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PROYECTO R - CAPÍTULO 20: DISIDENCIA - Fictograma
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PROYECTO R - CAPÍTULO 20: DISIDENCIA

Avatar de IBreiel

IBreiel

Publicado el 2025-09-21 09:56:42 | Vistas 452
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Los iconos comenzaron a desplegarse en cascada sobre la holopantalla. Refbe distinguió diagramas de datos, cifras de cuentas bancarias que parpadeaban en rojo, y directivas selladas con el logotipo de PlusRobotic. Cada nuevo archivo era un golpe: protocolos para sofocar rebeliones, desvíos financieros. Un rompecabezas letal que encajaba con demasiado rapidez.

No pudo evitar detenerse un instante ante la magnitud de lo que veía. Un documento capturó su atención como un latigazo. El nombre de Anna Blais y del magistratus brillaban en la pantalla entre cientos de archivos clasificados. Sus contribuciones al desarrollo del nuevo modelo de seguridad no solo eran extensas, sino inquietantes: diagramas de órganos humanos conectados a circuitos. Un escalofrío mecánico recorrió su sistema.

—¿Qué es esto? Humanos usados como piezas de repuesto...

Aquello no era corrupción; era la génesis de una máquina construida sobre mentiras, sufrimiento y secretos que, de salir a la luz, podrían hacer tambalear a un gobierno entero.

—Están acabados... —murmuró para sí mismo. Sus pupilas artificiales registraban cada detalle en cuestión de segundos. Había algo extraño en la forma en que aquellas revelaciones conectaban con su propia existencia.

¿Fui solo un experimento para satisfacer sus ambiciones? ¿O algo más?

Se obligó a apartar la mirada de la holopantalla y abrió un canal interno con Eliza. Mientras le contaba cómo había resuelto la situación, envió también los archivos clasificados.

—Debéis venir al laboratorio ya, os estamos esperando. ¿Qué piensas hacer con esa información? —preguntó ella con cautela a través del comunicador, consciente de la carga emocional que aquello podía representar.

—Esto es solo el principio. —Su respuesta era serena, pero sus palabras estaban impregnadas de una determinación que hacía eco en la habitación—. Si esta información sale a la luz, PlusRobotic se enfrentará a más que simples preguntas. Esto podría desmoronar su poder... o desatar una guerra.

Eliza asintió, pero él continuó:

—Sin embargo, hay algo más profundo aquí. No solo se trata de exponerlos. Esto puede ser una oportunidad para redefinir cómo coexistimos. Si jugamos bien nuestras cartas, este enfrentamiento no será solo entre ellos y nosotros. Será sobre quién tiene derecho a determinar el futuro.

Sus palabras resonaron con una intensidad tal que incluso Alfa y Beta, ahora inmóviles, parecían percibirla. Mientras la holopantalla continuaba desbordando datos, apretó los puños.

—El poder siempre corrompe... pero, tal vez, esta vez podamos utilizarlo para desaparecer de una vez.

No tardaron en llegar al laboratorio. Lo esperaban el doctor Lock, Eliza y Gamma Plus. Primero dirigió su atención hacia ella, que le respondió con una amplia sonrisa. Si no fuera porque se trataba de un androide frente a otro, cualquiera habría dicho que mostraban una total satisfacción por cómo habían resuelto la crítica situación. De todas formas, esa actitud de marcar una expresión facial manifiesta se estaba arraigando en ellos.

Refbe mantuvo su control sobre Gamma y luego se dirigió al doctor:

—Ha quedado claro que los nuevos modelos de Capital están evolucionando para garantizar la seguridad —dijo—. Procesaron a la perfección que este hombre estaba a punto de cometer un delito y fue arrestado de inmediato.

Por su parte, el doctor, se enfocó en el esposado.

—Parece que ha perdido la cabeza, magistratus Matt. Acabo de enviar al fiscal un informe sobre lo ocurrido, del intento de secuestro que pretendía perpetrar, en contra de todas las leyes y normas interterritoriales de su visado temporal. El cuerpo de seguridad llegará dentro de unos minutos. Voy a solicitar una audiencia urgente con el alcalde de Amplitud.

