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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap44 (final original) - Fictograma
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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap44 (final original)

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heguendm

Publicado el 2025-09-14 09:23:57 | Vistas 477
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Mentiras familiares:

Tras caminar en silencio a través del Desierto Infinito durante un día, el cansancio se hacía notorio, incluso tras descansar durante la noche, Xavier aún tenía dificultades para respirar, por lo que avanzaban lentamente, al menos la tos había mejorado un poco.
—Supongo que los monstruos también dependían de la magia, porque no nos han atacado aún —comentó Xavier con voz entrecortada.
—Es posible. No había monstruos antes de la era de la magia, solo animales salvajes —contestó Delfín. —Hay algo que no entiendo, ¿Cómo te libraste del gran padre tan fácilmente?
—No fue fácil. Clinton estaba unido al gran padre y al Caos, yo no, mi única relación con el gran padre era la escasa cantidad de sangre de dragón y fragmentos de piedra de vida en mí, nada más; eso los limitaba, al final con lo que aprendí de Clinton sobre magia arcana y el diagrama de sacrificio...
—Ya veo... como sea, ¿Qué hacemos ahora?
—Huir —contestó Xavier. —Somos criminales en la Dinastía, en el Reino del Sur nos matarán para tomar la posición de tahal, no tenemos ninguna posibilidad sin las salamandras, ni los dragones. Somos malos guerreros y además, ahora carecemos de magia.
—Será un viaje largo —se quejó Delfín mirando al desierto.
—Tengo algo de oro oculto en el Bosque de Finch, nos servirá para viajar; supongo que nuestra mejor opción es Orphen —comentó Xavier mientras miraba en la distancia.
—Ahora, sin magia, las cosas cambiarán mucho, reinará el desorden— reflexionó Delfín
—¡Hey, mira! —alertó Xavier.
Algunos carruajes parecían moverse en la distancia alrededor de un montón de rocas.
—¿Qué es eso? —preguntó Xavier.
—Parece... la Torre de Liev —contestó Delfín.
Continuaron caminando, Delfín tenía razón. Justo en la frontera entre el desierto y la Dinastía, donde iniciaba la Selva de Morr, en lugar de la Torre de Liev, encontraron un montón de escombros.
—¿Qué ha ocurrido aquí? —preguntó Delfín a uno de los hombres que trataba de buscar entre los escombros. Por sus ropas, era obvio que era un noble de clase baja.
—La Torre de Liev colapsó de repente. Nuestros hijos y los caballeros están atrapados bajo los escombros. —El hombre los miró de arriba abajo; estaban sucios, ambos vestían ropas de cuero resistentes, era evidente que venían de una batalla, Xavier se veía pálido, con los labios azules. Delfín tenía manchas de sangre en su ropa. El hombre miró hacia el desierto.
—La batalla terminó, hay pocos sobrevivientes —contestó Delfín a la duda silenciosa del hombre.
El hombre se acercó a algunos de los otros familiares que participaban en el rescate. Enviaron un par de carruajes en dirección al desierto.
—¿Por qué no han enviado rescate para el ejército?—preguntó Xavier.
—No pueden. Los reinos no tienen a nadie disponible, los caballeros han perdido sus armaduras encantadas, los magos parecen no poder usar su magia, hay desorden por todos lados, los plebeyos se están sublevando... No se acerquen a la Ciudad Real, ni las ciudadelas —les recomendó el noble.
—¿Pueden llevarnos a alguna villa? —preguntó Delfín.
—Lo siento, necesitamos a los carruajes y caballos; aún esperamos encontrar a alguien con vida entre los escombros, no podemos ayudarlos. Xavier y Delfín asintieron y continuaron su marcha.
—Si incluso la Torre de Liev ha caído, la era de la magia ha acabado definitivamente. —Delfín sonrió. —Una nueva era dará inicio, esta vez, sin las mentiras del pasado.
Empezó a caer la noche y el Sol se ocultaba sobre el horizonte; avanzaban muy lentamente. Xavier se dio la vuelta y miró hacia atrás, examinando atento el camino que habían recorrido.
—Salgamos del camino —recomendó con cara de preocupación.
Delfín siguió la recomendación. Se agacharon entre unos arbustos a unos treinta metros del camino.
