Fictograma

J-H_Vivanco61

Publicado el 2025-07-31 17:13:05 | Vistas 137

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Santa Viktorina Volkov

La Casa Volkov llegó de Hungría en el 1303, a raíz de una expulsión masiva de extremistas religiosos, a los territorios que antes eran llamados Tierras de Bales. Al llegar, instalaron el primer modelo de gobierno oficial, el Zarato de Volkovia, y reemplazaron al antiguo Canado.

Pero, muchas dificultades enfrentaron durante sus primeros siglos de existencia: desde la caída de su Casa, la imposición de los Petrenko, y la llegada de los Kaizov al poder. Sin embargo, esto no paró sus objetivos de poder, y, a pesar de las diferencias entre las Casas, en 1560 se fundó el Triatado de Volkovia, y la firmante de los Volkov, fue la zarina Viktorina Volkov.

Su leyenda antes de 1560 era desconocida para la mayoría; no había ningún tipo de acto o fundamento más allá de su gobierno sobre la provincia.

Sin embargo, eso cambió con un aterrador episodio, que cambiaría a todo su linaje.

El 3 de octubre de 1561, en los umbrales de la celebración del 27° Consejo Imperial de la Fé en Agón, la zarina recibió una desagradable visita nocturna en sus aposentos.

Un ruido molestó su letargo, y se levantó de su descomunal cama, avanzando en silencio a través de la noche. Iba sosteniendo algo en su mano izquierda, acariciándolo lentamente con la yema de su dedo.

Al llegar a lo que era el Trono de Volkovia, en la Sala de Juntas de su palacio, iluminado levemente por la luna de octubre, la más bella de todo el año. Y de repente dos figuras se le abalanzaron con violencia, ocultas en la poca oscuridad que había.

Pero Viktorina no era solo una gobernante indefensa: había servido desde su juventud como soldado de la Guardia Real de Volkovia, como comandante de un regimiento entero; sus habilidades eran el prestigio mismo de la Casa Volkov desde su fundación.

Su hoja escondida en su vestido de noche se movía como un polilla en la noche, buscando a sus atacantes, y soltando cortes que lanzaban sangre verde y roja en el entorno.

Parecía una danza más que una lucha.

Ambas figuras, vestidas con trajes y armaduras extravagantes, reían y se mofaban de Viktorina; pero ella no respondía, pues su temple era de acero y nieve, forjado por la fe inquebrantable al Dios Agonizante.

Llegó el momento en el que la luz del sol bañó el salón en el que estaban, y pudo ver con más claridad que antes de quienes se trataban: Sacro y Profano, Los Gemelos.

Cuando vió sus rostros, fue demasiado tarde.

Le desgarraron el vientre y el rostro, mientras devoraban su estómago y su lengua. Se dieron un festín con su cuerpo, y solo dejaron una masa irreconocible de carne y hueso deshecho.

Pero el acto de violencia fue visto por el Padre en su agonía, y devolvió la vida a su cuerpo inerte, cosiendo con rosarios su carne.

Al tercer día, Viktorina Volkov se levantó de su descomunal tumba en las costas de Volkovia, llena de dolor, vergüenza y rabia. Su venganza en contra de Los Gemelos se narra desde entonces, siempre en el límite de la fantasía y la leyenda, aunque las pruebas acerca, –las cabezas de Sacro y Profano empaladas en el Palacio Real de Volkovia–, nunca son puestas en duda.

Su efigie, más una réplica exacta de su cuerpo que una estatua, nunca ha sido puesta sobre algún ejército, a pesar de que en la Orden Santa la conocen como Santa, en todos los sentidos.

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