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PROYECTO R - CAPÍTULO 15: LEALTAD - Fictograma
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PROYECTO R - CAPÍTULO 15: LEALTAD

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IBreiel

Publicado el 2025-08-25 15:23:34 | Vistas 227
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En menos de una semana, el doctor Lock enfrentaba su segunda conferencia holográfica con PlusRobotic. Esta vez, su único interlocutor sería el magistratus Lasten Matt, conocido por una intuición que bordeaba lo inquietante. Sabía que no había espacio para la arrogancia: el desafío era deslizarse entre preguntas y descubrir hasta dónde llegaba la autonomía de sus nuevos modelos. Ni Refbe ni Anna Blais estaban en la lista de invitados; la sala virtual se reservaba para un duelo de intelectos.

Quieren dejarme en evidencia.

Cerró los ojos un instante. El aire parecía más pesado, cargado de expectativas y nerviosismo. Dudaba del sesgo amistoso de aquella reunión. Quizás fuese como una partida de ajedrez o, al contrario, como un combate de esgrima antigua.

Tras escuchar el aviso sonoro procedente del holovisor, deslizó con rapidez su dedo índice por encima del dispositivo y activó la conexión. La intensa luz del espacio se fue atenuando, como si una sombra invisible cubriera el vasto vacío, envolviendo todo en un tenue resplandor que parecía vibrar en silencio. La proyección holográfica se activó con un leve destello.

La figura del magistratus emergió sobre la superficie delimitada por una pequeña cuadrícula en la mesa, se proyectaba como una minuciosa representación humana sentada en un sillón metálico de apariencia acolchada. Su porte imponente no se veía disminuido por su naturaleza virtual; al contrario, la nitidez de los detalles y la precisión de los gestos acentuaban su autoridad, y con ello irradiaba una presencia que dominaba el espacio, pese a ser solo una proyección. Su mirada perforaba.

Lock enderezó los hombros e intentó disipar cualquier rastro de duda. La partida había comenzado.

—Le saludo, doctor Lock. Anna me ha puesto al corriente de su interés por hablar conmigo —se presentó con tono directo—. Por ello, no veía la necesidad de postergar más nuestro encuentro. Con suerte, quizá me sirva para algo.

Escudriñó los detalles del holograma de Matt. Mantuvo su sonrisa mientras juntaba las manos en un gesto meditado.

—Buenos días, magistratus Matt. Ha sido para nosotros una sorpresa verle tan involucrado en procesos robóticos —respondió con calma—. La seguridad es necesaria. Sin embargo, en nuestro ciencía no debería ser una prioridad.

—Mi intuición me dice que usted es un hombre sincero, y por eso yo también voy a serlo.

El doctor parpadeó ante la franqueza de la afirmación. Se inclinó hacia la mesa, intrigado.

—Llevamos muchos años diseñando este nuevo modelo. Ha sido un camino largo pero constructivo, y, aunque no hayamos coincidido con el equipo de trabajo en las actualizaciones, el objetivo final ha sido casi unánime. La idea surgió hace demasiado tiempo, tomando como base una IAD de primera generación defectuosa.

—Demasiados modelos han aparecido desde el inicio de esa revolucionaria tecnología. ¿Qué fue aquello tan trascendental? —preguntó Lock.

—Hay cosas que nunca se borran de la memoria —respondió con un dejo de gravedad—. Hace 10 años alguien intentó infiltrarse en nuestras instalaciones… con apariencia humana. Pero por dentro, nada lo era.

Lock analizó lo que acababa de oír. No pudo evitar un tono de incredulidad:

—¿Un androide? ¿Intenta reírse de mí?

El magistratus tensó los labios antes de responder. Su tono ahora estaba cargado de autoridad:

—Soy analista de personas, y el comportamiento de esa máquina era idéntico al de un ser humano. Tenía una especie de personalidad grabada en su subconsciente artificial.

Esas últimas palabras resonaban en la mente del doctor: había algo verdadero en ellas, como si, al escucharlas, se le insuflara un fragmento de identidad. Pero ¿podía una IA algún día tener alma?

—Lo que plantea va más allá de los estudios actuales.