—¿Qué estamos esperando? —preguntó Delfín con la mirada fija en la distancia.
—El momento oportuno —contestó Xavier clavando su daga en el corazón de Delfín.
Xavier retiró la daga y se alejó de su víctima tan rápido como pudo. Delfín intentó frenar la sangre que salía a chorros sin éxito.
—¿Cuándo te diste cuenta de que robé el cuerpo?
Xavier se sorprendió ante la pregunta.
—No me di cuenta. Pensaba matar a Delfín de todas formas, tuviste mala suerte, Clinton —contestó Xavier.
—¿Por qué? —preguntó Clinton.
—No hay honor entre bandidos —contestó Xavier sin ninguna emoción en su voz. Clinton sonrió.
—Al final, no somos... tan distintos —dijo con su último aliento.
Xavier se acercó al cadáver con cuidado, asegurándose de que estaba muerto. Le cortó la garganta para asegurarse. Revisó los bolsillos y pertenencias. Una moneda de oro, un par de monedas de plata y una daga de buena calidad. Le tomó tiempo cortar la piel de todo el cuerpo para dañar todos los diagramas y runas de magia arcana, tenia que parar para respirar con frecuencia. Sin mirar atrás, abandonó el cadáver y salió al camino a la luz de la Luna.
Xavier sentía su cuerpo perder sus fuerzas, se hacía difícil respirar, cada paso se hacía más pesado.
«Al menos, se ha acabado», pensó antes de perder el conocimiento.
—Marle, por todos los cielos, no sabemos quién es, podría ser un criminal.
Xavier escuchó la voz de un hombre reprochar a alguien.
—No podemos dejarlo aquí tirado, Jano —respondía una mujer.
Xavier sintió su cuerpo ser levantado del suelo, la carreta empezó a moverse, volvió a perder la consciencia. La voz de un niño le despertó.
—¡Ma! ¿Por qué brilla Farpas?
—Porque está ardiendo Aleum, nuestra casa ya no está, la panadería, todo se ha ido...—contestó la mujer.
El nombre del chico hizo a Xavier forzarse a mantener la consciencia.
—¿Te llamas Aleum? —pregunto al chico, su voz entrecortada por la dificultad para respirar.
—Sí. Era el nombre de mi padre, era un mago poderoso, pero ha muerto —contestó el chico, primero con orgullo y luego con cierta tristeza.
—Y tu madre se llama Marle, ¿no?
—Así es. En realidad, es...
—Marlebis —dijeron ambos a la vez.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Marlebis.
—Conocí a alguien con el mismo nombre hace muchos años.
Se hizo silencio durante unos minutos, solo el ruido de las ruedas de la carreta se escuchaba, ni siquiera los insectos parecían tener ganas de chillar esta noche. En la distancia, varias luces brillaban. Xavier perdía la consciencia por momentos.
Al día siguiente, en una de las villas de Mola, Xavier y sus compañeros de viaje se enterarían de lo ocurrido en las ciudadelas y en la Ciudad Real. Sin magia y sin las armaduras encantadas de los caballeros; los campesinos, guardias y soldados regulares se rebelaron contra los nobles. Las revueltas degeneraron en batallas en horas y, al caer la noche, los plebeyos asaltaban a los nobles y cometían toda clase de atrocidades.
—Dicen que en la Ciudad Real las cosas empeoraron tan rápido que el Palacio Real no pudo controlar a la multitud, los nobles menores atacaron a los nobles de clase alta y a la realeza, con el apoyo de la gente común. Algunos nobles de clase alta decidieron que la reina debía pagar por ellos y la entregaron a la multitud. Me da escalofríos solo de pensar en lo que le hicieron —comentaba uno de los plebeyos con una sonrisa, mientras bebía vino de frutas en celebración.
—Nos libraremos de los nobles, de una vez por todas —contestó otro.
—Yo pienso ir a Duero, esos nobles tenían fortunas en sus mansiones, voy a recuperar todo lo que Fillode me ha robado con sus impuestos.
Mucha gente hablaba sobre el tema. Xavier continuaba en la carreta, semisentado, con el tronco inclinado hacia adelante y sin moverse; esa posición mejoraba su respiración.
—Chico, dile a tu madre que venga, tengo que hablar con ella —ordenó Xavier a Aleum.
Un momento después, el chico volvía acompañado de su madre.
