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Re: Abyss - Fictograma
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Re: Abyss

Avatar de Dioniss

Dioniss

Publicado el 2025-07-30 20:18:26 | Vistas 148
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Prologo

Un bosque como cualquier otro, perdido en alguna zona de alta montaña. Frío, oscuro, silencioso... O al menos, casi silencioso.

Aún en shock, Joseph observó con horror la escena a escasos ocho metros de distancia: una criatura colosal, similar a un oso, devoraba los restos de un hombre. La víctima, aunque había logrado herir a la bestia en su lucha desesperada, no había podido vencerla. Ahora, el monstruo se daba un festín, haciendo crujir los huesos y desgarrando la carne ensangrentada.

El joven intentó retroceder con sigilo, sin apartar la mirada de la amenaza. Primero el pie izquierdo, luego el derecho. Otra vez el izquierdo, nuevamente el derecho. Estaba a punto de repetir el movimiento cuando el crujido de una rama a su espalda le heló la sangre. Un escalofrío recorrió su médula y se extendió hasta la punta de sus dedos.

Vio cómo la criatura alzaba la cabeza y olfateaba el aire. Parecía mirarlo directamente... o eso creyó, hasta notar que sus ojos habían sido arrancados de un solo corte preciso, dejando apenas un vacío aterrador.

Su observación se vio abruptamente interrumpida cuando el monstruo soltó un rugido gutural y, sin previo aviso, arrojó los restos de su víctima detrás de sí. Luego, se lanzó a cuatro patas y corrió directo hacia Joseph.

Impulsado por el instinto, el joven saltó a un lado sin preocuparse por la caída, terminando sentado en la tierra. Con el corazón por los oídos, vio cómo la criatura frenaba torpemente. No podía quedarse quieto. Debía huir. Se puso de pie tan rápido como pudo y corrió en la dirección opuesta.

No había avanzado demasiado cuando, de repente, tuvo que arrojarse al suelo nuevamente. Un feroz zarpazo pasó justo donde había estado un instante antes; de no haber reaccionado a tiempo, habría perdido un brazo.

Rodó por la tierra y, con la respiración agitada, levantó la cabeza. Sus ojos se movieron frenéticos de un lado a otro, buscando desesperadamente algo con qué defenderse. Solo encontró tablones podridos, rocas pequeñas, escombros... Poco a poco, la esperanza se desvanecía.

Hasta que lo vio.

Algo que, quizá, podría salvarlo. Con prisa, y aprovechando que el monstruo había chocado contra un árbol, se lanzó sobre aquel objeto, tomándolo con firmeza. Sin perder un segundo, corrió a refugiarse detrás de otro tronco, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.

Alargó los brazos y observó con detalle lo que había tomado: un viejo fusil de cerrojo. Al darse cuenta de lo que sostenía, notó cómo sus muñecas temblaban. El sonido metálico de las piezas sueltas dentro del arma resonaba como maracas en sus manos temblorosas. Tragó saliva y, con esfuerzo, llevó los dedos al cerrojo para abrir la recámara, con la esperanza de encontrar al menos una bala.

Un rugido lo sacudió de golpe. Su respiración se volvió errática. Apretó el fusil con más fuerza y se preparó para asomarse desde detrás del árbol.

Entonces lo escuchó.

El crujir de la madera, justo encima de él.

Por un instante, el tiempo pareció ralentizarse. Su corazón latía con tal fuerza que lo sintió en la garganta, cada latido acelerándose, amenazando con desgarrarlo desde dentro.

Los trozos de madera descendieron en una lluvia caótica. Joseph giró hacia adelante en un intento desesperado por apartarse.

Apuntó el arma con manos temblorosas, su respiración entrecortada. Mientras rezaba en silencio, implorando que estuviera cargada, tragó en seco y apretó el gatillo.

Un instante después, el sonido de carne rasgada invadió el aire, seguido por el último latido de un corazón... y, finalmente, el ruido seco de un cuerpo desplomándose.

La cabeza había volado. Su muerte era innegable.

Pero por encima de cualquier otro sonido, destacaba el latido frenético en el pecho de Joseph, como un tambor golpeado sin cesar. Su respiración era errática, y sus ojos desenfocados temblaban, formando una triada perfecta de miedo, adrenalina y shock.

El cuerpo de la bestia yacía sobre el tronco delante suyo.

Las rodillas le fallaron y cayó sobre ellas, sus manos apretaban con firmeza el rifle. El cañón, destrozado, se había abierto como una flor.