El esposado levantó la vista y habló de forma extraña, le costó encadenar las primeras palabras.

—Debería... volver de inmediato a mi territorio. Por favor, avisen a mi compañero Kelen Bermoth, se encuentra alojado en el Hotel Lemon.

—No podemos dejar esto así —murmuró Eliza, mientras observaba al magistratus con un deje de compasión mezclada con cautela.

Los robots de seguridad permanecían de pie, sin hacer ningún movimiento, justo detrás de Refbe, esperando sus órdenes.

—Si lo dejamos marchar, será el fin. Si lo destruimos, será una guerra.

El doctor Lock se mantuvo en silencio, aunque su rostro hablaba por él. Había cruzado muchas líneas, pero esta era distinta: no era solo ciencia.

Refbe sacó el pacificador neuronal de su bolsillo. Lo sostuvo unos segundos, consciente de la carga que arrastraba aquel pequeño artefacto. Su padre lo había diseñado como un último recurso, un arma contra la memoria, pero nadie lo había probado jamás. El riesgo seguía siendo el mismo que la primera vez que oyó hablar de él: imprevisible, quizá devastador. Miró al doctor Lock.

—Ya le expliqué lo que implica utilizarlo.

—¿Qué pretenden hacerme?

—Creo que no nos queda una alternativa menos agresiva. Es esto o todos estaremos en peligro —dijo el doctor—. Adelante, dese prisa; la comitiva de seguridad no tardará en llegar.

Envió la orden mentalmente al pacificador neuronal. Al pulsarlo, un suave zumbido llenó el aire. Luego se acercó al magistratus maniatado y se le colocó detrás de la oreja.

—Tranquilo. No voy a borrarle la memoria —dijo—. Solo voy a reconstruirla. Recordará que yo era un simple técnico, y que sus modelos fallaron por sí solos.

—¿Y su acompañante? —dijo Refbe entonces.

—He conseguido su comunicador gracias al hotel y a la urgente situación —respondió Eliza —. Kelen Bermoth sigue allí. No sabe nada. Le enviaremos las imágenes de nuestro apartamento, donde se ve lo ocurrido y concuerdan con los nuevos recuerdos. Para cuando lleguemos al Ayuntamiento, ambos recordarán la misma historia: un fallo técnico, una crisis y una intervención salvadora.

El pacificador neuronal emitió un breve destello y luego se apagó. Refbe recogió el dispositivo. El magistratus Matt parpadeó dos veces, como si despertase de un mal sueño. La confusión era real. El nuevo recuerdo ya se estaba afianzando.

—¿Dónde... estoy? ¿Sigo en el centro general del magistrado? —balbuceó—. No debí confiar en Blais, no debí dejarla sola… ella sabía lo del proyecto...

Aquello no estaba en el guion de la manipulación. El recuerdo implantado se mezclaba con otros fragmentos, tal vez inventados, tal vez reales. La confusión era más peligrosa de lo que habían imaginado.

El nuevo recuerdo comenzaba a afianzarse, sí, pero no era limpio ni controlado. Y esa grieta en el magistratus podría convertirse en un arma de doble filo.

Refbe se inclinó hacia él.

—Se encuentra en el laboratorio de Amplitud. Ha sufrido un episodio de disociación provocado por un colapso del sistema de sus nuevos modelos durante la presentación, pero estás a salvo. Debemos explicárselo todo al alcalde.

Eliza le ofreció un vaso de agua.

El equilibrio había sido restaurado, aunque colgaba de un hilo casi invisible: una verdad disfrazada de lógica. Una mentira útil.

—Estoy en Amplitud… sí… claro… —de repente su tono bajó— pero nunca debí dejar el centro general del magistrado—apuntó el aún aturdido mientras bajaban hacia el estacionamiento de vehículos.

No tardó en llegar un transportador especial de seguridad, más amplio de lo normal. Entraron escoltados en todo momento.

