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Desde el jardín - Fictograma
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Desde el jardín

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Barros

Publicado el 2025-08-30 20:10:25 | Vistas 87
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El invierno en Guzia había estado excepcionalmente severo, lo decían todos, y Severino Severio había preferido no salir de casa; no le gustaba salir por salir. Su vecina, la de las trenzas rubias, le hablaba desde la ventana de su casa a la suya. Estaban bien así.

Durante el verano los días eran soberbios, y ellos tenían derecho a ese verano y sus días; sin embargo, no estaban seguros de tener ese derecho al magnífico verano.

Severino disfrutaba de su jardín y de los pájaros que lo habitaban; eran pájaros salvajes. Si bien bastante confiados ante su presencia, y él los reconocía por sus plumas y los colores de esas plumas a los rayos del sol. En sus alas las plumas rémiges; en sus colas las plumas remeras, y con las plumas menores protegían sus cuerpos de las lluvias invernales y daban calor a sus cuerpos.

Cuando muertos de viejos o accidentes, Severino observaba las semiplumas y las filoplumas de sus fríos cuerpecillos. Se divertía y disfrutaba de sus agudas observaciones de sus alados amigos. Se esforzaba en comprender sus lenguajes pajaríticos, pero sin recurrir al propio para intentar algo así como una comunicación.

Vivir en el jardín eran sus días más largos y hermosos del año, le confesó a su amiga, la de las trenzas de oro. También que comenzó a oír voces expresadas en un lenguaje que no lograba descifrar, pero con el cual comenzaba a estar de acuerdo, sin poder precisar de qué modo. Sí presentía que deseaban comunicarle algo. Las voces no se servían de las palabras que le enseñaron sus padres, siendo claras y moduladas como aquellas, pero el código era misterioso.

Terminó por entender el lenguaje, aunque sospechaba de no interpretarlas correctamente, pero esto no le preocupaba. Fue su rubia amiga quien lo convenciera de escribir una relación. Lo haría, le dijo, aunque convencido de que no recuperaría su libertad.

Entró a casa y escribió, escribió mucho; era medianoche. La lluvia golpeaba furiosa los ventanales. De hecho, no llovía, y no era medianoche.

 

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