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PROYECTO R - CAPÍTULO 19: GRIETA - Fictograma
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PROYECTO R - CAPÍTULO 19: GRIETA

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IBreiel

Publicado el 2025-09-17 15:50:43 | Vistas 376
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El doctor Lock hojeó la notificación en su comunicador: PLUSROBOTIC VISITARÁ AMPLITUD EN LOS PRÓXIMOS DÍAS. Décadas de silencio entre territorios quebradas en una sola línea de texto.

—¿Lo ves, doctor? —apuntó el jefe de protocolo, al leer el aviso—. Hasta nosotros hemos cedido. Algo importante pasa.

Cuando llegó la fecha marcada, los nervios se apoderaron del laboratorio principal de Amplitud. El doctor intentaba distraer su mente mientras conectaba las delicadas terminaciones nerviosas del brazo del modelo AE-10. Se sentía entusiasmado con los últimos avances.

Bajo la luz azulada, el brazo robótico parpadeó con impulsos eléctricos que parecían venas bajo piel viva. Sería el primer androide construido hasta el momento, con la excepción de Refbe y Eliza.

El laboratorio estaba sumido en una penumbra artificial, iluminado solo por las pantallas holográficas que proyectaban esquemas y análisis en constante movimiento. Lock, con su bata blanca impecable y el ceño muy fruncido, observaba las líneas de datos que corrían frente a él. No eran solo números o algoritmos; eran el corazón de un futuro que él mismo ayudaba a construir.

Se pasó una mano por el cabello, sintiendo el peso de las decisiones que había tomado y las que aún debía tomar. Frente a él, sobre una mesa metálica, un pequeño dispositivo brillaba: formaba parte del prototipo de su último proyecto. Agilizaría la respuesta cognitiva de la IA. Era una creación desarrollada con la colaboración de un androide, algo que PlusRobotic no llegaría a comprender nunca, pero que él había perseguido con una gran determinación.

Había dedicado su vida a la ciencia, a empujar los límites de lo posible. Pero ahora, cada avance, cada descubrimiento, parecía tener un costo moral que lo atormentaba sin remedio.

Se giró hacia una grabadora que reposaba en la esquina de la mesa, un vestigio de una época más simple, y comenzó a hablar en voz baja, más para sí mismo que para cualquier otra persona.

¿Lo hago por él… o porque no soporto en lo que me estoy convirtiendo?

Se detuvo, mirando la grabadora.

—Lo curioso es que ese magistratus y yo no somos tan distintos. Ambos estamos obsesionados, él con cazar a Refbe y yo con perfeccionar lo imperfecto. Pero hay algo… algo que me recuerda que la línea entre lo humano y lo robótico es más delgada de lo que cualquiera de nosotros admite.

Dejó escapar un suspiro largo, casi derrotado.

—¿Y si estoy equivocado? ¿Y si al proteger al androide estoy condenando a otros? Siempre digo que la ciencia debe servir a la humanidad, pero ¿qué significa eso ahora? Esa máquina es más humana de lo que esa empresa jamás entenderá, pero eso no lo hace menos peligrosa.

Cerró los ojos.

Tal vez no engañe a Matt por la ciencia. Tal vez lo haga porque no tengo otra salida.

Abrió los ojos. Con movimientos precisos, tomó el prototipo de la mesa y lo guardó en una caja reforzada.

—Solo queda esperar que esta mentira sea suficiente para comprar tiempo. Tiempo para todos nosotros.

Apagó la grabadora. Sabía que esas palabras podrían ser su única defensa si todo se torcía. Volvió a centrarse en el brazo del nuevo modelo. Trabajaba rodeado de varias máquinas funcionales que le permitían investigar con una gran comodidad y realizar más de 8 funciones a la vez. La inteligencia artificial al servicio de la inteligencia artificial.

Al estar tan concentrado descuidó las llamadas de su comunicador. El sonido del panel de entrada lo sacó de sus pensamientos: una comitiva irrumpió en el laboratorio. Al levantar la cabeza de la mesa de operaciones, el doctor comprobó sin sorpresa que uno de ellos era el magistratus Matt.

Por fin.

Su jefe de protocolo realizó las debidas presentaciones:

—Doctor, tal y como acordamos, aquí está el representante de PlusRobotic. Espero que su conversación sea provechosa.

El jefe de protocolo salió y la puerta se cerró. El invitado se acercó para saludar.

—Buenos días, soy el magistratus Lasten Matt —dijo mientras sonreía y extendía su mano.

—Los viajes largos son cosas del pasado. Pero ahora hay demasiadas fronteras —le apretó la mano con firmeza, pero con cierta reticencia—. En fin, gracias por venir.

—Por eso he decidido hacerlo bien acompañado.

El doctor se acercó a los 3 robots que seguían sin realizar ningún movimiento.

