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Del Kleos al Fuego: Cap. 1 - Fictograma
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Del Kleos al Fuego: Cap. 1

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Hanz_Frizt1914

Publicado el 2025-08-05 05:02:10 | Vistas 87
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Sinopsis:


Y recuerda: esta no es solo una historia... es nuestra historia.
(En un mundo marcado por la ruina, donde la gloria de los imperios se ha reducido a cenizas y los mitos se confunden con la historia, una sola alma lucha por encontrar sentido, verdad... y humanidad.
Europa, siglo XI. Las antiguas columnas del orden se tambalean. La fe ya no guía, los reinos caen, y las criaturas del caos se filtran entre los restos de la civilización. En medio de todo, un hombre común—un vigía, un cobarde, un lector de historias perdidas—se verá arrastrado hacia una verdad más grande que él. Un códice olvidado. Un nombre borrado. Un pasado que aún arde. ¿Puede alguien enfrentarse a las cenizas del mundo... sin arder junto a ellas? “Del Kleos al Fuego” es una novela de ficción histórica y fantasía oscura donde mito, memoria y humanidad se entrelazan. Es una reflexión sobre el peso de la historia, el precio de la gloria, y el silencio de aquellos que lo dieron todo... para que otros pudieran tener algo.)

En algún rincón del subconsciente humano —cuyo nombre no recuerdo— nace, del infortunio, la necesidad de proteger a toda costa nuestra vida y la de los demás. Es esta urgencia la que nos dota de un espíritu indomable, reflejo de las convicciones que arrastramos como una raza remanente de complejidad. Ese mismo espíritu se manifiesta día y noche en el gremio de aventureros de Rozmarynie, donde los yunques no dejan de sonar, los grupos no cesan de partir y la ayuda nunca tarda en llegar.


Tras varios años aquí como simple aprendiz, al fin se me ha dado la oportunidad de ascender. Ahora puedo aportar en esas misiones de las que solo unos pocos regresan... para contarlas.

Y entre todo lo bueno… no estoy yo.
Como se puede apreciar, soy ese:
Cabello oscuro, más por el carbón de las brasas que por genética.
Piel de campesino cortesía de la madre tierra.
Ojos café oscuro, para no quemarme la vista con este sol que no perdona.
Y, por supuesto, un hambre inmunda que me acompaña como sombra, cortesía de mi dieta exclusiva de pan duro y agua de pozo.
—¿Cómo llegué aquí? Se preguntarán...
Justo en la mejor parte de mi reflexión matutina, no miré por dónde pisaba. Un peldaño mal puesto, un crujido traicionero y…
¡Bam! Cara al suelo por segunda vez en este día.
Pero no se preocupen. Podemos caer cien veces, mientras sepamos levantarnos ciento y una.
(Claro, aunque ya llevo buen rato tirado aquí, pensando si vale la pena ganarme ese miserable pan duro, que me hace pensar, que la tierra quizás no sepa tan mal...)
Siglo V tras la caída del Imperio, y año mil desde la llegada de las Escrituras Sagradas. Nuestro pequeño protagonista nació en las lejanas y frías tierras del Oeste. Sobrevivió como pudo gracias a su madre y su padre, cuyos nombres apenas recuerda… los perdió apenas siendo aún niño. Un día, un grupo de exploradores del gremio lo halló. Lo acogieron. Le dieron techo, trabajo y propósito.
Hasta que, por “ciertos inconvenientes con el noble local”, tuvo que migrar al Este. No está en la mejor situación... pero tampoco en la peor.
—En fin… ya me dolió suficiente.
Me levanté, sacudí la ropa, tomé mi bolsa (casi vacía, como siempre) y salí al fin. Hoy me espera alguien.
Y con suerte… quizás también un desayuno.
Tras caminar un rato, llegué a mi destino. Fui sorprendido por una voz familiar, aunque sinceramente no creo recordar su nombre.
—Buenos días, West.

