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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap34 - Fictograma
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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap34

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heguendm

Publicado el 2025-09-03 15:36:53 | Vistas 365
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Malas Noticias y peores noticias:

En Telasa, en el despacho del antiguo rey, la princesa recibía noticias poco alentadoras. Se acercó a Heigdal y Emeral.
—¿Me estáis diciendo que los De Vonder no solo están vivos, sino que atacaron las ciudadelas, las incendiaron, robaron todo lo que podían cargar y, además, consiguieron matar a Robalt y huir a otro reino?
—Eso me temo, su majestad —respondió Heigdal.
La princesa dio un grito de frustración.
—¿Cómo se puede ser tan incompetente? Os di un ejército con poder suficiente para atacar a un reino. ¿Qué estaban haciendo?
—Su majestad, no sabíamos que...
—Deja las excusas, Heigdal. Tenéis informantes en todos lados, ¿cómo es posible que los De Vonder pasaran desapercibidos? —interrumpió la princesa.
—Nuestras fuerzas estaban concentradas en suprimir la revuelta del príncipe, nunca calculamos que los De Vonder traicionarían a la Dinastía. Pero no se preocupe, su majestad, los encontraremos pronto y...
La princesa lo volvió a interrumpir:
—¿Los encontraremos y qué? ¿Qué vamos a hacer? Son dos magos titulados de fuego, que han asesinado a uno de los magos titulados de la Dinastía. Son tan poderosos como un pequeño ejército. El reino al que escapen tendrá tres magos titulados. ¿Con qué los vamos a enfrentar? Nuestros vecinos nos odian por lo que hicimos en la guerra de los dragones. ¡Estamos en problemas, idiotas! Activen todos nuestros espías en Veldat y Orphen. Si planean hacer algo, tenemos que saberlo con antelación. Averigüen en qué reino se refugiaron.
—Probablemente huirán a Veldat, es el reino más cercano al bosque de Finch y sus habitantes nos odian —comentó Emeral.
—Averiguadlo; un reino con tres magos titulados no se quedará de brazos cruzados, intentará invadir otros reinos, todos estamos en peligro. Tan pronto sepan dónde están los De Vonder, envíen mensajeros pidiendo una alianza al otro reino —razonó la princesa.
Mientras la princesa liberaba su frustración, Lidia empujo a Melan hacia adelante. El hombre se veía nervioso, sudoroso y pálido. La princesa vio el gesto de Lidia y miró a Melan.
—¿Melan?
—Majestad, tenemos otro problema —dijo Melan con voz entrecortada.
La princesa se acercó a él y le miró a los ojos, estaban frente a frente.
—Clinton Van Ferra desapareció. No sabemos dónde está, aprovechó la confusión de la revuelta del príncipe para matar a sus vigilantes y huir del castillo desapercibido, no...
Melan dejó de hablar, no podía respirar. La princesa acababa de clavar un daga en su pecho. Justo debajo de la quinta costilla. Luego, retiró la daga. Un chorro de sangre salió a presión de la herida mientras Melan caía al suelo. Un halo gris cubría a la princesa.
—Localicen a ese maníaco. No lo capturen, lo quiero muerto, pongan a todos los reguladores en su búsqueda —ordenó la princesa.
—Majestad, el asunto de Van Ferra es un secreto. Los reguladores... —advirtió Lidia.
—¡Me da igual! —le interrumpió la princesa acercándose. —Me importa una mierda lo que piensen, exijo que hagan su trabajo y que busquen a ese infeliz. No quiero más excusas, encuéntrenlo. Lo último que necesitamos es otro Van Vatnik.
Mientras tanto, al sur de la Dinastía, en uno de los puertos clandestinos.
—Vaya, eso es un montón de oro —dijo uno de los marineros, la ambición podía sentirse en su voz.
El capitán de la embarcación le dio un puñetazo, lo cogió por el cuello acercándole una daga.
—Ni se te ocurra. Esos cuatro son magos, y dos de ellos son magos titulados. Uno pertenece a la banda de Garland El Rojo. Vamos a hacer nuestro trabajo. Transportaremos a nuestros clientes y su carga al Reino del Sur y no se perderá ni una moneda de oro. ¿Quedó claro?