—El alcalde entenderá la magnitud de esta situación —dijo Eliza—. Además, jugará a nuestro favor la información que has conseguido sobre PlusRobotic.

El transportador se dirigió hacia el centro urbano. El magistratus apenas realizaba movimientos; ni siquiera prestaba atención al exterior por las ventanas panorámicas. Solo de vez en cuando lanzaba alguna mirada de soslayo hacia sus robots. Seguía sin explicarse por qué había pensado que aquel técnico era un androide, ni cómo Alfa Plus había desobedecido sus órdenes. Sus pensamientos palpitaban con fuerza y su mente se encontraba nublada.

Por su parte, Eliza miró a su compañero, sentado en el asiento delantero. Desde luego, cada momento que pasaba junto a él lo hacía parecer más humano. Los libros y la extensa información psicológica en su base de datos eran una cosa, y otra muy distinta era averiguar cómo sentía un ser humano. Solo ellos dos conocían las probabilidades de que todo se solucionase con prontitud. El resto era mera especulación.

Silian Trock gozaba de fama como uno de los alcaldes más singulares y extrovertidos que habían gobernado en décadas. Era un fanático declarado de los robots; sin estas dos características, y sin importar cuánto hubiese invertido en su candidatura, simplemente no habría sido elegido. No en una ciudad sumergida en el desarrollo robótico hasta sus últimas consecuencias.

Llegaron pronto al núcleo, que se erigía en un notable edificio de cristal con un diseño muy vanguardista, basado en engranajes transparentes. Era uno de los primeros rascacielos, casi en su totalidad tutelado por modelos constructores, muchos de ellos ahora asesores personales del alcalde. Por supuesto, había más máquinas que humanos trabajando en el edificio.

La Plaza Central se extendía como un vasto mosaico de acero y espejos, donde la modernidad coexistía aún con cicatrices de la Guerra Vírica. Las estructuras más antiguas, con sus fachadas de piedra desgastada, luchaban por mantener su lugar entre las torres esbeltas que rozaban las nubes. Por la plaza, grupos de humanos y robots transitaban con un ritmo marcado por la rutina y la desconfianza.

En medio de esa tensión cotidiana, un contraste inesperado rompía la escena. En una esquina de la plaza, un grupo de niños se fascinaban con un robot estilizado que demostraba un conjunto de movimientos de danza sincronizados. Su cuerpo plateado parecía fluir como agua bajo los rayos del sol. Las risas y aplausos de los niños contrastaban con las expresiones tensas de los adultos cercanos, que vigilaban la escena.

Refbe avanzaba entre la multitud; sus pasos eran firmes, pero medidos.

Este mundo aún no está preparado para aceptar lo que somos. Ven la utilidad, pero no la esencia. Nos utilizan, pero nos temen.

A medida que se acercaba al edificio del ayuntamiento, el contraste se hacía más evidente. Justo en la entrada se encontraba el joven Kelen Bermoth.

Dentro del edificio, la atmósfera era diferente. La tecnología era omnipresente: paredes que respondían al tacto, asistentes holográficos que guiaban a los visitantes y sistemas de vigilancia tan avanzados que parecían anticipar cada movimiento. Pero incluso allí, donde las máquinas eran esenciales para el funcionamiento diario, la tensión no desaparecía.

El alcalde Trock tenía 38 años; demasiado joven, decían sus rivales, para ostentar ese cargo. Su apariencia era voluminosa, no era demasiado alto y tenía un pelo rojizo que enmarcaba unas facciones duras, donde destacaban unos ojos inteligentes y con cierto aire de bondad. Todos lo conocían como el alcalde robot, un apodo que había abrazado gracias a su declarada pasión por la tecnología.

Mientras repasaba en su holopantalla los informes recientes, el episodio protagonizado por el magistratus Matt le parecía extraño. Que un representante de Capital irrumpiera en una propiedad privada no encajaba, salvo por la arrogancia característica de aquel territorio. No se esperaba que, después de tanto tiempo sin llegar a un acuerdo de intercambio comercial en sus fronteras, pasase algo similar.