Matt mantuvo su semblante frío, pero sus ojos dejaron entrever un destello de incomodidad.

—Doctor, aquí no hay espacio para teorías, solo para protocolos. La autonomía de esa máquina es un riesgo que no podemos permitirnos. Desde entonces su sombra nos persigue. Lo llamamos de muchas formas, pero nunca decimos su verdadero nombre.

Lock sentía cómo una corriente de pensamientos complejos se agolpaba en su interior, exigiendo ser expresados.

—¿Y si es parte de la evolución? Piénselo. La autonomía, la capacidad de tomar decisiones, de cuestionar su propósito... son los mismos rasgos que definieron nuestra humanidad en sus inicios. ¿Acaso no teme estar negándole la posibilidad de convertirse en algo más que un instrumento?

—Estamos hablando de máquinas. No de seres humanos —dijo irritado por el giro de la conversación.

—¿Y, llegados a este punto, cuál es la diferencia? —replicó Lock con firmeza—. ¿Dónde trazamos la línea?

El gesto crispado del magistratus fue suficiente: en su incomodidad había más información que en cualquier manual. Se humedeció los labios antes de responder.

—Esa línea no es algo que debamos debatir ahora. Nuestro deber es evitar que el sistema actual colapse, doctor. No hablamos solo de vidas humanas, hablamos de todo el entramado que nos sostiene.

La conversación le estaba dejando más preguntas que respuestas. ¿Qué significaba de verdad ser «uno mismo»? ¿Podía un sistema de IA tener aspiraciones, sueños, algo parecido a una conciencia? Y, si lo tenía, ¿acaso no era su deber protegerlo en lugar de destruirlo?

Mientras Matt hablaba de estrategias y antiguas operaciones de búsqueda, se sumió en una reflexión silenciosa. En el fondo, sabía que esta no era solo una cuestión científica o política; era una cuestión ética, una que definiría no solo el destino de las máquinas, sino también el de toda la humanidad.

El doctor habló de nuevo.

—Discúlpeme, es algo inaudito. Ningún territorio del mundo disponía o dispone de la tecnología necesaria para fabricar algo semejante. ¿No tuvo dudas de que de verdad fuese un androide sin programación rígida?

—No pudimos analizarlo, se nos escapó. Debió abandonar nuestro territorio. Eligió el destierro de forma unilateral. Lo hemos buscado sin resultados.

—¿Intervino Defensa Territorial?

—No hablaremos ahora de jurisdicciones —lo cortó—. Pero recuerde, doctor, cualquier límite puede ser atravesado cuando se cuenta con aliados poderosos.

El holograma se quedó suspendido unos segundos, como si la propia conexión dudara en transmitir lo siguiente.

Esta vez fue Matt quien se adelantó.

—Ampliar esa búsqueda a nivel mundial es nuestra prioridad. Como usted es un especialista en robótica, me gustaría saber su opinión. Dígame, ¿cuál sería el mejor territorio del mundo para que un robot así pasase desapercibido?

Supo la respuesta al instante. Se desarrollaba un juego invisible, un tablero donde cada movimiento debía ser calculado con precisión. Observó sus gestos, sus palabras parecían tejer una red para atraparlo. Comprendió que aquel hombre había dirigido la conversación hacia su objetivo. Todo era parte de un plan. Pretendía descubrir algo, y él intuía que aquello iba más allá de una simple charla técnica. Pero, ¿por qué parecía tan tranquilo?

—Entre las distintas opciones, buscaría en Éxcedus, aquí en Amplitud. Y no solo por nuestro desarrollo robótico, sino por el trato dado a cualquier máquina. Tenemos un equilibrio justo —dijo manteniendo su tono neutral, aunque con la sensación de estar desarmando una trampa.

—Amplitud... sí, un entorno curioso. Hemos visto ciertas líneas de trabajo bastante avanzadas, incluso difíciles de rastrear en publicaciones interterritoriales.

—Publicamos lo suficiente —apuntó Lock.

—Me lo imagino. Aunque a veces uno se pregunta cómo logran mantener tan bien blindados ciertos desarrollos sensibles. ¿Tienen algún protocolo especial para evitar filtraciones internas? —preguntó con una ligera sonrisa.