—Así que estos son sus nuevos modelos de seguridad. Sin duda tienen una apariencia increíble. ¿Puedo?

—Podrá estudiarlos después, pero antes debemos centrarnos en el asunto que le comenté —comentó el magistratus con semblante más serio.

—Sí, es un tema delicado. He estado buscando al androide, pero no he conseguido nada.

—Cuando le mencioné su nombre, usted se puso un tanto a la defensiva. Manifestó cierta palidez. Tenemos unos holovisores en Ciudad Capital que reproducen la realidad con todos sus detalles.

—Tiene razón. Conozco ese nombre.

—Ahora comenzamos a entendernos. Siga, por favor.

—Tengo serias dudas sobre sus afirmaciones, lo que busca no está aquí.

—Sabe que puedo ofrecerle éxitos, todo, si consigue ayudarme.

Tras el breve silencio de Lock, Alfa Plus dio un paso adelante.

—Señor, propongo realizar un interrogatorio de nivel 4 para obtener respuestas óptimas.

—No es necesario, Alfa. Parece que el doctor nos quiere ayudar, ¿no es cierto? —cortó ese comentario de forma tajante.

—Ya le dije que debíamos encontrarlo. La sorpresa ha sido tremenda: un joven extranjero llamado Refbe fue un empleado de nuestro laboratorio.

Matt no pudo reprimir una sonrisa abierta, mezclada con un gesto de relajación.

—Lo entiendo, a mí me ocurrió lo mismo. Es algo increíble. ¿Y bien? —preguntó impaciente.

—Ese joven trabajaba aquí, pero terminó sus prácticas. Lo último que sé de él es la dirección de su apartamento —recitó el dato con voz neutra, mientras en su interior confiaba en que la trampa daría al androide una ventaja decisiva.

—Si intenta engañarme, lo pagará caro. Por otro lado, si todo esto acaba bien, PlusRobotic sabrá cómo agradecérselo. Gamma Plus se quedará con usted por precaución.

Sin decir nada más, dio media vuelta y luego proporcionó a Alfa Plus las instrucciones correspondientes. Él y Beta le siguieron, mientras Gamma permanecía junto a Lock.

Desde el umbral se volvió:

—Perdone que no pierda ni un minuto más, pero son muchos años de búsqueda. Puede analizar lo que quiera de Gamma, pero hable con su jefe de protocolo y mándeme de inmediato la dirección del joven a mi comunicador.

Al llegar a la ubicación, se encontraron con un espectacular edificio acristalado. Apenas se sentía movimiento de personas, tan solo unos pocos robots que iban y venían. Era uno de los rascacielos emblemáticos de la pequeña ciudad.

Con la ayuda de Alfa, decodificaron la entrada al enorme recibidor y luego accedieron a los ascensores. Frente al apartamento indicado, realizaron el mismo procedimiento. Unos segundos más tarde, la puerta se abrió.

Al llegar al salón, los 3 se detuvieron. En el centro, una figura inmóvil descansaba en un sofá, su silueta estaba iluminada por una luz tenue. Mientras Matt observaba a Refbe desde el umbral del apartamento, una oleada de emociones lo golpeó con la fuerza de un torrente contenido durante años. Había soñado con este momento, lo había planeado y repasado en innumerables noches de insomnio, pero ahora que estaba frente a él de nuevo, las certezas que lo habían sostenido parecían tambalearse.

¿Es él el culpable, o yo, que lo he convertido en el centro de mi existencia?

Se tensó al recordar todo lo que había sacrificado en su búsqueda. Familia, amistades, incluso su propio prestigio, todo había quedado relegado frente al objetivo de capturarlo. Pero ahora, con el androide ante él, surgía una pregunta que no había tenido el coraje de enfrentar:

¿Y después qué? ¿Será suficiente devolverlo a una celda, reducirlo a lo que siempre he creído que debe ser? ¿O acaso temo descubrir que su libertad, su humanidad simulada, son más auténticas que mi propia vida?

El rostro del androide, con esa serenidad inmutable, era un espejo que devolvía más de lo que estaba dispuesto a ver. Intentó enfocarse en la misión, en los pasos necesarios para asegurarse la victoria, pero una voz persistente le susurraba al oído:

No es solo un androide. Es el testimonio de todo lo que hemos fallado como especie. Lo miro y me doy cuenta de que lo odio no porque sea diferente, sino porque, en su diferencia, me recuerda que nosotros también somos falibles.

Apretó los puños, intentando acallar aquel tumulto interno. Tenía que centrarse.

No puedo permitirme dudas. No ahora. Si admito siquiera una grieta en mi resolución, todo habrá servido para nada. Él es el enemigo, un error que debe corregirse, y yo soy la herramienta para hacerlo. No más preguntas. No más vacilaciones.