El joven se llevó una mano al pecho, jadeando, y sin darse cuenta, manchó su ropa con la sangre que chorreaba del cadáver. La brisa fría le quemaba los pulmones, robándole el aire y dificultándole la respiración.

Estaba exhausto. Cada vez que el viento helado chocaba contra su piel, un escalofrío le recorría el cuerpo. Aun así, con esfuerzo, se incorporó lentamente del suelo. Intentó regular su respiración, obligándose a recuperar la compostura, aunque sus rodillas temblaban de forma incontrolable.

Trató de ignorarlo y se enfocó en su entorno.

Los árboles eran inmensos, alcanzando casi la altura de un edificio de cuatro plantas, según pudo calcular. Todo a su alrededor era sombrío. Los escasos rayos de luz que lograban filtrarse entre las copas apenas iluminaban el lugar, pero, tras unos segundos, sus ojos se acostumbraron a la penumbra.

Fue entonces cuando lo notó.

Había ignorado casi por completo los escombros dispersos a su alrededor. Restos de casas. Ruinas.

Un pueblo.

Estaba en lo que alguna vez fue un pueblo.

El silencio era sobrecogedor. Ni siquiera su propia respiración parecía emitir sonido alguno. Pero entonces, tras un largo instante de desconcierto, aspiró una bocanada de aire y sintió, por primera vez en lo que pareció una eternidad, que volvía a la vida.

Con la voz entrecortada y temblorosa, tomó aire con dificultad antes de gritar con todas sus fuerzas:

-¿Hay... alguien?

Esperó unos instantes.

Nada.

-¿Hola? -insistió, su voz resonando en el vacío.

Silencio.

Dio un paso, y el crujir de las ramas bajo sus pies rompió la quietud. Tragó saliva, intentando ordenar sus pensamientos.

-La... -se detuvo un segundo, buscando un nombre para la bestia- Grisha... -continuó-. Es-Está muerta... pueden s-salir.

Mientras hablaba, sintió cómo su aliento y su energía volvían poco a poco. Dio otro paso, su mirada recorriendo el lugar con cautela... hasta que lo vio.

Y entonces entendió el silencio.

Frente a él se alzaba una montaña. Inmensa. Descomunal.

De cadáveres.

El estómago se le revolvió al instante. Un espasmo lo sacudió, el vómito amenazando con subir por su garganta. Se giró de inmediato, evitando seguir viendo aquella escena macabra, aquella muestra de sadismo puro de lo que había llamado Grisha.

Detrás de él, mientras aún contenía las náuseas apretándose el estómago con ambas manos, algo comenzaba a levantarse entre los cadáveres.

Avanzaba lentamente, con la vista borrosa, enfocando la espalda de Joseph. La figura parecía alta y vestía ropas inusuales: un abrigo gris largo, un pantalón holgado y unos zapatos negros con figuras extravagantes. A medida que sus ojos, como si giraran en espiral, empezaban a enfocar, pudo ver más detalles del entorno: los árboles, el suelo cubierto de hojas secas, todo tan cerca, tan real.

Finalmente, Joseph lo sintió. Algo. Una presencia. Oyó un leve sonido y, de inmediato, supo que lo estaban observando. Se giró bruscamente.

Sus ojos se iluminaron por un instante, llenos de esperanza y emoción.

Frente a él, de pie, había una niña, que no aparentaba más de siete años.

Se arrodilló y la abrazó sin pensarlo.

Luego se apartó un poco y, sujetándola por los hombros, preguntó con una mezcla de tristeza y desesperación:

-¿Eres la única? ¿Estás bien? ¿Tienes alguna herida?

El rostro de la niña era inexpresivo, congelado en una neutralidad inquietante. Joseph, desconcertado, frunció el ceño, su expresión cambiando rápidamente a preocupación.

-Todo estará bien ahora, no te preocupes -dijo con una voz forzada, intentando sonar firme. Pero no lo estaba. Él mismo estaba lleno de miedo, con la mente inundada de preguntas sin respuesta.

Buscando calmarse a sí mismo -y a ella-, intentó tomarle la mano.

Pero algo no encajaba.

Su mano... era demasiado larga.

Joseph lo notó de inmediato. Al incorporarse lentamente sin soltarla, se percató de algo más: tres delgados hilos negros se extendían desde la espalda de la niña. Dos llegaban hasta sus brazos... el tercero, directo a su torso.

