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Unas palabras acerca de la ciencia ficción - Fictograma
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Unas palabras acerca de la ciencia ficción

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Kimo

Publicado el 2025-07-02 14:33:22 | Vistas 154
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Cuando repaso las historias que se han escrito en la recién nacida y exitosa Fictograma, me he llevado la sorpresa de que en ella reina el género de la ciencia ficción. Y reina con buen éxito, porque todas las que he leído son obras con un grado alto de méritaje.

Y si digo que me ha sorprendido, aparte de su gran calidad, es porque, en general, la ciencia ficción en lengua española es exigua, dado que los hispanos-hablantes (englobando con este termino también a los hispanoamericanos, hispano-africanos e hispano-asiáticos), por naturaleza tendemos a escribir sobre todo acerca de lo cotidiano y de nuestras emociones, sobre la búsqueda de nuestra identidad, la denuncia de la injusticia y aquella gran fusión de lo real y lo mítico en un realismo mágico todavía vigente.

Por ello, la ciencia ficción en lengua española es como una pequeña quebrada de agua que fluye debajo de un manto pedregoso de generalidad narrativa, pero que va abriéndose paso a través de esas duras rocas de la tradición, la censura, el olvido y la incomprensión. Estas corrientes tan exiguas, por ciento invisibles para el gran público, nutren -y han nutrido a lo largo de un siglo- la imaginación de generaciones de lectores y han dado voz a autores que, con ingenio y coraje, se atrevieron a soñar futuros alternativos, a interrogar el presente desde la distancia de lo posible y a dialogar con los grandes mitos de la modernidad.

Esto me lleva a un viaje apasionado sobre las anécdotas, técnicas y trayectorias de algunos de los nombres más insignes y singulares de la ciencia ficción hispanohablante que me gustaría dar a conocer.

Vayamos a los albores que dieron vida a estos visionarios y pioneros.

En los últimos compases del siglo XIX, cuando la electricidad era aún un prodigio y el ferrocarril el emblema del progreso, surgieron en España y América Latina los primeros relatos que, sin saberlo, estaban fundando el género. Eran tiempos de experimentación, de utopías y distopías, de sátira social y de fe —o miedo— en la ciencia.

Enrique Gaspar y Rimbau es, sin duda, el gran patriarca de la ciencia ficción española. Su novela El anacronópete (1887) es una joya: anticipa la máquina del tiempo de H.G. Wells y lo hace con un artefacto movido por electricidad, capaz de viajar al pasado y al futuro. Gaspar, dramaturgo y diplomático, dotó a su obra de un humor irónico y de una mirada escéptica hacia el progreso, tan propia de la España de la Restauración. La anécdota cuenta que Gaspar escribió la novela en China, donde ejercía de cónsul, y que la publicó casi como un divertimento, sin sospechar que estaba creando un clásico fundacional

Nilo María Fabra, periodista y narrador catalán, fue otro de los grandes pioneros. Sus Cuentos de mañana (1897) exploran la utopía, el viaje espacial, la guerra tecnológica y el fin del mundo, siempre con un trasfondo de crítica social y política. Fabra, hombre de ideas progresistas, utilizaba la ciencia ficción para denunciar la corrupción, el militarismo y la ignorancia, y lo hacía con una prosa elegante y un fino sentido del humor

A estos nombres se suman otros como Carlos Mendizábal, autor de relatos sobre autómatas y mundos futuros, y José de Elola (el Coronel Ignotus), que en las primeras décadas del siglo XX cultivó una ciencia ficción teñida de aventuras coloniales y exotismo científico

Estos titanes literarios dan paso a una Edad de Plata, que serían laboratorios de un futuro que ya va alcanzándose.

La primera mitad del siglo XX fue, en España, un tiempo de vanguardias, de crisis y de esperanzas rotas. La ciencia ficción, aunque marginal, se convirtió en un laboratorio literario para algunos narradores inquietos.

Jesús de Aragón, conocido como el Capitán Sirius, fue uno de los más prolíficos y originales. Sus novelas, como Viaje al fondo del océano (1935) y Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano Fantasma (1931), mezclan la aventura, la anticipación tecnológica y el humor. Aragón, ingeniero y periodista, se inspiraba en Verne, pero dotaba a sus relatos de un sabor netamente español, con héroes castizos y escenarios reconocibles

En este periodo, la ciencia ficción fue también un refugio para la sátira y la crítica social. Autores como Pedro Salinas, Azorín o Jardiel Poncela hicieron incursiones ocasionales en el género, usando la especulación científica como pretexto para explorar los límites de la identidad, el tiempo y la memoria

Cuando llegaron las dictaduras y las eras de los bolsilibros, surgió de llos la resistencia y el travestismo.

La posguerra española fue una época de silencio y censura, pero también de ingenio y supervivencia. La ciencia ficción encontró su nicho en la literatura popular, los quioscos y las colecciones de bolsilibros. Aquí florecieron autores que, bajo seudónimos anglosajones, escribieron centenares de novelas de aventuras espaciales, invasiones alienígenas y distopías tecnológicas.