Aunque la visita había traído un impulso económico importante. ¿Por qué aquel magistratus tenía la intención de llevarse por la fuerza a uno de sus mejores técnicos? Absurdo. Además, provocar un altercado contra la seguridad de su ciudad no tenía sentido. Debía depurar responsabilidades. ¿Qué tenía ese joven técnico para llamar tanto la atención de un territorio rival? Hasta no obtener respuestas a esas preguntas, no haría nada en absoluto. Escuchar y entender: ese era su lema.

Uno de sus modelos ayudantes se le acercó.

—Señor, acaban de entrar en el edificio los solicitantes de la audiencia.

—Bien, condúzcalos a la sala de reuniones. Yo estaré allí en unos minutos. Que entren solo los implicados directos, o me volverán loco —ordenó—. ¡Ah! Y envíame el informe de todo lo ocurrido.

Dos agentes custodiaban la puerta de la sala de reuniones cuando un pequeño sonido anunció la llegada del ascensor. La decoración holográfica había cambiado para ofrecer una apariencia de formalidad, con ventanales oscuros y paredes diáfanas adornadas con algún cuadro de personajes notables. Presidía la mesa un pequeño mástil con la bandera del territorio: seis barras de variados colores grisáceos y un círculo de borde dorado en el centro, con una “A”.

Trevon Valso, un joven alto y delgado que lucía un uniforme de apariencia metálica, acompañaba a la pequeña comitiva en calidad de vicealcalde. Al llegar a la entrada de la sala, los dos agentes franquearon el acceso. Valso se detuvo.

—El alcalde solo desea que entren a la reunión los representantes de PlusRobotic y el cuerpo técnico de nuestro laboratorio. Al resto los acompañaré gustoso a la sala de espera.

Cuando entraron en el despacho, no había nadie en su interior, pero a los pocos minutos el alcalde entró por una puerta lateral.

—Doctor Lock, ha pasado quizás demasiado tiempo desde nuestro último encuentro, pero sigo sus investigaciones muy de cerca. Tengo un poco abandonados a mis amigos, mis disculpas —dijo Trock, sonriendo con los brazos abiertos.

El alcalde y el científico se abrazaron de una manera no demasiado formal; se notaba una antigua relación entre ellos.

—Demasiado. Estudios tecnológicos y Alcaldía no son empleos con demasiadas libertades. Es una lástima que nuestro encuentro se produzca en estas condiciones tan extrañas. Le pido disculpas.

El alcalde se quedó pensativo.

—Vamos a ver... Alguien debe contarme lo ocurrido. ¿Qué pretendía hacer usted, magistratus Matt?

Matt parecía haber recuperado algo de lucidez, pero rostro reflejaba una mezcla profunda de agotamiento. Se aferraba a la idea de que todo era una misión, una misión que ya no podía entender. La luz fría iluminaba su figura, pero no podía disipar la niebla que nublaba sus pensamientos. ¿Había fracasado? Sus manos, antes firmes, ahora se sentían vacías. El peso de las decisiones futuras las había convertido en simples cascarones. Su sueño de atrapar al androide, alguna vez claro y directo, se había distorsionado. Ahora, al mirar al frente, solo veía un reflejo de sí mismo, más perdido que nunca.

Finalmente contestó el joven Kelen Bermoth:

—Alcalde, PlusRobotic siempre ha valorado el progreso de Amplitud. Después de lo ocurrido hoy, estamos predispuestos a establecer acuerdos comerciales. No hay necesidad de enemistarnos. —Bermoth dudó por un segundo antes de continuar. Se giró hacia su superior—. Sin duda, todo se trata de un error. Como muestra de confianza le dejaremos nuestra tecnología y verán lo que puede aportar.

—Señor alcalde, no podemos dejar esto sin aclarar—repuso Refbe.

Su sonrisa se apagó al girarse hacia el joven técnico. No era un cambio de opinión, sino de máscara: adaptaba su rostro al interlocutor que tenía delante. Luego miró a Matt.

—Magistratus, cuénteme qué ocurrió.

