscando respuestas a preguntas que no pueden comprender en sus cortas vidas y al mismo tiempo, egoístas, envidiosos y codiciosos. Capaces de epopeyas y gestas dignas de ser contadas y recordadas o de masacres e injusticias innombrables. El humano y su doble rasero, pero… ¿acaso no lo tenemos todos?. -dijo el viejo lanzando pequeñas ramitas al fuego, con una mezcla palpable de angustia, rabia y frustración. -El Oso. -continuó el anciano tras un largo suspiro. -ha acumulado más noches que la luna caminando en solitario, a excepción de la compañía de la culpa por lo que su vieja amiga y ahora guerrillera, llevaron a cabo en la capital del reino. Pese a que Fulgora, mantenía viva la esperanza portando una bandera de libertad, su camino dejó regueros de sangre y destrucción. 

Él, que pese a saber el poder que albergaban sus manos, soportaba todo el peso de la culpa sobre sus hombros. Utilizó la experiencia obtenida en los caminos perdidos de la mano de los dioses, caminos que no le conducían a ningún buen puerto. 

Como tantas otras noches le condujeron a una pequeña aldea de la península. -el viejo levantó una ceja mirando entre el chisporroteo del fuego.- En la aldea cuyo nombre no quiero acordarme, como cada vez, el Oso se escabulló como una serpiente entre los arbustos, las sombras le daban el suficiente cobijo para observar, aprender y en el último de los términos, identificar a sus hermanos “Cambiaojos”-el anciano se desperezó poniéndose en pie, estirando la espalda, con ambas manos en los riñones, al tiempo que retorcía su cuello para hacerlo sonar. 


Sabiendo que su repentino silencio rompió la inmersión de la historia, se tomó su tiempo para llevar a rastras con el pie otro tronco que dejó rodar, con demasiado cuidado, sobre las brasas. Tomando otro bocanada de aire,  continuó con su relato. -Estamos todos cansados, él también, agotado por la verdad incómoda a la que se enfrentaba. Hay muy pocas cosas que diferencien  los humanos de los que pueden alterar sus ojos, casi es mejor, buscar los puntos en común, como por ejemplo que en ambos, son personas y las personas, son impacientes, ansiosas. 

Lo anhelamos todo, ahora, lo queremos de inmediato, no soportamos esperar aun sabiendo que el tiempo es la mano que guía al sabio, otro ejemplo, es como te has sentido mientras añadía leña al fuego, estoy seguro que has pensado en lo estúpido que  ha sido el momento. -su sonrisa burlona de medio lado se iluminaba bajo la mano de las brasas. -Para poder tener éxito en su empresa, el Oso acopiaba toda la paciencia que no gastaba en mantener a raya los deseos homicidas que provoca una sociedad decadente. 

Enseñar a los “Cambiaojos” a escuchar y entender el canto de las cuerdas, de oír sus fundamentos y aprender a canalizar su resonancia, era la forma en la que el Oso, el antiguo peleador, se convirtió en maestro. Con estas pequeñas lecciones, que se debían aprender en una semana, el tiempo que tardaban en llegar a la corte las noticias de que el Oso comenzada, de nuevo, su danza para liberar a los antiguos esclavos y a estos les daba un propósito y un nuevo nombre, en honor a la cuna de su poder, los “Resonantes” como serán conocidos entre ellos desde aquel momento, aprendieron a ser personas, ser alguien. 

Para alguien como tu o yo, siendo libres, no es gran cosa, pero para ellos, era un mundo. 

Su mundo.


Se produjo un silencio en la arboleda, mezclando las emociones cargadas por el cuenta cuentos en el ambiente y para más emoción, quizás para sacudir un poco más el avispero en la mente de quien le oye, el anciano continuó hablando en un susurro, robando a las llamas un brillo que depositó en sus ojos, un pequeño destello que fácilmente se podría haber confundido con ilusión.

-El Oso, procuraba ser tan cuidadoso como un adolescente que se escapa por la ventana o el gato que pasea entre dimensiones de la noche, aunque no siempre funcionaba, y en aquellos casos… 

Bueno, en esos casos, los humanos aprendían por las malas por que se le llamaba Oso. De algún modo, llegó hasta él los rumores de una “Resonante” que comenzaba a difuminar las pistas que él dejaba a su paso de manera involuntaria. Se decía de ella que era poderosa, casi milagrosa. Ella no temía usar su poder, lo hacía con humanos o con “Resonantes”, con reyes o con mendigos.

Se ganó el respeto de aquellos a los que ayudaba,  no se escondía y al tiempo que él lideraba a una aldea, ella ya había liberado varias más. Por supuesto era parte del juego, parte de la leyenda que estaba surcando y sacudiendo las coronas humanas. 