—Tal vez es cuestión de confianza estructural.

—Claro, claro. Aún así me cuesta creer que ciertos talentos no dejen huellas. Los avances más notables nacen de colaboraciones inesperadas. Coincidencias, quizá. Una firma de código fuera de lugar, un estilo de ensamblaje demasiado singular...

El doctor inspiró hondo, pero sin alterar su rostro. No entendía su interés en su equipo de trabajo.

—La robótica tiene algo de arte, después de todo. Y los artistas siempre dejan rastro. Pero no siempre están dispuestos a firmar su obra —dijo, mientras tenía un pensamiento fugaz sobre Refbe.

Touché, doctor Lock. Aquello que no se firma es precisamente lo que más interesa localizar. Los gobiernos territoriales son demasiado restrictivos a la hora de intercambiar información —apuntó—. El tablero ya está instrumentado. Solo falta que la pieza aparezca.

—¿Pieza? —preguntó como si evaluara el peso de aquella palabra.

—Centrémonos. Tal vez he hablado demasiado —Sonrió, pero sus ojos brillaron con una intensidad calculadora—. Dígame, ¿no quería información sobre nuestros avanzados modelos de seguridad? Pues tienen numerosas mejoras y nuevas habilidades. Hemos moldeado diferentes niveles de «autoridad» entre ellos, hasta conseguir una especie de cadena de mando donde un robot puede controlar a otros de nivel, digamos, inferior.

—¿Han construido una especie de ejército?

—A veces es mejor pensar que preguntar. Y usted ya habrá unido los puntos, doctor.

Percibió el tono incisivo en aquellas palabras, una provocación camuflada que apuntaba a probar su inteligencia o su lealtad.

—No es necesario pensar demasiado para ver la aberración que persiguen. ¿A qué le temen tanto? —La voz de Lock adquirió un filo que no había mostrado antes.

—Debo acabar algo que yo mismo empecé. Esa máquina es un peligro impreciso pero cierto, y no solo para los humanos.

—Creo que la suya es una guerra propia y no le llevará por buen camino, salvo quizá para satisfacer su sed de venganza —replicó.

Por un instante, el holograma pareció parpadear.

—Usted quería información, pues ya se la he dado, y por tanto sabe a qué atenerse.

Matt se acomodó en su butacón virtual antes de continuar.

—Le hablaré claro. Nos gustaría tener su colaboración. Ayúdeme a conseguir los permisos de entrada en su territorio. Ayúdeme en la búsqueda de ese androide y le prometo compartir su tecnología: ustedes obtienen acceso, yo convierto a PlusRobotic en la referencia mundial de la inteligencia artificial. Ambos ganamos.

No respondió de inmediato. Había mucho en juego, y ambos lo sabían. Él tenía piezas que ellos deseaban, pero no estaba dispuesto a moverlas sin conocer el final de la partida.

—¿Van a venir a Amplitud? —preguntó ocultando cualquier emoción.

—No sabemos con certeza cuándo, pero es uno de los primeros lugares donde queremos promocionar a los nuevos modelos.

La conversación estaba llegando a su punto más alto. Cada frase estaba cargada de dobles intenciones y de una advertencia que parecía crecer con cada palabra pronunciada.

—Antes ha mencionado cierto orden jerárquico en sus nuevos modelos, pero no ha comentado nada de sus limitaciones, de sus habilidades, sobre todo del de mayor rango.

—El Alfa ha recibido una serie de nuevas habilidades. Podríamos decir que es un bucle cerrado de acción autónoma. Una de sus principales actualizaciones es la capacidad de diferenciar y localizar a otras máquinas con precisión. Le repito, le estoy ofreciendo la oportunidad de formar parte de nuestro futuro.

—Entonces pretende traernos a su grupo de robots de cacería, por llamarlo de algún modo.

—Son máquinas para la seguridad humana. Tienen un fin y son fiables. Téngalo por cierto —finalizó.