—Muy claro, muy claro, capitán.
El capitán soltó al marinero y se acercó a los De Vonder.
—Líder Xavier, en unos minutos estaremos listos para zarpar —dijo el capitán.
Su voz sorprendió a Xavier; sonaba suave, casi femenina. Xavier miró a su interlocutor. Era un hombre gordo y bajito de estatura. Pelo corto oculto debajo de un sombrero tricorne, ojos marrones, barba de un par de días, vestía un traje de noble rojo que había visto mejores días.
—Capitán, no quiero faltar al respeto, pero su barco me preocupa —comentó Xavier mirando a la embarcación.
El barco se veía viejo y desgastado. Las velas tenían agujeros. Uno de los mástiles estaba roto. El capitán se echó a reír.
—No se preocupe, excelencia, la embarcación llegará a su destino sin problemas. Tenemos un mago de viento y otro de agua para ayudar con nuestra navegación, si es que quiere adelantar nuestra llegada.
—Excelente; mientras antes lleguemos, mejor —respondió Xavier.
—Sin embargo, ese servicio no es gratis, su excelencia —alertó el capitán.
Xavier le miró con una mueca.
—¿Crees que el oro nos preocupa? —señaló Xavier con una mueca.
El capitán se echó a reír.
—Por supuesto que no, excelencia, pero es mi deber como capitán avisar estas cuestiones por adelantado.
Xavier asintió, el capitán volvió al barco a hablar con sus magos. Unos minutos después, el barco zarpaba. Xavier descubrió, para su desgracia, que se mareaba en el mar y pasó todo el trayecto hasta el reino del sur vomitando.
Por otro lado, al norte de la Dinastía, un hombre a caballo atravesaba el desierto. A su alrededor cargaba varias cajas con conejos en su interior. Sostenía uno de los roedores en su mano izquierda y las riendas con la derecha. El animal intentaba escapar de la mano que lo atrapaba, pero a cada minuto que pasaba se volvía más débil. El caballo se mostraba inquieto, pero el jinete no le ponía atención, obligándolo a continuar la marcha.
—Te queda poco tiempo de vida, pequeño.
Tan pronto el pequeño animal perdió la vida, el hombre tiró el cuerpo al desierto y abrió una de las jaulas sacando a su siguiente sacrificio. En el tiempo en el que hacía el cambio, un gusano de arena se lanzo sobre el cadáver del conejo que cayó al suelo. El jinete lo ignoró y continuó su marcha. Unas dos horas después, su vista cambió; de repente, se encontró mirando hacia la Torre de Liev en dirección opuesta a donde viajaba. La Torre se podía ver como una pequeña mancha en la distancia. El jinete entrecerró los ojos, a lo lejos se podía ver algo de polvo.
—Así que ya me encontraron. —Clinton se descubrió el rostro y sonrió. —Bien hecho chicos, pero es tarde.
Se bajó del caballo y, sin soltar las riendas, clavó su espada en el suelo y empezó a arrastrarla alrededor de lo que debía de ser la frontera entre mundos, hasta que el metal chocó con algo sólido. Se agachó y empezó a limpiar la arena hasta encontrar una roca plana, con múltiples diagramas y runas gravadas en su superficie. Clinton usó una daga para rascar la superficie de la roca, alterando alguna de las runas y diagramas. Después, hizo al caballo colocarse sobre la roca.
—Entela, Entela, yell feve afric, acta del moloc. Manel lev acta.
—Nal canto a gaw.
Una luz subió desde la roca, el caballo se asustó e intentó huir, pero se quedó atrapado en aquella luz.
—Malai, malai, yell feve, bund und nemer.
Clinton emitió un gruñido, su rostro envejeció y se arrugó un poco. En la distancia, los caballos de sus perseguidores eran atacados por gusanos de arena, pero los magos se encargaban de eliminarlos. Antes de que pudiesen acercarse lo suficiente como para atacar a Clinton, una parte del muro que separaba los mundos se hizo visible. Un agujero se abrió y el miasma empezó a salir. Vieron a Clinton entrar en el miasma. El muro volvió a hacerse invisible, el miasma se disipó. Ya no había señal de Clinton.
—¡Mierda, mierda, mierda! —gritó Astrid, quien perseguía a Clinton. Su pelo rojo y corto le daba un aspecto aún más agresivo a su cara.