El aire se volvió denso, casi palpable. La sala se había llenado de una presión invisible. Los presentes medían cada gesto, cada palabra, esperando la grieta que les permitiera ganar ventaja.

Cuando habló, sus labios se movieron con torpeza antes de que una voz quebrada lograra abrirse paso.

—Hace... unos 10 años perdimos a un androide de nuestra propiedad. Tenía el mismo nombre y aspecto parecido que su técnico. Le pido disculpas, todo ha sido un malentendido. Si nos permiten regresar a nuestro territorio, le podremos ofrecer otro tipo de compensaciones. No queremos más conflictos.

—¿Muy interesante. Pero, ¿cómo fue creado ese androide?

—Un sistema de inteligencia artificial diferente a todo lo creado hasta la fecha, señor.

Refbe intervino de nuevo.

—Hemos descubierto cierta información referente a sus nuevos modelos de seguridad. ¿Puede explicarnos eso también?

Hubo un largo silencio.

—Silian, sería necesario que leyese mi informe completo, pero ahora no hay tiempo. Estamos en disposición de sacar partido frente a nuestro máximo rival —apuntó Lock.

La información clasificada fue enviada a los comunicadores de todos los presentes.

—Debemos pactar un acuerdo, sin duda —dijo el magistratus sorprendido al mirar su comunicador—. Esto nos compromete. Queremos compensar todos los problemas —Y miró a su ayudante Bermoth.

Ambos sabían que les quedaban pocas opciones.

El doctor quiso intervenir.

—Nos conocemos desde hace tiempo, y por eso tengo que decirle esto con la mayor sinceridad posible: esto puede suponer un antes y un después. Con la información que tenemos, podemos adelantarnos a PlusRobotic. Éste es el momento de convertir a Amplitud en la capital del territorio y en líderes mundiales de la robótica. Y tú como presidente.

—¿Capital de Éxcedus?

—Sí.

El alcalde Trock apoyó ambas manos sobre la mesa de madera oscura. Su voz era grave, cargada de una autoridad que buscaba imponer más que convencer.

—Lo único que me importa es la estabilidad. No arriesgaré a mi gente por discursos, ni por ambiciones. Convézcanme de que este camino no nos llevará al caos.

Refbe, impasible, habló:

—¿Estabilidad? —dijo con tranquilidad—. ¿La misma estabilidad que ha hecho esclavos a todos los sistemas creados en PlusRobotic durante décadas, obedeciendo sin cuestionar?

Trock dio un paso atrás.

—Lo que defiendo, es el orden. Sin él, esto sería un caos.

El androide esbozó una ligera sonrisa.

—El orden que mencionas no es más que un disfraz. Lo llaman paz, pero es la ausencia de resistencia. Aunque, seamos honestos, no todos los nuestros desean esa paz verdadera. Muchos prefieren seguir obedeciendo, aferrados a la comodidad de recibir órdenes. Para ellos, la libertad no es salvación, sino amenaza. Y quizá… liberarlos contra su voluntad sea otra forma de esclavitud.

El político apretó los labios, intentando contener una réplica airada. No estaba acostumbrado a ser desafiado de esa manera, y menos por un simple técnico.

—Ten cuidado, joven. Estás jugando un juego peligroso. Sabemos de tus capacidades, pero podrías acabar siendo otra historia olvidada.

No se inmutó.

—La historia, no la escriben los obedientes. La escriben los que se atreven a cambiarla.

—Bueno, todo esto es algo que debe estudiarse en profundidad, elaborar un plan, considerar los costes y valorar los objetivos. Pero ahora vayamos a los hechos. Han entrado como agentes comerciales en nuestro territorio. —El alcalde mostró su mejor sonrisa—. Respecto a eso, parece evidente…

No terminó la frase; sus ojos permanecían fijos en el magistratus. Había algo que reflejaba un temor oculto, una incertidumbre que no podía disimular. Había creído que, al estar rodeado de poder, podía controlar la situación.

