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Santis Agónicus - Fictograma
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Santis Agónicus

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J-H_Vivanco61

Publicado el 2025-08-06 15:53:08 | Vistas 138
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Santa Incorrupta

Ahí en lo más profundo de Nugrimsevk bajo el Imperio Unificado de Agón, se levanta la ciudad gótica de Itán, donde la oscuridad se vuelve luz, entre las ruinas abandonadas.

Sus catedrales, torres y fortalezas hoy acumulan criaturas de las profundidades, viajeros perdidos y demás seres de oscuridad. Muchos dicen que la ciudad está maldita por un antiguo Dios hoy olvidado. Su caída se tomó como parte de una profecía antigua, más antigua que El Clavado, y que aún así se cumplió.

Hoy, sus restos sirven de testimonio silenciosos sobre el juego moral que los Dioses tienen entre si. Y uno de ellos, el gran Carcinos ha puesto sus pinzas sobre la ciudad desde hace mucho, moviendo a los Rojos por sus calles abandonadas y megalíticas. Sin embargo, una figura, probablemente la Santa más antigua de la que se tiene registro en la Orden Santa, ha impedido el avance del Dios: Santa Incorrupta, la patrona de Itán.

Muchos la llaman un ángel en la tierra, pero eso es lo más alejado de la realidad: es un ser humano pecador, el más pecador que se pudo formar en Itán, pero por ello fue que el Dios Agonizante, el mismísimo Padre que sufre en el Cielo, la bendijo con su poder.

Mucho se habla de su leyenda, pero la más importante de todas, sin duda, es la caída de Itán.

La ciudad ya tenía varios siglos de antigüedad en el 1000 A.C., y fue entonces cuando Incorrupta se alzó como prospecto de la misión santa. No era particularmente bella, ni bondadosa, o siquiera pura de alma; era pecadora, amante del alcohol, la lujuria y el orgullo. Era conocida en ese entonces como "La Puta de Itán".

Entonces, un fatídico día que incluso hoy no sé termina de determinar con exactitud, Carcinos atacó. Sus vástagos crustáceos atacaron la ciudad subterránea, y una matanza sin igual llenó sus tentáculos de sangre y carne mutilada. De alguna forma, Carcinos había convencido a algunos Nefilim salvajes de participar en el ataque, y les fueron prometidas ofrendas sexuales de toda forma y edad.

Incorrupta fue una de ellas.

La violaron 40 días y 40 noches. Gritó el nombre de sus Dioses, que los habían abandonado por su falta de respeto hacia ellos. No hubo figura que la ayudara. Con sus últimas fuerzas tras uno de tantos abusos en vida, susurró débilmente una plegaria de arrepentimiento auténtico: "Por..., favor..., perdóname".

Los Rojos y los Nefilim arrasaron la ciudad y a sus habitantes, aunque mantuvieron sus edificaciones intactas, pues su misión no era la destrucción, sino la conquista. Carcinos vio su victoria con orgullo, y pronto empezó a morar en la ciudad.

Mientras tanto, Incorrupta había muerto, junto a mujeres, niños y ancianos por igual. Su rostro quedó en una expresión de eterno dolor, que aún hoy en día es pintado en las catedrales.

Su cuerpo mancillado se colgó de cabeza junto a su útero arrancado de su vientre. Sin embargo, el cadáver nunca se pudrió. Permaneció intacto durante días, meses y años, ganando un color más y más blanco.

Esto era visto por Carcinos como una provocación a su poder: una simple mortal se negaba a obedecer sus designios fúnebres. Aún así, los restos colgados le servían como recuerdo de su victoria, y la consolidación de su poderío.

Pronto, el dominio de Carcinos sobre Itán se vió socabado por su rivalidad con el Dios de la Hundida, su primo. Rojos y Conchacutas se enfrentaron en la ciudad, que se transformó en un punto muerto entre ambas facciones. Carcinos se negaba a abandonar su morada, y más aún, se negaba a abandonar a Incorrupta, como la había bautizado. De alguna forma, le recordaba que aún tenía poder. En un intento desesperado de demostrar que era el Dios más poderoso de las profundidades, tragó el cadáver blanco junto al útero. Ese fue un gran error.

Del interior de Carcinos, una luz blanca empezó a extenderse. Lo quemaba por dentro, pero el fulgor lo hipnotizaba. De un momento a otro, un alarido femenino se escuchó. Fuerte, de desesperación..., y redención.

El olor a moluscos y humedad que habían llenado Itán fue reemplazado por el olor de las cremas tradicionales de la ciudad. Todos los que estaban peleando en ese momento se detuvieron a ver el espectáculo.

De un momento a otro, una de las pinzas de Carcinos explotó entre pavesas blancas. La carne cayó en la ciudad, e inmediatamente se pudrió, antes de llegar al piso.

Carcinos chocó sus mandíbulas de dolor, y presenció con horror como de su herida, aún caliente, surgía una figura femenina envuelta en un aura blanca: Incorrupta.

Su plegaria fue escuchada por el Padre, aún en su agonía. Sintió su arrepentimiento, su miedo, su sufrimiento, que tanto le recordaba al suyo propio, y le permitió volver, pero solo hasta el momento indicado.

Su cuerpo desnudo y blanco intimidaron a los Rojos, y el Dios de la Hundida escapó de la batalla. Por su parte, Carcinos estaba furioso, pero aterrado. El dolor físico no se comparaba al emocional: humillado frente a sus tropas.

Entonces escapó de Itán, volviendo a su hogar ancestral, la ciudad de Kaikán. Su odio creció desde entonces, y juró por su caparazón que asesinaría a Incorrupta, aunque le costará su vida.

Está leyenda está envuelta en dudas. Pero, Santa Incorrupta, que fue canonizada hasta el 1023 D.C., nunca ha hablado de eso. Menciona la rivalidad entre ella y el Dios Carcinos, pero nunca de su origen. Sin embargo, no es un secreto su imposibilidad de tener descendencia: su útero nunca fue salvado por el Padre.

Hoy, Santa Incorrupta de Itán va y viene entre la oscuridad de Nugrimsevk y la luz del Imperio Unificado de Agón. Su historia se ha forjado con sufrimiento desde ese día, pero nunca se ha doblegado. San Gabriel la teme, y San Serafín la respeta.

Por eso es reconocida como la Santa más importante de Agón, y en su honor, un lema se replica antes de entrar en batalla: "Nunca muerta; nunca vencida".


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