—Gerald, ve e informa a la princesa y a la corte.
—Ni de broma te dejaré aquí. Hay muchos gusanos acercándose, tenemos que irnos —replicó Gerald a la orden.
—¿Y si ese maníaco vuelve?
—Astrid, déjalo. Ha entrado en el miasma solo, está del otro lado del mundo de los dragones, en un lugar lleno de miasma, no creo que exista nada con vida que se pueda sacrificar allí. Mira la roca; los conejos y el caballo están muertos. Estoy seguro de que Clinton no tiene intención de volver a este mundo por ahora. Salgamos de aquí antes de que nos rodeen los monstruos.
Astrid volvió a tirar de las riendas de su caballo y, junto a Gerald y los demás reguladores que le acompañaban, se dió la vuelta en dirección a la Torre de Liev.
Meses antes, en un bar en el norte del Reino de Veldat.
—¡Hey, hey, dame otra copa! —gritaba un borracho.
—Tú ya has bebido demasiado y no tienes dinero. Lárgate ya, Waldro —contestó el de la barra.
—Te puedo pagar mañana. Soy un mago, no es un problema conseguir dinero —gritó Waldro.
Muchos de los del bar empezaron a reírse.
—¿De qué se ríen? Yo soy un mago de fuego de élite, era maestro de la Academia, un mago poderoso —continuaba vociferando mientras todos reían.
—Sí, sí, sí, yo también. En realidad soy un mago titulado —se burló uno, causando aún más risas.
—Os voy a enseñar —gritó Waldro tambaleándose. Levantó su mano, el aire a su alrededor empezó a calentarse y las risas pararon. Usar magia de fuego dentro de un edificio de madera era muy mala idea. Una bola de fuego se formaba en la mano del borracho, pero estaba tan ebrio que la pequeña flama explotó en su mano.
—¡Uh! —articuló Waldro al ver su magia fallar, se escuchó un golpe, el intoxicado mago cayo al suelo.
—Sáquenlo de aquí —ordenó el de la barra mientras aún sostenía el garrote con el que había golpeado al borracho.
Lo arrastraron fuera. Lo dejaron tirado al lado del pozo, junto a la pileta usada para dar agua a los caballos.
Waldro se despertó exaltado al lado de la pileta, su garganta estaba ardiendo y algo de vómito seco ensuciaba sus ropas y barba; se levantó quejándose. El Sol brillaba en el cielo. Utilizó la cuerda y el balde para extraer agua del pozo y saciar su sed. Se miró en el agua de la pileta de los caballos. Su escaso cabello, ya blanco, había crecido hacia los lados, sucio y despeinado. En su cara había cicatrices de quemaduras, una barba desordenada y sucia, restos de vómito, de comida y lodo. El antiguo maestro llevaba tanto tiempo siendo Waldro, el borracho, que ya no reconocía su antiguo yo.
Delfín cayó al suelo al lado de la pileta y se echó a llorar. Acababa de soñar con Emeral y los maestros, soñó con la escena vivida tiempo atrás, cuando los maestros de la Torre revelaron todos los secretos que él ignoraba e intentaron asesinarlo.
Levanto la cabeza y miró al cielo azul. A veces quería vengarse, ir a la Torre de Liev y acabar con los maestros, después ir a Telasa y hacerla arder hasta reducir todo a escombros y cenizas. Pero era débil, no tenía poder suficiente, era un fracasado. Era una ironía que Xavier De Vonder, que tenía menos talento, suerte y fortuna que él, no solo habia sobrevivido contra toda posibilidad, sino que sus muchachos habían logrado eliminar a Robalt, el amo de los cielos.
—Y yo, que creía que era poderoso...
Se echó a reír.
«Si tuviera poder, podría castigar a todos esos traidores; si fuera un mago de fuego titulado... pero solo soy un mago de sombra, no puedo hacer nada, esta magia inútil, nunca...». Sus ojos se abrieron en sorpresa.
—Magia arcana —dijo en voz baja mientras se levantaba y salía del pueblo.
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Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-09-03 16:19:50

Capítulazo. Muy movido. Emergencias por todos lados. Me gustó lo del escape de Clinton, la previa para abrir el portal. Muy interesante. Saludos.