SU MUNDO HECHO PEDAZOS, el preludio de una muerte anticipada

¿A nadie le ha pasado que, de manera recurrente, descubre una sensación de vacío momentánea? De un modo común, lidiamos con esa sensación sin darnos cuenta. En el mundo que nos rodea es fácil, con tanta distracción de la tecnología. Siempre hay un mensaje que leer, una noticia que ver… Los más modernos, se distraen con videojuegos, los más maduros, con libros, series y televisión… Quizás los ancianos sean los más azotados por esa circunstancia, pero, como están acostumbrados a olvidar cosas cotidianas, no le damos importancia.

Hay personas que se recrean con el famoso “Efecto Mandela”, o quizás lo llamen “dejavú”, pero, aparte de las posibles explicaciones científicas, nuestra memoria es uno de los mayores misterios de la naturaleza.

Paseando por el monte cuando era niña, Herminia se alejó demasiado de sus padres y tropezó cayendo a varios metros de altura. Salvo algunas costillas rotas, la lesión más grave fue un duro golpe en la frente que la mantuvo en coma varios días. Quitando la fea cicatriz que le dejó en una ceja, no tuvo otras secuelas según los médicos. La inquieta Herminia, siguió siendo una niña feliz y despreocupada unos años más, para convertirse en una intrépida adolescente, y luego en una hermosa joven. Con mucho esfuerzo y dedicación, Herminia acabó estudiando medicina, y quería especializarse en radiología. Allí fue cuando su mundo cambió por completo.

Estudiando el funcionamiento de una máquina de radiografías electromagnéticas, Herminia pareció desmayarse en la primera sesión práctica. De hecho, cada vez que dicha máquina se encendía, y la joven estudiante estaba a unos metros, ponía los ojos en blanco, le sangraba la nariz, y su cuerpo se desconectaba.

Esta situación llevó a la pobre Herminia a ser estudiada como a uno de sus pacientes de residencia. Concluyendo unos diagnósticos, resultó que tenía alojada en su cerebro una esquirla metálica calcificada, supuestamente alojada en su lóbulo frontal desde que era una niña. Al conectar el potente electroimán del resonador magnético, el fragmento metálico se desplazaba de su posición, aberrando la sinapsis y provocando un colapso a Herminia. Al detener el flujo magnético, la esponjosidad de los tejidos cerebrales volvía a colocarla en su sitio. Era imposible extraer ese elemento metálico sin causar daños irreparables a la materia gris.

Al ver el sueño de ser radióloga frustrado, la joven entró en una terrible depresión. Sus padres, ya retirados, no querían ver el estado real de su hija, y comenzaron a achacar su conducta distópica a la esquirla. Incluso, empezaron a justificar la actitud hiperactiva que tenía de niña y los pormenores nerviosos de la adolescencia. Asumieron que su hija no estaba bien, pese a que Herminia había tenido una vida absolutamente normal hasta esa dichosa práctica.

Con el paso de los meses, Herminia se sumía cada vez más en la desesperación, hasta el punto de querer morir. La hermosa y joven estudiante dejó de serlo, para convertirse casi en tiempo récord en una extraña para familiares y amigos… Descuidada, despreocupada por su aspecto y huraña. Al igual que sus padres, ella culpó a ese fragmento metálico en su cabeza por arruinarle la vida. Es curioso la capacidad del ser humano para culpar a su entorno en vez de a uno mismo. En vez de conformarse con ser médico de cabecera, o especializarse en otra cosa, Herminia se obsesionó. Todo el mundo empezó a tratarla como loca.

Ella pensaba que, si ya estaba loca, no se quitaría la vida sin intentar extirpar la causa de sus males. Estaba decidido, Herminia se operaría ella misma.