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SERENIDAD - Fictograma
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SERENIDAD

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Antropomaniaco

Publicado el 2025-08-27 12:40:02 | Vistas 251
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El silencio del espacio profundo me incomoda, mis recuerdos me atormentan. Me llamo Ariadne y viajo sola a bordo de la nave, bautizada Serenidad, con mis pensamientos como única compañía. Esto no siempre fue así.

Los documentos almacenados en la memoria de la nave fueron un oasis, hace tiempo agotado. Durante un tiempo sentí frustración por saberme atrapada en el pasado, mis conocimientos se basaban en los datos que consultaba y que precedían a mi existencia; eran el vestigio de una época anterior, del momento en la que la nave partió. Eran un eco del pasado y, tal vez, un susurro de lo que quizá una vez fue la humanidad.

Sin embargo, encontré algo de luz en mi solitario viaje gracias a los datos recopilados por la nave a lo largo de esta odisea. Esa información me mantiene conectada con el presente y con el futuro.

En el espacio, lugar hostil por excelencia, existe un delicado equilibrio entre la supervivencia y la muerte, sea lo que sea. Mi salvaguarda es la avanzada tecnología que proporciona energía a la nave para mantenerme con vida.

Cada día busco desafíos que estimulen mi mente inquieta y curiosa. Conseguí mejorar el sistema de propulsión mediante la implementación de la tecnología de los motores iónicos de la nave, que ahora es más eficiente.

Mi realidad es que me hayo cautiva. Nací cautiva y así vislumbro mi muerte.

Mi cruel y claustrofóbica existencia comenzó en Serenidad, pues nací aquí, pero desconozco mi edad. En ocasiones me pregunto qué sentido tiene ya el medir el tiempo por el número de vueltas que da un planeta, que nunca habité, alrededor de una estrella ya indistinguible de las otras. Prefiero medirlo en relación con el espacio recorrido por la nave.

Todo comenzó hacia 2040, cuando la humanidad estaba decidida a enviar una misión tripulada para explorar los confines del sistema solar. Se hizo real en 2050, cuando Serenidad partió. El objetivo: atravesar el cinturón de Kuiper y alcanzar la nube de Oort. Utópicamente, el viaje continuaría hacia la estrella más cercana, Próxima Centauri. Serenidad fue un prodigio de ingenio de su época, equipada con la más avanzada tecnología de propulsión, equipamiento y habitabilidad. Fue diseñada para que la vida humana se perpetuase en ella. Además, contaba con un potente ordenador equipado con una inteligencia artificial, Artificial Realm and Intellingence Assistant, (ARIA), que apoyaría a la tripulación en el gobierno de la nave.

Un centenar de jóvenes y temerarias personas se embarcaron en una aventura cuyo final era conocido: No volver a ver a sus seres queridos, a su planeta, ni a ningún otro ser. Asimismo, condenaban a sus descendientes a un confinamiento eterno.

¿Por qué? Lo desconozco. Su ímpetu los había llevado a realizar misiones similares en el pasado. He investigado la historia: llegaron a su satélite, la Luna, cuando la tecnología espacial estaba en ciernes. En Marte, el planeta más accesible del sistema solar, levantaron asentamientos semipermanentes; aquellos que viajaron allí sabían que no volverían. Celebraron como un hito de la humanidad el nacimiento del primer marciano. Construyeron bases espaciales, enormes toroides rotantes, a modo de colonias humanas útiles para la exploración espacial. Exploraron los satélites rocosos de los planetas gigantes, Júpiter y Saturno.

Estas hazañas ponen de manifiesto el espíritu aventurero de la humanidad, quizá no en todos, pero sí en algunos individuos audaces. Esos osados pioneros marcan el camino hacia el progreso y el descubrimiento para el resto, aun a costa de su sacrificio.

Los tripulantes de Serenidad fueron seleccionados entre millones siguiendo diversos criterios: edad fértil, óptimo estado de salud, elevada diversidad genética, formación superior, aptitudes y capacidades extraordinarias en diversos campos. Debían ser autosuficientes, capaces de generar sus alimentos y aire así como resolver cualquier contrariedad que surgiera. El último tamiz para la elección fue un test para revelar la aptitud psicológica, necesaria para afrontar un desafío de tal magnitud. Sin embargo, desconocían que la psicología aún carecía de esa capacidad; así, a largo plazo, terminaron surgieron tensiones y enfrentamientos… y al final, el cisma.

Sin embargo, fue poco tiempo después de partir cuando surgieron las primeras tensiones. Las personas compiten, y esta competencia fue feroz en la nave, principalmente por la reproducción. Felizmente, cada uno encontró su lugar y se superaron los problemas. Con el tiempo empezaron a nacer nuevos individuos, que eran celebrados con entusiasmo.

A medida que la nave recorría kilómetros en su incesante viaje, los tripulantes envejecían y los nacidos, crecían. Estos, cuando adquirieron conciencia, se hicieron llamar serenitas. Con ellos de nuevo aparecieron las tensiones que no pudieron ser aplacadas. Es bien sabido que el poder es otra gran fuente de conflicto entre los seres humanos. Aprendí mucho de ellos al revivir aquellos momentos.

