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¿Qué es la literatura? - Fictograma
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¿Qué es la literatura?

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Barros

Publicado el 2025-08-25 14:38:25 | Vistas 229
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Terence Francis Eagleton es un crítico literario inglés, del cual comento brevemente su interesante ensayo ¿Qué es la literatura?

 

Debo decir que la lectura de este ensayo me resultó bastante interesante, como muy fatigoso leerlo en la pantalla, lo que afirma mi convicción de que el libro electrónico no podrá reemplazar, al menos durante la sobrevivencia de las generaciones que hemos leído en libros de papel, que nos permiten subrayar, anotar al margen, dar vueltas las páginas y cosas por el estilo, que son muy disfrutables de vivir.

Dicho lo anterior, el texto me llevó por varios, por así decirlo, estados emotivos, desde el entusiasmo al desconcierto o al desaliento, por lo lábil, resbaloso, intangible que puede resultar el concepto de literatura, de géneros literarios, y de tanto que se puede decir, como lo hace el autor, de lo que se podría entender por literatura.

Sin embargo, me quedó la sensación de que el autor no pudo responder —su visión es la de un inglés— con la misma palmaria certeza de un entomólogo ante un insecto o un histórico del arte frente a una catedral gótica; en el caso de la literatura, una certeza así no es posible, al menos según este ensayo.

Está claro que la literatura existe; el problema es que pareciera que no es posible definirla en forma “objetiva”.

Es una experiencia humana, desde luego, pero ¿qué tipo de realidad es esta? ¿Qué diablos es esta realidad o experiencia humana? No hay una respuesta definitiva y consensuada ni observable como que la nieve es blanca y la lluvia moja. Esto me parece, en cierto modo, fascinante porque amplía horizontes.

El ensayo en cuestión me resultó interesante desde el inicio, a pesar de la exhibición de erudición con que partió el autor. Seguramente normal para tantos lectores, no para el suscrito, más bien modesto de lecturas sesudas. En todo caso, este paseo por extraños parajes representados por autores citados como Brown, Webster, Marwell, Macaulay y compañía, me resultó entretenido. Todo muy británico, seguramente; pero, a la vez, nos muestra una precisa visión de la gran confusión reinante, y desde siempre, acerca de este tema; por ejemplo, el no poder orientarse con seguridad en conceptos como “hecho y ficción”.

Tanto así que, como nos ilustra el autor, en la Inglaterra en torno a los siglos XVI–XVII, la palabra “novela” se aplicaba tanto a sucesos reales como ficticios. Hecho y ficción.

Es decir, las aguas estaban harto confundidas, aunque siguieron estándolo por motivos diversos en los tiempos a venir, a pesar del orden que los formalistas rusos pusieron en los territorios de la literatura y el fenómeno literario. Con ellos ya respiré aire puro y de altura; creí pisar terreno firme, compartiendo en pleno sus visiones, hasta donde estuvieron al alcance de mi comprensión.

Yo a esta altura del partido estaba muy conforme y entusiasta con el ensayo del profesor Eagleton; me bastaba con circunscribir la literatura y definirla en base al empleo característico del lenguaje escrito. ¿Para qué darle más vueltas al asunto? Punto y basta, y a disfrutar de las obras literarias.

Y si queremos darle academia a la cosa, aquí está Roman Jakobson, para quien la literatura consiste en "Una forma de escribir, en la cual se violenta organizadamente el lenguaje ordinario”. Me parece una definición perfecta, práctica y hermosa.

Es literatura, entonces, cuando se transforma e intensifica, a través de la escritura, el lenguaje ordinario. Es un alejarse de la forma en que se habla en la vida cotidiana, en el bar, en el estadio, con los amigos en la bohemia.

A esta altura ya podía dejar de leer a don Terry; ya me había dado más que suficiente, pero el tipo escribe bien y, con algunas pausas, largas y breves, me obligué a llegar al final, quedando harto confundido, pero con muchas cosas que el inconsciente se encargará de darles alguna forma, algún impulso que podría encaminarlas hacia alguna búsqueda menos prosaica que leer el diario, sino más bien releer a Joyce.

Incluso, dice el autor, que teóricamente podría llegar a haber una sociedad culta, donde Shakespeare ya no dice nada, donde su obra ya no es literatura, y el concepto se hace muy inestable, porque cada sociedad en épocas diversas pone el énfasis o el interés en otras zonas de la obra de Homero, de Lucrecio, de Borges; “reescriben”, dice el autor, en modo diverso, y cierta literatura podría ya no serles necesaria, no les dice nada en la fase cultural, artística, social, en que se encuentran.

Las cosas están tan complicadas en el ámbito literario como cuando se habla de un aviso en el metro, que podría interpretarse, en modo práctico e informativo, por personas de culturas o nacionalidades diversas, pero también incluso al hecho de un borracho agarrado de un palo que lo mira concentradamente y descubre en esas frases prácticas una vertiginosa inspiración que lo lleva a concebir o ver en ellas auténtica literatura cósmica y trascendental, a modo suyo. Recordé un pasaje de un libro de Sabato donde un loco, que observa un rojo atardecer en el mar, ve surgir de él furiosos dragones de fuego, o algo así, y son tan reales como ese romántico atardecer que disfruta una pareja de enamorados.

Toda esta complejidad tiene que ver, además, con los intereses de cada lector, porque son ellos los que van construyendo conocimientos, los que dan vida a una forma transitoria y modificable de ver el mundo que les tocó en suerte interpretar o conocer, en la medida de las propias fuerzas culturales o creativas.

Las de Eagleton son tantas y nos regala con generosidad luces y sombras de un tema que nos interesa a los que participamos en este juego o aventura de buscar nuestra propia voz personal mediante la escritura.

Nos dice el autor que tratar de definir qué no es literatura tiene mucho que ver con los juicios de valor de cada uno, o de los especialistas. Se puede así considerar lo que es o no es literatura, incluso dejando de lado la categoría de “estar bien escrito”. De este modo las cosas se van haciendo siempre más sutiles y sofisticadas, y las certezas se afirman o se esfuman en forma alternada. En mi caso, esto me sucedía en la medida en que iba avanzando en la lectura del ensayo.

La literatura estaría relacionada, además, con una forma socialmente estructurada de percibir el mundo. Por ejemplo, el sabor de las cerezas probablemente siempre ha correspondido al sabor de las cerezas, pero un lord inglés, como Bertrand Russell, que creció con un cierto tipo de alimentación y mesa, podría paladearlas y gustarlas en un modo, tal vez diverso, a un Sancho Panza, más bien acostumbrado a masticar perniles de cerdo.

De igual manera, la gran diversidad de lectores diversos paladea, ha paladeado y definido la literatura según la propia y particular forma socialmente estructurada de percibir el mundo.

Sin darnos cuenta, al momento de leer un libro, ese tejido de letras es aferrado por nuestras particulares categorías de valores no siempre exclusivamente literarios.

Bien, se me acabó el efecto del vino tinto, entonces dejo aquí algunas de las gratas sensaciones que me dejó la lectura del escrito de Terry Eagleton.

 

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Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-08-25 15:04:27

Muy buen ensayo. Y la pregunta queda todavía en el aire...