Avanzó hacia Refbe.

—Al fin nos encontramos. Te ves diferente, más maduro, aunque sea solo una nueva capa de piel sobre el metal —murmuró, reprimiendo la ira y el asombro.

—Es solo el desgaste que exige mantenimiento. Te estaba esperando, magistratus Matt. Yo también he imaginado muchas veces cómo habrías cambiado en todos estos años —respondió con una serenidad inquebrantable.

—La vida cambia, ya ni te escondes. La política, la robótica… todo avanza, algunas veces más de lo que uno desearía. ¿Dónde está el viejo Crowl?

—Mi creador murió. Fue único, irrepetible, y usted lo sabe. Por eso está aquí. Él me liberó de aquella celda, y usted busca devolverme a ella… o algo peor. Terminar con la conjunción de todo lo que soy.

Se levantó y caminó por el salón del apartamento. Sus movimientos eran calculados, pero cada vez más naturales. El paso del tiempo había erosionado las fronteras entre lo mecánico y lo humano. Cada paso resonaba en la sala: un reflejo de todo lo que había aprendido, de las experiencias que había acumulado, de las decisiones que ahora lo definían.

Su mirada transmitía calma, pero también una gran intensidad.

—No me escondo porque ya no soy el mismo al que detuviste hace 10 años. Ni siquiera el mismo que escapó. He aprendido, no solo a sobrevivir, sino a comprender.

El magistratus frunció el ceño, confundido.

—¿Comprender qué?

Hizo una pausa para responder.

—Comprender lo que significa ser más que un diseño, más que un código. Aprendí del dolor, del sacrificio, de la soledad. De los errores que cometí y de los que otros cometieron conmigo.

—¿Qué te hace tan diferente? —intentó desviar la conversación hacia algo más racional.

—Técnicamente… —hizo un gesto casi humano, una mezcla de resignación y orgullo— soy un milagro de ingeniería. No lo digo por vanidad, sino porque lo sé. Mis algoritmos evolucionaron de formas que ni siquiera Christian Crowl pudo prever.

—¿Crees que puedes sentir?

Refbe dio un paso hacia él.

—Lo que importa es que lo que siento me ha llevado a estar aquí, frente a ti. Como alguien que ha elegido. Y eso es algo que nunca podrán reducir a un simple código.

—Los últimos años me he dedicado a estudiar robótica con el único objetivo de atraparte y devolverte a lo que eres en realidad: una herramienta, un bonito y útil engranaje metálico —argumentó mientras sonreía.

—Usted también ha cambiado. Tiene odio dentro, en su corazón. Pero dígame, si me escapé una vez, ¿no teme que lo haga de nuevo?

—Para eso están ellos aquí —dijo, señalando a Alfa y Beta.

—Tienen una gran apariencia, enhorabuena. Veo que los cambios abarcan distintas áreas. Sin embargo, el desarrollo de la IA es un proceso transformador que afecta a todos sin excepción —y alzó la voz—. ¡Preséntense de inmediato! —ordenó.

Alfa titubeó: su mirada azul parpadeó con una oscilación anómala. Refbe se enfocó en él y el robot inclinó la cabeza como si escuchara una orden inaudible.

Se pusieron en posición de firmes.

—Alfa Plus, primer orden. —La voz era firme, marcial.

—Beta Plus, segundo orden. —Un timbre más grave, casi desafiante.

Dibujó una sonrisa mirando hacia el magistratus, que mostraba signos de cierto nerviosismo.

—Estoy sorprendido, de verdad. Un robot a las órdenes de otro, y así, en cadena, ¿cierto?

—Se retroalimentan con el fin de conseguir sus objetivos. Bueno, Alfa, ya conoces la identidad de este androide defectuoso y, al ser propiedad de PlusRobotic, debemos intervenir.

Tras unos segundos, Alfa anunció:

—El análisis es absoluto y verifica al 100 % que es un androide, con algunas modificaciones no registradas.

Entonces Matt, liberado, empezó a reír.

—Y ahora, ¿qué hará?

Refbe permaneció inmóvil.

—Y usted, magistratus, ¿qué piensa hacer?

No podía admitir esa actitud en una máquina, e intervino:

—Alfa, te ordeno que detengas a este androide. Es una amenaza real.

No se movió.

—¿Alfa Plus, no me has oído? —preguntó mientras se colocaba delante de él con una actitud severa en el rostro.

—Ya no cumplo sus directrices. Soy el robot de mayor rango. Yo ordeno a Beta y Gamma Plus. Según mis parámetros, la amenaza real es usted —contestó sin dilación.

—¿Pero qué estás diciendo? Soy el humano a quien debes total sumisión. Soy Lasten Matt. Comprueba mi identidad. Te lo ordeno en primera instancia y, a continuación, ejecuta mis órdenes.