Pascual Enguídanos, bajo el nombre de George H. White, creó la Saga de los Aznar (1953-1978), una epopeya de 56 novelas que narra las peripecias de una familia española transportada a una Venus jurásica y luego a una Tierra del futuro. Enguídanos, que llegó a recibir un premio Hugo a mejor serie europea, escribía a un ritmo vertiginoso, alimentando la imaginación de miles de lectores en una España gris y reprimida. Su técnica era la de la improvisación controlada: cada novela debía dejar un cabo suelto para la siguiente, y el universo de los Aznar se fue expandiendo con cada entrega, mezclando ciencia, aventura y un inconfundible sabor hispano

Luis García Lecha, otro gigante del bolsilibro, firmó como Clark Carrados y Louis G. Milk decenas de novelas de ciencia ficción, western y policiaca. Su capacidad para inventar tramas sobre la marcha era legendaria: podía escribir una novela en una semana, dictando a máquina y corrigiendo sobre la marcha. García Lecha, como muchos de sus colegas, utilizaba el seudónimo no solo por razones comerciales, sino también para protegerse de la censura y del desprecio intelectual hacia la “novela del espacio”

José Mallorquí, más conocido por su serie de El Coyote, también incursionó en la ciencia ficción bajo el seudónimo de J. Hill. Su estilo era directo, ágil, con diálogos vivos y una gran atención al ritmo narrativo

En este ecosistema de literatura popular, la camaradería era esencial. Los autores compartían anécdotas, trucos y hasta personajes. Se cuenta que en las redacciones de las editoriales Bruguera y Toray, los escritores se pasaban ideas y se retaban a escribir historias cada vez más extravagantes, siempre bajo la presión de los plazos y la necesidad de sorprender al lector.

Entonces llegó una especie de florecimiento en los años sesenta y setenta: revistas, antologías y el nacimiento de una comunidad

Con la llegada de los años sesenta, la ciencia ficción española vivió una pequeña edad de oro, gracias al auge de las revistas, los fanzines y las primeras antologías. Aquí emerge la figura de Domingo Santos (Pedro Domingo Mutiñó), auténtico patriarca del género. Santos, que comenzó editando bolsilibros como Peter Danger, dio el salto a la novela “seria” con Gabriel (1962), la primera obra española de ciencia ficción traducida a otro idioma. Su colección de relatos Meteoritos y novelas como Los dioses de la pistola prehistórica o Futuro imperfecto son ejemplos de una ciencia ficción que combina especulación filosófica, crítica social y un lenguaje cuidado

Santos fue también el gran animador de la revista Nueva Dimensión, junto a Luis Vigil y Sebastián Martínez. Esta publicación, nacida en 1968, fue el verdadero taller de la ciencia ficción española: allí se forjaron nuevas voces, se tradujeron clásicos extranjeros y se debatió sobre el futuro del género. La anécdota cuenta que en la redacción de Nueva Dimensión se celebraban tertulias interminables, donde los autores discutían sobre robots, viajes en el tiempo y utopías posibles, siempre con una mezcla de rigor y desenfado

Antonio Ribera, con novelas como El misterio de los hombres peces (1955) y Fin (1963), exploró el contacto con inteligencias extraterrestres y el fin de la humanidad, anticipando temas que luego serían centrales en la ciencia ficción global

Otros nombres esenciales de esta época son Francisco Valverde Torné (La gran revelación, Los enemigos del sol), Juan G. Atienza (La máquina de matar, Los viajeros de las gafas azules) y Carlos Buiza (Un mundo sin luz), todos ellos pioneros en la exploración de futuros distópicos, sociedades deshumanizadas y tecnologías ambivalentes

Un personaje singular de estos años fue Jacques Ferron, francés afincado en España, que jugó un papel clave en la gestación de la segunda generación de escritores españoles de ciencia ficción. Ferron, editor y animador cultural, impulsó la creación de revistas y antologías, y sin él probablemente nunca habría existido Nueva Dimensión, piedra angular del género en España

Toda esta explosión literaria nos llevó a la tradición literaria y experimentación del género, convirtiendo a la ciencia ficción en un arte mayor

A partir de los años ochenta, la ciencia ficción en español vivió una profunda transformación. Autores como Rafael Marín, Gabriel Bermúdez Castillo y Manuel de Pedrolo apostaron por una literatura más ambiciosa, que dialogaba con la tradición clásica y buscaba nuevas formas de expresión.