Bajó la mirada hacia la niña. Su brazo colgaba, alargado hasta el suelo, mientras ella lo observaba fijamente, como si mirara dentro de su alma.

De repente, su cabeza giró violentamente 90 grados hacia la derecha. Sin un solo crujido. Como si no tuviera huesos.

Joseph, aterrorizado, soltó el brazo alargado de la... criatura. Ya no podía verla como una niña. Ni siquiera como algo humano.

Y entonces, la cabeza giró de nuevo. Pero esta vez, no fue solo eso. Algo más había cambiado.

Un dolor agudo estalló en su costado izquierdo y espalda. Antes de comprender lo que ocurría, ya estaba volando entre los escombros de una cabaña.

Frente a él, la criatura se alzaba, su cuerpo aún más alargado, desproporcionado. Su rostro comenzó a disolverse mientras giraba, convirtiéndose lentamente en una espiral sin fin.

Joseph intentó levantarse para huir. Pero no fue rápido. Su visión se aclaró apenas un poco, lo suficiente para reconocer el cadáver de Grisha cerca de él.

La criatura se arrastraba velozmente hacia él, como un parpadeo de oscuridad.

Preso del pánico, Joseph agarró lo primero que tuvo al alcance: una linterna de aceite vieja. Levantó el brazo, dispuesto a defenderse...

Pero no hizo falta.

La criatura desapareció.

Como si nunca hubiese estado allí.

Solo quedaba él, en el suelo, en medio de un bosque vacío y silencioso.

Tras un sonido metálico el rostro de Joseph era de desesperación, lágrimas brotaron y tras ellas un grito débil. Un golpe al suelo y más gotas salinas cayendo a la tierra.

-Maldita sea, cuando pasara toda esta locura.

Se echó hacia atrás y cayó sobre el cadáver de la grisha, su mirar paso hacia la copa de los árboles, se sentía tan pequeño, suspiro y se cubrió los ojos con el brazo queriendo descansar un poco.

Más sin embargó algo llamó su atención, sentía algo de calor a su costado, bajo la mirada y lo vio, la linterna estaba encendida

La tomó con cuidado y noto cómo el bosque se vuelve más oscuro, como los árboles cambian de sitio repetidamente y como su entorno se volvió errático, para que al paso de segundos se quedará estático en seco.

Era como si hubiera viajado entre todos los bosques circundantes, dejó la linterna y aun mas confundido volvió a arrojarse a la grisha para descansar. -Solo quería un día tranquilo.

Miró su cuerpo, traía ropa común, unos tenis deportivos, un pans gris, una playera blanca y una sudadera a juego con el pans, pero por alguna razón ahora estaba en un bosque desconocido en medio de la nada.

Intento pensar en lo último que recordaba: Eran no más de las cuatro de la tarde, estaba de camino a casa luego de haber comprado unas cosas que quería. De ahí en más, nada. Solo estar en el bosque delante de la bestia en la cual ahora se recostaba.

Se sentia tan cansado ahora mismo que su cuerpo se relajo, sus extremidades se sentían tan pesadas que le era casi imposible levantar siquiera un dedo.

Terminó por caer en un letargo profundo casi en segundos.

No le alcanzó el tiempo para tener algún sueño, un dolor intenso hizo que se despertara soltando un grito desgarrador, la piel le ardía, sudaba por el repentino subidón de temperatura sin embargo esto no apaciguó nada; Este mismo era el causante de la agonía que sentía, tenía los ojos en blanco mientras se retorcía en el suelo, entre sus alaridos apretó los puños en un intento inutil de aguantar el dolor.

Sus gritos de dolor no eran más que simples esporas que el viento llevaba en aquél bosque que permanece silente, imperturbable.

Ante la creciente infamia se fue arrancando la piel tirando de ella hasta desgarrarla dejando expuesto el músculo latente ante los espasmos de dolor generalizado.

Extrañamente, no estaba sangrando, solo sudaba. El dolor se fue intensificando tanto que empezó a apretar los dientes con tanta fuerza como para doblar una barra de metal.

Y asi como esto empezó, terminó de la misma forma: Instantánea.


5.0 (1)
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Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-07-30 20:38:25

Qué buena historia de horror. Siento que el párrafo final y la frase de cierre están de más. Hay que afinar algunas palabras y expresiones que se sienten repetitivas, y listo, se transforma en un relato de buen nivel, sobretodo por su originalidad. Saludos.