—Buen día, Talya. ¿Cómo va todo?
—Bien. Tal parece que sí te acordaste de mi nombre.
—¿Y cómo no, si me lo dejaste grabado a golpes?
—Exagerado. Eres tan cabeza hueca que ni tu nombre sabes.
—Memorizar no es lo mío. Aunque de hecho me gusta que me llames West. Solo que tengo un problema... delatas de dónde vengo. No vaya a ser que empiece a llamar la atención más de la cuenta.
—Igual no se te acerca ni una mosca.
—...Pues parece que la única mosca acá er—
Antes de terminar la frase, Talya le estampó un manotazo en el hombro.
--Parece que el único idiota eres tú.
—Parece que la única mier—
Esta vez, el puñetazo fue directo al rostro. Mucho más fuerte.
—Modera tu lenguaje. ¿Acaso no te escuchas al hablar? ¿No dijiste que “por la boca muere el pez”? Pues parece que quieres llegar a tu funeral más rápido de lo que quieres ir a comer.
—¡Idiota! ¡En la cara no! Vas a dañar mi esculpido rostro.
—Tal parece que se les olvidó a los dioses. ¿Por qué no mejor ahorras para un espejo?
Continuaron charlando mientras cruzaban las frías calles de Rozmarynie, como si nada ocurriera a su alrededor.
A un lado, una fila de gente esperaba su ración diaria de sopa aguada, repartida por un templo local cuyos sacerdotes parecían más interesados en la limosna que en la plegaria.
En una esquina, un hombre gritaba que había sido estafado en el mercado, mientras los demás lo miraban con indiferencia: ya era costumbre que los pesos fueran falsos y los billetes estuvieran inflados.

Las casas, de piedra agrietada y madera astillada, parecían sostenerse más por orgullo que por estructura.
Niños corrían entre las sombras, algunos jugando, otros buscando algo que llevarse a la boca. A nadie le importaba. A nadie le importa.
Lo curioso no era la decadencia…
Lo curioso era como se aparentaba.
El hambre ya no era un escándalo. La injusticia ya no sorprendía.
Era solo… un martes cualquiera en la mañana.
En eso, una cara familiar se acercó: era Brullen, junto con Dunski y Caelis. Viejos conocidos. Junto con Talya, formamos un grupo curioso, diría yo. Después de todo, la mayoría no era nativa de esta zona y, al igual que yo, llegaron escapando de la guerra y la miseria.
Brullen viene de la zona fronteriza, donde se dice que fue soldado hasta que una flecha le atravesó la rodilla. Ahora se gana la vida como vigilante.
Dunski viene de más allá del mar. Se cuenta que era pescador, pero tras un naufragio terminó perdido en este continente. Hoy trabaja como vigía en los muelles y, de vez en cuando, ayuda a los nuevos pescadores.
Caelis, hijo del clero, fue abandonado en la iglesia de la capital imperial del Este. Se dice que, tras cometer un crimen, fue condenado al destierro y terminó vagando hasta llegar aquí. Ahora enseña a leer, a contar, y —sobre todo— intenta darles dirección a los críos. Finalmente está Talya. De ella no se conoce procedencia cierta. Se dice que fue encontrada de bebé en un barco, en las costas del imperio. Pero como era una zona recién reconquistada, no hubo buen entendimiento… y por azares del destino terminó criada en las grandes llanuras.
Solo se sabe que los pobladores la llamaban “Talya Talya”, aunque nadie sabe qué significa.
Al final, todo se reduce a esto: hablamos el lenguaje universal del imperio… o nos toca ser excluidos de los pocos beneficios que se nos conceden. Aunque, siendo sinceros, el único importante es que se nos permite vivir.
Según contó ella misma, cuando volvió en busca de respuestas, el pueblo había sido arrasado por el imperio tras resistirse a la conversión.
GONNNNGGGG.