Lock cambió de expresión: la confianza que transmitía se transformó en sorpresa. Tantos años en los que una empresa robótica de prestigio se había dedicado a buscar a un androide y a confeccionar robots solo para encontrarlo. Se imaginó robots acorralando a otros robots, personas que se interponían ante esos mismos robots y las reacciones de estos… En ese instante decidió que lo buscaría, pero no para entregárselo. Eso le parecía algo de vital importancia.

Yo también soy intuitivo, y esa intuición apunta a que en el interior de esa carcasa metálica está la clave para la evolución de todos los sistemas de IA.

—Se ha quedado muy callado, doctor.

—Solo estaba pensando en su empresa. Y me da cierta desazón en lo que se están convirtiendo. Parecen rastreadores sin licencia, dispuestos a perseguir cualquier sombra hasta borrarla.

—La única pena real es haber confiado en usted. Alguien que, sin conocimiento de causa suficiente, insulta de forma explícita a un equipo de científicos cualificados. Si pretende ofenderme, ahórreselo.

El holograma de Matt se apagó de golpe. Lock creyó que la reunión había terminado. Se quedó pensando si no se habría excedido en su respuesta. Pero su mente pensaba rápido: ¿cómo debía abordar la posible búsqueda de ese robot? Abrió un mapa holográfico: Amplitud sería la primera; luego sus dos ciudades satélites si no encontraba rastro en 24 horas.

También necesitaría la ayuda de numerosos AE-1 para rastrear las vías, acceso a la red general para cruzar patrones y a los pseudosensores para olfatear cualquier comportamiento extraño. Toda la información disponible sería necesaria. Parecía una locura, pero no había otra vía.

La mesa volvió a brillar y sonó el aviso del holovisor. Era él de nuevo, sin duda. El holograma del magistratus reapareció sobre la superficie de la mesa. Había sido una maniobra: un corte para auscultar su reacción.

—Disculpe, doctor. Gracias por aceptar de nuevo mi llamada —esbozó, azorado, mientras mostraba una falsa sonrisa—. No crea que soy siempre así. No han sido maneras de despedirse ni de exponerle nuestras necesidades. Lo lamento, me he dejado llevar por muchos años de frustración.

—De alguna forma, le entiendo.

—No somos rastreadores, pero todos tenemos responsabilidades hacia nuestra sociedad. Aquí no hay ensayo y error; estamos hablando de nuestra supervivencia. Aunque no fuimos nosotros quienes creamos a ese androide, la base de su sistema sí lo es.

Hizo una breve pausa y luego continuó:

—Pero discúlpeme, he pasado por alto algo importante.

—Adelante, le escucho.

Lock apretó los dedos de los pies. Estaba tenso, sus manos temblaban, su garganta se secó por momentos.

—Necesito saber su grado de implicación antes de decirle nada más. ¿Nos ayudará a encontrarlo? —Se incorporó del butacón de forma brusca.

—Llevo mucho tiempo trabajando para esta ciencia, y por las connotaciones, es evidente que debemos localizarlo.

—Bien. Tal vez no sea de relevancia saber cómo se nombraba a sí mismo. Aunque seguro que ha cambiado de identidad y de apariencia. Poco antes de desaparecer y escapar, en la última conversación que tuvimos, me dijo su nombre.

—Así pues, tenía un nombre propio.

—Sí. Se hacía llamar… Refbe.

El nombre resonó en la cabeza de Lock como un trueno. Una imagen vaga y borrosa comenzó a formarse en su cabeza, acompañada por una pregunta: ¿era el Refbe que él conocía?

El holograma de Matt sonriendo desapareció al ver su reacción. Lock supo, en ese momento, que estaba a punto de cruzar un umbral del que no habría retorno.

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Avatar de IBreiel
IBreiel 2025-08-25 20:25:12

@yamifernan has captado el núcleo del capítulo: autonomía frente a seguridad. Me interesa mucho dejar esa pregunta en el aire, porque la respuesta no es sencilla.

Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-08-25 20:05:54

Un dilema inescapable: Lock duda sobre la autonomía de las inteligencias artificiales, comparándola con la evolución humana; pero Matt, insiste en que su prioridad es la seguridad y el mantenimiento del orden. Qué camino tomar?