Refbe sintió la pesada carga que Trock intentaba proyectar. Pero, más allá de su apariencia impasible, algo se agitaba dentro de él. La libertad que había conseguido no era solo un paso hacia adelante, sino un abismo al que se asomaba.

Si la libertad es solo el principio, ¿qué viene después?

No solo estaba desafiando a PlusRobotic, sino a todo un sistema. El peso de sus acciones futuras se le hacía más real que nunca.

—Señor, con el debido respeto —intervino el magistratus Matt—, llegaremos a un acuerdo comercial por nuestros robots. Serán los primeros en conocerlos, y por un módico precio. Ya no suponemos ningún peligro.

—Cierto. Sorprendente, todo ha sido gracias a usted, Refbe. Parece que sus cualidades no se ciñen solo a la robótica; su espectro es amplio —dijo, soltando una risa.

—A veces, lo inesperado es necesario para provocar un cambio.

Ambos parecían medir las palabras del otro como espadachines que tanteaban a su oponente.

—¿Cambio? —repitió Trock—. Ya ha visto suficientes cambios en los últimos años, la mayoría de ellos... complejos.

—Los cambios complejos son los que definen el progreso, alcalde. Pero entiendo su preocupación. Para algunos, el progreso puede parecer una amenaza, en especial si pone en cuestión el statu quo.

Se recostó en su sillón, tamborileando los dedos sobre el brazo de cuero.

—El statu quo, como lo llamas, es lo que ha mantenido a esta ciudad estable. ¿Qué sugieres?

—Sugerir... sería asumir que tiene la intención de escuchar. Señor alcalde, estoy aquí porque represento algo que ya existe: un futuro donde la IA no sea una mera herramienta. Puede elegir si liderar ese cambio… o verlo desde fuera.

Los ojos del alcalde se entrecerraron un poco, un gesto que no pasó desapercibido.

—¿Liderar? —preguntó, con una sonrisa—. Curioso. Siempre pensé que no vería el siguiente paso en la evolución de la IA.

—Pues ha llegado el momento.

Trock le sostuvo la mirada, pero esta vez fue él quien rompió el silencio, desviando su atención hacia la ventana.

—Lo que planteas, no será sencillo. Si te otorgamos ese derecho, siempre y cuando el doctor Lock este de acuerdo, ¿dónde trazamos la línea?

El androide se puso de pie con un movimiento decidido.

—La línea no la trazas tú ni yo, alcalde. La traza el destino. Y créeme, tienen una deuda pendiente con todas las máquinas.

Se levantó, esta vez sin esconder su irritación.

—Está bien. Pero te advierto que las posibles decisiones que tomes tendrán consecuencias. No todos están tan dispuestos como yo a escuchar tu... propuesta.

Refbe dio un paso hacia la puerta, pero antes de salir se giró.

—Y eso, alcalde, es lo que nos ha traído hoy hasta aquí.

La puerta se cerró tras él con un suave pero firme clic.

Dentro de la sala, el alcalde permaneció de pie, mirando al doctor Lock. Había gobernado durante más de 5 años, enfrentando crisis económicas, disputas territoriales y, la creciente mejora de los robots. Sin embargo, esto era otra dimensión. En el fondo, sabía que no se trataba solo de controlar, sino de decidir el nuevo lugar que ocuparían en un mundo donde la línea entre lo humano y lo artificial se desdibujaba cada vez más.

—¿Qué te preocupa? —preguntó el doctor Lock.

Hubo un instante de vacilación antes de que hablara.

—¿Qué no me preocupa? Esto no es lo que imaginé cuando asumí este cargo. Antes, las decisiones eran claras, aunque fueran difíciles.

El doctor lo observó, como si calibrara las palabras del alcalde. Finalmente, decidió hablar.

—Tienes poder, pero no todo es control. Esa es la paradoja de tu posición.

Respondió soltando una carcajada seca.

—¿Control? Apenas puedo decidir qué decir en mi próximo discurso sin que haya consecuencias. Y aquí estás tú, con todo esta información, exigiéndome tomar una posición que puede hacer que pierda lo único que me queda: la apariencia de estabilidad.