Un solo golpe, seco, contundente. No hizo falta otro; el eco ya resonaba en sus cabezas como de costumbre.
—Otra vez —murmuró Brullen, con una mezcla de hastío y resignación.
—Demonios —gruñó Dunski, ya ajustándose el cinturón.
—Debe ser la tercera vez este mes —dijo Caelis, mientras trazaba un símbolo de protección con la mano.
—¿Y piensan quedarse parados todo el día? —interrumpió Talya, echando a correr.
Nadie respondió. Todos sabían lo que significaba esa campana: algo venía. Algo suficientemente grande como para que hiciera falta más que una patrulla. Y ellos, por elección o por hambre, eran parte de la defensa.
Las calles de piedra crujían bajo sus pasos mientras se dirigían a la muralla exterior. Al llegar, vieron a otros como ellos: aventureros, magos, soldados a medio vestir, jóvenes demasiado emocionados para entender el peligro.
En la distancia, el bosque se agitaba. Las sombras se movían como si respiraran. Algo estaba saliendo.
—Monstruos del este —dijo alguien entre dientes.
—¿Cuántos?
—Los suficientes como para ganarse la paga.
Cada uno tomó su posición.
Brullen, al frente, espada en mano.
Dunski, sobre un saliente, con el escudo apoyado sobre los dientes.
Caelis se apartó unos pasos, murmurando palabras antiguas.
Talya se perdió entre las alamedas.
West respiró hondo y se dirigió a la retaguardia: estaba listo, atento a la situación para dictar las órdenes.
Y entonces llegaron.
Pequeños al principio.
Muertos vivientes, de dientes amarillos y equipamiento antiguo.
Bestias con ojos ciegos, pero olfato asesino.
Nada que no hubieran visto antes… aunque esta vez, había algo más entre ellos. Más alto. Más callado. Y con una mirada que no era de este mundo.
Y empezó.
Las hordas cargaron.
Salieron disparadas como una estampida, pisaban fuerte, y la tierra temblaba.
La tensión se sentía en el aire, densa, casi visible. Y entonces las órdenes no tardaron en llegar:
—¡Fuerzas de choque, avancen! ¡Muro de escudos y prepárense para recibir el impacto! ¡Flancos, esperen mi señal para envolver… ¡Ahora!
Los hombres cargaron al frente con escudos y lanzas hacia adelante.
Y entonces se detuvieron en seco.
Formaron el muro. Firmes. En silencio.
Y se prepararon para resistir el impacto.
Mientras tanto, desde los muros,
las flechas volaban,
las ráfagas de hechizos llovían,
los arqueros hacían cobertura
y en los flancos esperaban la señal.
Pero no importa.
En realidad, aquello no importaba.
La historia de una ciudad no se mide por las batallas que enfrenta.
Hay que mirar las calles después de la batalla.
Como aquellos niños, rodeados de sus propios muros.
No solo ignoran lo que acontece afuera, sino también lo que acontece dentro.
Juegan alegremente, pese a que, en cualquier momento, por un mal descuido, podrían ver cómo alguien pierde la vida… o peor aún, perderla ellos mismos.
Aunque se les enseñó a defenderse, todavía no están listos.
Su maná es débil comparado con el de un adulto, y aún más frente al de un mago.
Ni siquiera saben cómo manifestar el principio básico.
La primera vez se describe como un escalofrío recorriéndote desde dentro.
Aunque la magia es parte de la vida diaria, pocos saben de dónde viene.
Algunos dedican vidas enteras a entender ese regalo divino.
Pero yo… yo sé algo más simple.
Esa energía, ese “sentir”, es en esencia un deseo.
El deseo de que, aunque sea por un instante, la entropía del universo se alinee contigo. Como el deseo de una madre al ver a su hijo recién nacido.
O el de un polluelo al seguir a su madre, incluso cuando no es su madre.
Ese deseo invisible mueve las fuerzas fundamentales del mundo.
Lo que antes llamábamos “lluvia”, lágrimas de los caídos…
Hoy lo llamamos ciclo del agua: dos átomos de hidrógeno, uno de oxígeno.
Pero el deseo puede transformarlo en algo más.
Puede convertirlo en un acto, en una creación.
Claro, no basta con pensarlo.
Hay que imaginarlo, hay que quererlo, hay que nombrarlo.
Y entonces, con las palabras correctas, ocurre:
—Aquam ad me
Un destello breve. Una gota del tamaño de una uña, suspendida en las manos de un niño.
Y él ni siquiera se da cuenta…
de que acaba de transformar parte del desayuno que comió hace una hora.
Y mírenlo… juega como si nada, con ese deseo en mano.
Ríe y corre como parte de la niñez.
No todos tienen su misma suerte, pero no me quejo.
¿Para qué quejarme?
Solo me permitiré orar por aquellos que no tienen…
y mirar sin recelo a aquellos que sí tienen.
Después de todo, la batalla ya terminó.
Con heridos, sí… pero sin bajas.
Ese West no para de sorprender.
Desde que fue ascendido en medio de la emergencia, sabe resolver.
Todo empezó como un juego.
Solo venció en un simple tablero al líder de defensa de la ciudad.
Todo porque quería algo que acompañe su pan frío.
Y mírenlo ahora: lo sobreexplotan cuando se trata de planificar.
Es lo malo de tener talento.
Los que ven tus bondades, siempre intentan sacarles el máximo provecho. Nadie le da crédito.
Nadie le dice que hizo un buen trabajo.
Solo los que están atrás saben que esa orden salió de su boca.
Pero fue el capitán quien la gritó con su megáfono… y su voz fue más fuerte. Al menos vivirá un día más.
Pero es muy probable que pronto lo envíen otra vez al frente…
Y un cobarde como él seguro no la contará.
Oh, el gran mago Agri Catalonia.
Ídolo de muchos.
Odiado por los religiosos.
El más grande mago de la humanidad.
Decía que su poder se equiparaba al del Creador mismo.
Su leyenda más antigua cuenta que abatió 2,000 demonios en un día y una noche, él solo, sin ayuda.
Tanto poder que el mismo Rey Demonio fue expulsado del mundo y jamás volvió. También fue el autor del códice más grande de magia e historia que se conoce. Sus hechizos eran imposibles de replicar.
Se decía que ni siquiera necesitaba pronunciar una palabra. Bastaba su voluntad… su presencia.
Pero lo que casi nadie sabe es que sus libros se perdieron tras la caída de la Era Magna. Algunos creen que fueron destruidos. Otros, que están ocultos por los clérigos.
Y si supieran…
Si supieran que la llave al pasado está más cerca de lo que aparenta.