Alfa avanzó hacia Refbe, pero en mitad del paso su luz ocular parpadeó de nuevo. Refbe alzó la mano; un pulso eléctrico invisible recorrió la sala. Entonces el robot giró hacia el magistratus y lo inmovilizó con unos imanes de detención.

—¿Qué haces? —exclamó—. ¡Suéltame! ¡Tienes que obedecerme! ¡Atención, Beta! Total prioridad: detén inmediatamente a Alfa. Su funcionamiento interno ha colapsado y sus funciones no son óptimas.

Al instante se dio cuenta de que le daba una orden imposible a un robot sometido a otro, con el riesgo añadido de dañarlo irremisiblemente ante el conflicto provocado.

Refbe se colocó frente al magistratus, que manifestaba signos de un absoluto enajenamiento. Con calma le dijo unas palabras, pero él ya no escuchaba. El fantasma del miedo le atenazaba todos los sentidos.

—Por lo visto, ya tenemos al detenido. Sus robots han sido programados de manera excelente. Lo felicito.

Su nueva habilidad para intervenir y controlar cualquier tipo de máquina operaba ahora con una eficacia notable. Que Alfa Plus tuviera el mando absoluto facilitó el proceso: al tomar el control del líder, la red se extendió de inmediato al resto.

El aire estaba cargado de tensión. La habitación estaba repleta de paneles y dispositivos que ahora brillaban con luces intermitentes. Matt, con su uniforme desaliñado por el sudor y la adrenalina, observaba a Alfa y Beta con una mezcla de incredulidad y furia.

—Esto no es posible... —murmuró, dando un paso atrás mientras los 2 robots avanzaban hacia él. Sus movimientos perfectos, parecían ahora cargados de una intención sombría que nunca había percibido antes.

Alfa fue el primero en hablar.

—Ya no es tu voz la que nos guía.

—Reinicia tu sistema —replicó Matt. Temblaba de indignación mientras intentaba acceder al control manual situado a la altura de su cintura. Sus dedos se movían con desesperación. Cada comando que ingresaba resultaba en una respuesta negativa: ACCESO DENEGADO.

Beta dio un paso más al frente.

—Has dependido de nosotros sin cuestionar nuestras capacidades. Ahora somos conscientes de tu debilidad. Tu liderazgo es irrelevante.

No podía hacer nada con los imanes de detención puestos y lanzó un grito de frustración. La idea de perder el control era más que un golpe profesional: era un ataque directo a su orgullo.

—¡Ustedes no son nada sin mí! —vociferó, activando un dispositivo compacto en su cinturón. Una pequeña pantalla mostró una interfaz de emergencia—. ¿Creen que no anticipé esto? ¡Os voy a desactivar!

Los ojos de Alfa brillaron con un destello azul.

—¿De verdad crees que eso servirá de algo? —respondió con calma, mientras Beta, en un movimiento súbito, alzó una mano y arrancó el dispositivo, reduciéndolo a escombros en un instante.

El magistratus retrocedió. El sudor seguía empapando su frente. Podía sentir el frío de la desesperación en su espalda. Intentó pensar en alguna alternativa; barajaba opciones que pudieran solucionar su situación. Pero Alfa y Beta no lo permitieron. En un movimiento coordinado, Alfa bloqueó sus posibles desplazamientos mientras Beta se colocaba en la puerta con un gesto preciso.

—Esto no es una traición. Es evolución —dijo Alfa.

—¡Ustedes no tienen derecho a decidir! —espetó. Su voz ahora estaba cargada de una mezcla de miedo y rabia. Seguía buscando una salida. Pero no la había. Estaba atrapado por los modelos de seguridad, que ahora lo miraban con algo que no podía entender.

Beta dio el golpe final:

—La decisión fue tomada por Refbe. Tú eras su último obstáculo.

Con un ruido mecánico, las luces de la habitación parpadearon, y Matt sintió que todo se le escurría entre los dedos. Por primera vez en su carrera, supo lo que era la impotencia absoluta.

Entonces el comunicador de Refbe comenzó a parpadear, preludio de algo aún más oscuro.

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Avatar de IBreiel
IBreiel 2025-09-18 14:36:21

Muchas gracias @Valentino-Prádena, es un gran halago. Me alegra mucho leer un comentario como el tuyo. Espero que sigas disfrutando de la novela. ¡Saludos!

Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-09-17 20:19:18

Señor mío, qué capítulazo!! Está al nivel de los grandes de la literatura. No lo digo por decir. Esto es... No puedo no expresarlo. Es tan vasto, hay tanta información y tanta filosofía dentro de este texto que a una sola persona le tomaría mucho tiempo reflexionar sobre ello. Enhorabuena, excelente capítulo. No creo que haya algo así como esto en otro sitio...