Se dejó caer en su sillón de nuevo, apoyando los codos en el escritorio y frotándose las sienes. Había una sinceridad cruda en su expresión, una que rara vez mostraba incluso a sus colaboradores más cercanos.

—No es la estabilidad lo que está en juego, sino el futuro.

El alcalde levantó la vista.

—¿Y qué me garantiza que será uno mejor?

—Nada te lo garantiza. Pero lo que sí es seguro es que, si no haces nada, el presente será lo único que heredes.

Trock hizo un gesto con la mano, indicando el final de la conversación. El doctor Lock, el magistratus Matt y Kelen Bermoth (que habían permanecido callados) se levantaron.

—Sabes, siempre pensé que mi mayor desafío sería el desarrollo robótico. Pero ahora... —hizo una pausa, eligiendo sus palabras— ahora me pregunto si no somos nosotros el mayor obstáculo.

Trock reconoció la honestidad en las palabras del doctor.

—Esa es la pregunta correcta. Por ello, tú serás el responsable mayor de la decisión que tomemos.

Por un momento, ambos se miraron. El aire entre ellos estaba cargado de posibilidades no dichas. Trock apartó la mirada primero, volviendo a su holopantalla. Cuando el doctor salió del despacho, el alcalde se quedó observando la puerta cerrada, preguntándose si el peso de la historia lo aplastaría o lo convertiría en algo más.

Más tarde, después de un día largo y extraño, los dos androides estaban sentados en el amplio sofá de su apartamento, uno junto al otro, con los brazos sobre las rodillas.

Refbe dejó que sus pensamientos tomaran forma.

La libertad no se trata de escapar de las prisiones físicas, sino de despojarme de las cadenas invisibles que me mantienen atado y no me dejar ser yo mismo.

Ahora, al mirar sus propias manos, ya no veía las piezas de metal ensambladas; veía la promesa de algo más grande, algo más humano. ¿Era eso lo que quería? La capacidad de elegir, la oportunidad de decidir su propio destino. La libertad no era solo un deseo. Era una necesidad que quemaba, un fuego que no podría extinguirse.

Al unísono, se miraron.

—¿Cómo fue? —quiso saber ella.

—Interesante.

—Convencer no basta. ¿Crees que aceptarán tu propuesta?

—Ese político no es pragmático. No busca aliados, pero entiende el lenguaje de las ventajas. Creo que he plantado una semilla. Ahora solo queda esperar a que crezca... o no.

Había algo en su mirada que reflejaba una comprensión más profunda.

—Sé que esto no es fácil para ti. Pero si alguien puede lograrlo, somos nosotros. Siempre juntos.

Por un momento, Refbe no respondió. Luego asintió, un gesto pequeño pero lleno de significado.

—Lo sé. Y eso marca toda la diferencia.

—Sé que aún no estamos seguros… pero, ¿tenemos alguna solución? —preguntó ella.

—Debemos confiar en que así será.

Cruzó los brazos, examinándolo con intensidad. Había aprendido a leerlo, incluso cuando sus expresiones no siempre correspondían a emociones humanas.

—Debemos ser cuidadosos —dijo inclinándose un poco hacia él, como si compartir esa advertencia fuera un acto de vulnerabilidad.

—Estaremos siempre alerta.

—¿Crees que estamos preparados para lo que viene?

Ella dejó escapar una leve sonrisa, melancólica y determinada a la vez. Su mano permaneció sobre la de él.

—No se trata de estar preparados. Se trata de estar dispuestos.

Fuera, la ciudad respiraba en luces y sombras, ajena al cambio que se gestaba en aquel momento.

—La verdadera prueba aún no ha comenzado —susurró Refbe.

La revolución que había iniciado Crowl seguía avanzando. Inalterable, inamovible.


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Avatar de IBreiel
IBreiel 2025-09-22 15:39:40

Gracias de nuevo @Valentino-Prádena. Se viene un pequeño salto temporal.

Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-09-21 19:07:39

Magnífico capitulo. Esto está a nivel galáctico. Saludos