Desde los Reinos Blancos hasta los Orientales, llegando incluso a los fundamentalistas Corsarios de los mares. Todas las Coronas tenían informes de como un “Cambiaojos” con el amparo de la noche, asaltaba aldeas, robando ganado y envenenando con mentiras al pueblo. -el viejo volvió a su tono rabioso mientras se sentaba sobre la piedra, en silencio frunció el ceño mientras arrugaba los ojos y miraba a través de las llamas.- Sé que no eres estúpido y que sabes que cuando los humanos hablan de ganado se refieren a los “Resonantes”. -espectó analizando las reacciones de quien quiera que le escuchara. -Y si no te habías dado cuenta, fingiremos, los dos para que no te hagas daño, que eres lo suficiente inteligente como para haberte dado cuenta. -el caballero suspiró sobre la piedra y, aun con el ceño cerrado sobre sí mismo, en una arruga que acentuaba más su edad, continuó. 


-Incapaces de encontrarlo, asalto tras asalto, aumentaban la presión para impedir la fuga de talento que sufrían, -enfatizó las últimas palabras con un ademán con dos dedos de una mano sobre la palabra “talento”. -los perros del Rey llegaron a poner precio a la cabeza del Oso. Claro el nombre  real del Oso se había perdido como lo había hecho la identidad de aquellos a los que los humanos pusieron grilletes, al mismo tiempo, que hacían oídos sordos de la otra “Resonante” de la que las próximas leyendas hablarían.

Eran tiempos confusos, mientras el maestro, aprovechó el anonimato que le brindaba esa nueva estrella, él aprendía más, cuando el sol golpeaba la noche, enseñaba a los nuevos talentos a recorrer la senda por sí solos y cuando la inmaculada luna reflejaba la luz del astro rey, se fundía en la resonancia de las cuerdas.

Era como nadar en la eternidad del tiempo o quizás como comer helado demasiado rápido, no lo sé, lo que si me puedo imaginar es como el Oso, se instruyó a sí mismo.

Aun así, algo no andaba bien, él sentía que por mucho que se esforzara, por mucho que luchara contra la realidad que le estaban obligando a vivir, él no podría salvarlos a todos.

Finalmente, ocurrió. El Oso se cansó de ser víctima de sus propias ambiciones que sólo le trajeron cargos de conciencia, el desgaste del eco de la mentira que mil veces repetida, se convierte en verdad, se rindió, ahí fue donde se encontró a sí mismo perdido en su propia verdad, quizás fue el cansancio o quizás, sencillamente es que ella supo dónde mirar. 


Sea como fuere, -continuó el viejo con un golpe de voz. -el destello, como la llamaban, se dio de bruces contra el Oso. Por supuesto nadie sabe con certeza cómo fue el primer encuentro entre la Madre y el Oso, no está escrito en ningún recuerdo, más que en los que  ellos poseen, pero me gusta soñar que fue dulce, que ella recogió al rezagado. -hablaba de ella como de su propia madre, con el amor que solo un hijo conoce al ver una vieja foto encontrada al fondo de un baúl olvidado. -Me gusta pensar que él, como nosotros, encontró su camino en el momento en que la conoció, pero nunca se sabrá ¿no?

Lo cierto, es que cuando los dos se juntaron, solo fue cuestión de días, hasta el último de los humanos, se hubo enterado y la respuesta no fue tan positiva.

La Madre, resultó ser incluso más poderosa que el Oso, de algún modo, su cuerda es diferente, resuena con la misma pureza que la vida o la muerte. Bien podría haber elegido ser una novia más de la Bellamuerte, pero en su lugar, ella quiere lo contrario. -tuvo que pestañear varias veces para enjugar la emoción acumulada en sus ojos.


La Madre. -continuo. -es capaz de hacer que las heridas se cierren, que el dolor cese, que los huesos vuelvan a estar sanos y fuertes o de que olvides hasta el dolor del alma. Era y es la otra cara del Oso, son y serán las dos vueltas de una moneda. Se volvieron fuertes el uno al otro y se convirtieron antes en profetas de las cuerdas que en leyendas. Y eso a los reyes no les  gusta, jugar con el bolsillo ajeno está mal, sobre todo si quien pone las reglas de juego cree que es quien manda.

Tanto los Orientales, con sus viejas creencias imposibles de explicar, los Corsos con sus dioses pintados o los clásicos continentales que casi se bendecían a sí mismos, estuvieron más que de acuerdo en unirse ante esta amenaza. 

Otra vez, -dice en un susurro ronco. -otra vez y otra vez, los humanos vuelven a equivocarse con la misma piedra. 


Siendo objetos inamovibles, en su plano y  colisionarían con una fuerza tan imparable como lo es la  evolución.


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Vara 2025-05-28 20:19:41

La figura del anciano orador está bien lograda. Solo revisa el primer párrafo donde la palabra "silencio" causa una pequeña cacofonía. Cada día me está gustando esta historia del Oso y la de Fulgora.