fictograma

Un cosmos de palabras y ficción

239.094 Vistas
SU MUNDO HECHO PEDAZOS, el sacrificio - Fictograma
novela

SU MUNDO HECHO PEDAZOS, el sacrificio

Avatar de Zarcancel

Zarcancel

Publicado el 2025-09-17 12:43:26 | Vistas 338
68caacee27cfd_Portada_Seguidores_de_Ivette.jpg
Comparte en redes sociales

Ahí estaba, vestido con una bata blanca como la de los celadores del psiquiátrico, manteniendo su mirada con la de Herminia ¿Qué hacía ahí Simón?

-Lo siento mucho Herminia -dijo el veterinario con una actitud de pesadumbre mientras rebuscaba en una bolsa médica.

Herminia no se lo podía creer ¿Simón fue quien la traicionó? ¿Estaba compinchado con sus padres? Es posible que sus progenitores le hubieran sobornado. Si, la familia de Herminia era muy adinerada y vivían a todo lujo. Ya no podía ir peor a la joven, pero, Simón sacó una jeringa con un fluido azulado. La miró al trasluz y le sacó el aire con dos toquecitos.

-De verdad Herminia que lo siento muchísimo -Volvió a decir Simón mientras le clavaba la aguja en el cuello, directa a la yugular.

La joven empezó a convulsionar sin control. Babeaba y moqueaba, su boca comenzó a emitir sonidos. Simón la sujetaba desde arriba, aguantando los tirones que estaba dando atada a la cama. Herminia notaba cada latido de su corazón como si fuera una onda expansiva que estremecía su cuerpo inmovilizado por las correas, hasta que su órgano vital se detuvo súbitamente.

-¿Herminia?... -Dijo Simón mientras la joven se desvanecía en un hálito de neblina blanca que nublaba sus ojos.

La joven volvía a ser niña. Estaba a hombros de su papá. Le dolía mucho la nuca, pero estaba vendada. Su hermano estaba llorando en brazos de su madre, con un fuerte moratón en el tobillo. Estaban llegado a la entrada de una cueva, donde un hombre vestido con túnica, sujetando un candelabro les esperaba. La familia entró guiada por ese hombre. Herminia recordaba a la perfección el eco de los llantos de su hermano. Calculó que estuvieron caminando unos quince minutos con paso de adulto entre pasadizos subterráneos, hasta que el aire se volvió rancio y cargado, olía a leña de chimenea. El fondo del túnel estaba muy iluminado, se podían apreciar el juego de sombras de antorchas y hogueras al crepitar. Era una cavidad enorme, llena con lámparas de aceite y personas con túnicas que rezaba entorno a un altar de piedra.

Una sacudida despertó a Herminia. Antes de abrir los ojos pudo comprobar que se podía mover, y no estaba atada. Se encontraba en una sala de autopsias totalmente desnuda. La reconocía de sus prácticas en el hospital. Asustada se incorporó.

La enfermera que la atendía estaba de pie a un lado sujetando una bandeja de instrumental que soltó de golpe con la impresión.

-¿Qué está pasando?... ¡Doctor!-exclamó la enfermera.

La mente de Herminia funcionaba a todo tren. Tenía que ser rápida. Sin vacilar, puso los pies en el frío suelo y cargó contra la enfermera, pero su cuerpo estaba atrofiado por estar tantos días en la cama y no pudo con ella.

La enfermera la redujo sin problemas en el suelo mientras gritaba como loca llamando al personal para que la ayudaran. Un estruendo de cristales asustó a ambas. Herminia pudo ver como un gigantesco perro atravesaba una de las ventanas que daba a la calle. Era Herodes, que intimidó a la enfermera y la arrinconó contra una de las paredes ladrando enfurecido. Por la ventana rota estaba Simón que la incitaba con gritos a salir por allí. Como estaba en shock, Herminia lo veía y escuchaba todo como si estuviera dentro de una burbuja, pero su mente seguía teniendo consciencia. Levantándose como pudo, corrió hacia el veterinario, y de camino agarró una bata doblada de uno de los estantes.

-¡Ven aquí Herodes! -gritó simón mientras ayudaba a Herminia a salir por la ventana. Uno de los cristales rotos que aún quedaban en el marco hirió en la pierna a la joven, pero no se detuvo. Los tres corrieron en dirección a un bosque cercano. Herminia estaba por fin en el mundo exterior otra vez.

En su huida empezaron a escuchar disparos a sus espaldas.

-¡Mierda! -gritó Simón -¿Pero qué clase de centro médico tiene a sus celadores armados?

Entre jadeos, Herminia respondió:

-Uno para hacer desaparecer a gente adinerada.

Y era cierto, tras de ellos los fornidos celadores les perseguían con pistolas que no dudaban en utilizar. Al intentar proteger a su dueño, Herodes fue a enfrentarse a ellos.

-¡Herodes! ¡Ven! -gritó desesperado Simón mientras cargaba al hombro a la indefensa Herminia.

Pero el perro no obedeció. Corría de un lado para otro recibiendo balazos y cargando contra los celadores.

Simón sabía que tenía que poner a salvo a la joven, y con lágrimas en los ojos se introdujo en el bosque hasta dar con un pequeño cuatro por cuatro en el que metió a Herminia. A lo lejos seguía escuchando los disparos.

-Gracias, amigo -dijo en voz baja Simón mientras sus lágrimas resbalaban por sus mejillas.

5.0 (3)
PDF Donar novela

Más de este autor

Ilustración de SU MUNDO HECHO PEDAZOS, el preludio de una muerte anticipada

SU MUNDO HECHO PEDAZOS, el preludio de una muerte anticipada

¿A nadie le ha pasado que, de manera recurrente, descubre una sensación de vacío momentánea? De un modo común, lidiamos...

Ilustración de HOY HAY LUNA LLENA

HOY HAY LUNA LLENA

Tímidamente preparo mis aparejos: un cuchillo corto y rudo para clavar en los costados, uno largo y con doble filo...

Ilustración de ¡POR LOS GUSANOS DE MI ATAÚD!

¡POR LOS GUSANOS DE MI ATAÚD!

Al final tuvo que pasar, y yo morí. Soy un hombre… Más bien… Fui un hombre ocupado. A estas alturas...

Ilustración de SU MUNDO HECHO PEDAZOS, la tormenta mental

SU MUNDO HECHO PEDAZOS, la tormenta mental

Herminia dispuso todo para realizar la operación que iba a ejecutar sobre ella misma. Gracias a sus conocimientos de medicina,...

Ver todas las obras
Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-09-17 20:23:20

Un capítulo emocionante. Y también misterioso.