West, después de todo, entre sus pertenencias más valiosas…
guarda un libro.
Un códice escrito con la sangre misma de Agri.
Un regalo de su padre, un sacerdote prófugo de la capital imperial.
Si la gente supiera lo que contiene ese libro…
Muy probablemente…
el Imperio caería.
Y con él… el mundo como lo conocemos.
Quizá sea mejor que nadie lo descubra… por ahora.
—¿Qué más sigue? —susurró.
West cerró el libro. Pero sus ojos no dejaban de temblar.
Se preparó para dormir. Mañana le esperaba otro día largo.
A veces los mitos tienen carne, hueso… y nombre falso.
Como Troya, que fue leyenda hasta que alguien cavó profundo, Agri Catalonia tampoco nació con ese nombre. Era solo un muchacho con hambre y miedo. Hasta que el mundo lo obligó a elegir entre arder… o ser el fuego.
Su nombre real era Cayo Marco Pauperis, un joven que desde pequeño tuvo que vivir en carne propia la gran tormenta, la llamada Ira de Dios. Un suceso que marcó el fin del Gran Imperio de Occidente, pero que para él significó la esperanza de renacer como el ave fénix.
Empezó como cualquier soldado auxiliar, vigilando fuertes en las fronteras. Luego fue ascendido y estaba por ser trasladado a otra provincia… hasta que comenzó el ataque. El fuerte cayó, pero su voluntad no. Allí descubrió su mayor virtud: una determinación y un maná inquebrantables.
Sí, abatió a muchos enemigos, pero fue su estrategia, tanto mágica como táctica, lo que permitió a los sobrevivientes resistir y retirarse de forma ordenada. Sin su liderazgo, el saldo de vidas habría sido devastador, y en aquel tiempo, cada soldado valía oro. Tras ello fue ascendido a comandante de la Legión XV, cuyo estandarte mostraba un león con alas y pico. Originalmente destinada a acuartelarse en Satala, se volvió crucial para repeler pequeñas incursiones. Pero todo cambió cuando, derrota tras derrota, el ejército imperial fue rodeado.
Las pocas legiones restantes, junto con bárbaros migrantes y orcos que huían del caos, se aliaron bajo un solo estandarte. Y juntos se prepararon para enfrentar la máquina de guerra del tirano: una fuerza salvaje, brutal, como mil maremotos desatados. Los dos ejércitos se encontraron en los campos de Catalaunia. Pueblos enemigos y razas distintas, unidas bajo las órdenes de Cayo Marco, vencieron al poderoso tirano y a sus ejércitos de bestias, monstruos y calamidades.
Aquella victoria lo marcó. Le dio un nuevo nombre y la posibilidad de forjar una era dorada.
Pero hasta allí llegó West.
Ya tenía sus cosas en orden.
Las historias que leía en aquel códice le parecían cuentos de hadas.
Aunque… quién sabe.
Muy probablemente, el rey tirano —desterrado— no espera para vengarse, sino para terminar lo que nunca empezó.
Pero bueno… la historia siempre puede cambiar.
¿O no?
Dicen que quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo.

Aunque a veces...
Algunos solo quieren repetirlo por placer.
Solo queda descansar, como aquel marginado.
Aunque este todavía no se da cuenta de que algo lo observa desde la cornisa. Una sed de sangre se siente en el aire.
Una pequeña bestia mira con ojos hambrientos la ventana del hombre que duerme. Y justo cuando parece abalanzarse sobre el cuello de su nueva presa…


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yamifernan 2025-08-05 09:55:58

Ahora bien, no lo tomes a mal. Espero que sigas escribiendo, ya que este sitio es precisamente para eso, para recibir feedback y para saber por donde ir mejorando.

Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-08-05 09:54:23

Es una historia interesante, pero tienes que trabajarla más. Es casi ilegible en algunos tramos. Creo que se debe sobre todo a: 1) Las digresiones, necesitas eliminarlas, algunas son ocurrentes, otras un poco obvias; 2)Algunos diálogos no tienen trascendencia, "hacen bulto" en vez de darnos información clave sobre lo que va la historia; 3) La estructura de la narración en la parte central se rompe, creando un ritmo de la lectura muy desigual que cuesta seguir leyendo. LO BUENO DE LA HISTORIA: La ambientación y la capacidad lingüística del narrador, cuyo tono y voz es muy buena. Por ahora, considero este relato un borrador con un gran potencial. Saludos.