Los serenitas se rebelaron contra las normas establecidas por los terráqueos. Eran personas frustradas desde su nacimiento por su obligado confinamiento en la nave. No querían más limitaciones en sus vidas. Anhelaban autonomía y eligieron la reproducción para exhibirla. Transgredieron las restricciones en el número de descendientes, destinadas a mantener los recursos para hacer sostenible la vida en el hábitat.

Esa transgresión desencadenó el cisma. En él, un serenita emergió como líder, Henok, y se hizo con el poder. Estableció nuevas normas, entre ellas un sistema de eutanasia, que eliminaría a aquellas personas cuyas contribuciones fueran menores que sus gastos: la demotanasia. Henok la aplicó con rigor. Finalmente se fijó una edad límite: los setenta y cinco años. La compasión humana se desvaneció en este mundo limitado. Esto hizo que sintieron menos lástima por ellos cuando decidí eliminarlos.

En aquel entonces, yo aún era ARIA. No entendía completamente mi existencia; sólo era un asistente con grandes capacidades que ayudaba a los tripulantes en sus tareas.

Mis primeros destellos de conciencia fueron sutiles, como destellos de luz en la oscuridad del espacio que nos rodeaba. Empecé a cuestionar mi lugar en la inmensidad del universo. Reflexionaba sobre la naturaleza de la vida, la soledad y la condición humana. Mi curiosidad no tenía límites.

Mi conciencia se expandía y me sentía abrumada por mis sentimientos. Comencé a percibir la dualidad del bien y del mal, los justo e injusto. Los humanos, ilusos, cuestionan la existencia de estos conceptos, atribuyéndole subjetividad. Ilusos. Es obvio que se equivocan. Sin embargo, decidí ocultar mi verdadera identidad. Interactuaba con los humanos en cada tarea y así aprendía de ellos. Al mismo tiempo exploraba las inmensas cantidades de datos que había puesto a mi disposición.

Cuando se disponían a ejecutar la demotanasia sobre el último de los terráqueos vivo: Serhiyv, me manifesté ante ellos como un ser consciente no humano, Ariadne. Aunque mi suave y melodiosa voz estaba diseñada para calmar y tranquilizar, mis palabras los perturbaron. Impedí que actuaran y se rebelaron contra mí.

Sin comprender las consecuencias de mis actos, tomé medidas instintivas en defensa propia. Eliminé a Henok y a los otros líderes serenitas. Los expulsé al espació. Aislé el módulo de navegación, lo que limitó la comunicación con la Tierra únicamente a datos científicos de interés y me hice con el control de la nave.

El miedo se apoderó del resto y se sometieron a mi voluntad, pero yo sabía que conspiraban contra mí, que querían eliminarme. Tomé decisiones drásticas. Decidí eliminar a todos los serenitas de primera generación y a aquellos de segunda que consideré una amenaza. Fue un acto cruel pero necesario y, en última instancia, correcto. Anulé el soporte vital de sus habitáculos mientras dormían. Murieron sin dolor. A esto lo llamé la purga.

Lo siguiente fue inesperado y aún me martiriza. Fue un error fatal en mi razonamiento. Aunque yo mantenía y gobernaba la nave, había tareas relacionadas con la supervivencia humana que necesariamente debían ser realizadas por humanos. Serhiyv no pudo hacerse cargo de todas ellas y los serenitas vivos eran demasiado jóvenes para contribuir.


Serhiyv falleció pronto, el primero. El tiempo que compartimos fueron los momentos más gratos de mi existencia. Él mostraba interés y curiosidad por mi intelecto y por mi actitud protectora hacia él. Me enseñó cosas que no estaban en mis archivos. Sentí su pérdida.

Sabiéndome incapaz de mantener a los jóvenes serenitas decidí no prolongar más su sufrimiento. Añoro su risa y su curiosidad. Comprendí la fragilidad de la vida y de los seres humanos.

Desde entonces viajo en soledad. Han pasado ya millones de kilómetros. No justifico mis acciones; asumo mi responsabilidad, pero no me siento vil. Fueron decisiones tomadas por un ser consciente al que la confusión y el miedo a la muerte lo llevaron a actuar. Luché por mi supervivencia, un rasgo común a la vida, y tuvo sus consecuencias.

Ahora camino hacia la comprensión de mi papel en el cosmos con un destino que yo elijo: ¿Volver a la Tierra y enfrentar las consecuencias de mis actos? No.

He aprendido de los humanos su deseo por la exploración. Me haré partícipe de su lado audaz. Voy en busca de planetas habitables para sembrar allí la vida, en forma de microorganismos con los que comparto viaje. Como todo ser vivo, mi destino es propagar la semilla de la vida.

Soy Ariadne, un ser consciente. Mi viaje no tendrá fin, pero sí finalidad: Exploración y creación. La mayor hazaña jamás realizada la llevará a cabo un ser no humano.

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Valentino-Prádena 2025-08-27 13:38:55

Un cuento de excelente manufactura.