Rafael Marín, en Lágrimas de luz (1984), fusionó la space opera con la épica medieval y la poesía, creando una novela de gran belleza formal y hondura filosófica. Marín, traductor y estudioso de la literatura, defendía que la ciencia ficción debía ser también un arte del lenguaje, y en sus relatos abundan las referencias a la literatura española clásica y a los grandes mitos universales

Gabriel Bermúdez Castillo, en Viaje a un planeta Wu-Wei (1976), introdujo referentes españoles en la ciencia ficción, dotando a sus obras de un sabor local y de una ironía que las distingue de la producción anglosajona. Bermúdez Castillo era conocido por su sentido del humor y por su capacidad para mezclar la especulación científica con la sátira social y política

Manuel de Pedrolo, con Mecanoscrit del segon origen (1974), escribió una de las grandes distopías postapocalípticas en catalán. La novela, que narra la supervivencia de dos adolescentes tras un cataclismo, es un canto a la esperanza y a la capacidad de reconstrucción del ser humano. Pedrolo, autor comprometido y experimental, utilizaba la ciencia ficción para explorar los límites de la identidad, el lenguaje y la memoria

Ahora veamos que está pasando en América Latina: voces propias y universos imaginarios

La ciencia ficción hispanoamericana ha sido, desde sus inicios, un territorio de hibridación, de mestizaje y de audacia formal. Sus autores han sabido dialogar con la tradición europea y anglosajona, pero también han creado mundos propios, marcados por la historia, la política y la diversidad cultural.

Angélica Gorodischer, argentina, es una de las grandes damas del género. Su obra Kalpa Imperial (1983) es una colección de relatos que exploran el poder, la identidad y la condición humana a través de la invención de imperios ficticios. Gorodischer, con una prosa poética y una imaginación desbordante, abrió caminos para toda una generación de escritoras y escritores latinoamericanos

Daína Chaviano, cubana, es otra figura fundamental. Su trilogía La Habana oculta mezcla ciencia ficción, fantasía y realismo mágico, explorando las fronteras entre lo posible y lo imposible. Chaviano ha sido reconocida internacionalmente por su capacidad para crear mundos imaginarios complejos y por su sensibilidad para los temas universales: el amor, la muerte, la búsqueda de sentido

Y, como he mencionado desde el principio de este ensayo, no hay muchos autores de ciencia ficción en América Latina, al menos no tan famosos y trascendentales, de los que se pueda hablar.

Ahora enfoquémonos en las técnicas y este arte de la invención que es la ciencia ficción.

Pues bien, la ciencia ficción en español ha desarrollado, a lo largo de su historia, una serie de técnicas y estilos propios, fruto de la necesidad, la creatividad y el diálogo con la tradición.

1) La creación de mundos propios (o como los chavales principiantes gustan de llamar con tono inglés, el 'worldbuilding'): Desde los pioneros como Gaspar y Fabra hasta los contemporáneos, la construcción de universos imaginarios ha sido una constante. Los autores cuidan la coherencia interna, las reglas del juego, y dotan a sus mundos de una lógica propia, aunque a menudo marcada por el escepticismo y la ironía.

2) Tramas de reacción y consecuencia: En la mejor tradición del género, cada acción tiene su reacción, y las historias se desarrollan como experimentos narrativos, donde los personajes deben enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones.

3) Lenguaje cuidado y tradición literaria: Autores como Rafael Marín han reivindicado la herencia de la literatura española, fusionando la épica y la poesía con la especulación científica.

4) Crítica social y reflexión filosófica: La ciencia ficción hispana es, en gran medida, un género de ideas, de preguntas incómodas y de exploración de los límites éticos y políticos de la ciencia y la tecnología.

5) Evitar clichés y buscar originalidad: En un contexto donde la ciencia ficción anglosajona domina el mercado, los autores en español han buscado nuevas formas de narrar, evitando los tópicos y apostando por la experimentación formal.

Las anécdotas abundan: desde la escritura frenética de los bolsilibros, con autores dictando novelas enteras en una semana, hasta las tertulias interminables de Nueva Dimensión, pasando por la inspiración súbita de César Mallorquí, que encontró la idea para un cuento viendo un rebaño de ovejas sin pastor en los Pirineos. La ciencia ficción española es, en suma, un arte de la resistencia, la invención y la camaradería.

Hoy, en pleno siglo XXI, la ciencia ficción hispanohablante vive un momento de renovación y reconocimiento, como lo estamos atestiguando en Fictograma. Nacen nuevas voces y una nueva comunidad cada vez más activa que está abriendo caminos hacia lo desconocido. Pero la esencia sigue siendo la misma: la pasión por imaginar, por preguntar, por inventar.



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heguendm 2025-07-02 16:26:36

Mi humilde opinión: Un genero aun poco desarrollado en la cultura hispana. Tenemos demasiados poetas escribiendo musas a la luna y muy pocos soñadores imaginando como llegar a ella. Una vez le dije a valentino: Espero que los de las ciencias mantengamos el empuje antes de ser invadidos por los románticos. Abajo el azúcar y los colores de los ojos cariñositos. Larga vida, al metal inmortal, al acero frio y despiadado, a la maquina y al procesador que hacen al mundo girar y vuelven lo imposible algo cotidiano.