«Eres mi Marle, sin duda», pensó Xavier.
Su pelo negro era un poco más largo de lo que recordaba, era la primera vez que veía sus ojos marrones claros. Su rostro era agradable, su nariz fina, la piel bronceada, sus labios eran gruesos, había aumentado de peso, pero eso solo acentuaba sus curvas.
—Como puedes ver, estoy muy débil, hay cosas que debo hacer, pero no puedo. Necesito tu ayuda.
—Me pide demasiado, señor, no sé quién es usted; si es un noble con enemigos, podrían atacarnos, tengo que pensar en mi hijo, le hemos traído hasta aquí, pero no puedo hacer más —contestó Marle.
Xavier metió su mano izquierda en su chaqueta de cuero y extrajo su insignia de mago. Con esfuerzo cambió de posición, acercándose al chico y le extendió la insignia.
—Mi nombre es Xavier, Xavier De Vonder, conocí a tu padre en la Torre de Liev. Era un buen hombre —Xavier recordó a su padre, a su abuelo y las mentiras de su familia.
«Qué hipócrita soy», pensó con lágrimas en los ojos mientras contaba una mentira al joven niño.
—Aleum de Taeria, tu padre, fue engañado por los maestros de la Torre de Liev. Sobrevivió a intentos de asesinatos, a persecuciones, tuvo que hacer muchas cosas para sobrevivir. Cuando conoció a tu madre, viajaba infiltrado en una peligrosa banda de criminales y asesinos, la Banda de Vralia. Logró llevarlos a la Justicia, pero poco después sus colegas lo traicionaron y lo mataron.
El chico tomó la insignia con lágrimas, mientras Xavier y Marlebis se miraban a los ojos.
—Hablaré con Jano.
—¿Confías en él?
—Lo conocí tras abrir la panadería en Farpas, tenía una frutería justo al lado, somos amigos desde hace años.
—¿Confías en él lo suficiente como para arriesgar el futuro de tu hijo?
Marle tomó la insignia de manos de Aleum.
—Yo guardaré esto, ve a jugar a otro lugar.
—Pero mamá...
—Escucha, Aleum, esto puede ser peligroso. Los nobles y magos están siendo perseguidos y asesinados por toda la Dinastía. Tu padre tenía enemigos. No debes decirle sobre esto a nadie nunca. ¿Lo entiendes?
El chico se quedó en silencio y asintió.
—Necesito hablar con Xavier en privado, ve a jugar.
El chico se alejó, los dos adultos no lo perdían de vista.
—¿Es Xavier tu nombre real?
—Sí. No quieras saber más, es peligroso.
—¿Qué quieres hacer?
—En el Bosque de Finch, donde el río entra en los árboles, hay un roble alto, es el más alto, a tres metros a la izquierda, enterrado en el suelo hay una pequeña cacerola de barro. Dentro, hay una bolsa. Hay suficientes monedas de oro para vivir toda la vida en un pueblo pequeño o una villa.
—Eres Aleum, ¿verdad?
—No —contestó Xavier, mirándole a los ojos. «Perdóname, es mejor así».
Xavier, Marle, Aleum y Jano viajaron a lo largo de la orilla del Lago de Orto y otros caminos alternativos. Los caminos principales se habían vuelto peligrosos. Los puntos de control habían desaparecido y los bandidos acechaban a los viajeros. Algunos nobles, con cierta aceptación, lograron organizar a la población y evitar el colapso total de algunos pueblos y villas. En otros lugares, como Duero, Farpas y Telasa, los nobles fueron linchados y sus mansiones saqueadas.
Les tomó una semana llegar al Bosque de Finch, donde con la excusa de obtener agua del río, Marle recuperó el tesoro de Xavier en secreto.
Continuaron viajando hacia Humol. Tras el saqueo del Reino de Veldat, la masacre de Battey y con los constantes cambios de administrador, el pueblo había perdido su estabilidad y gran parte de su población. Los nobles fueron asesinados, la mayoría de los habitantes e incluso los criminales abandonaron el pueblo para probar suerte saqueando las ciudadelas, no había nada de valor en Humol.
Marle, Aleum y Xavier se instalaron en el pueblo en una casita de piedra. Jano viajó a Orphen a vivir con uno de sus hermanos, aunque al igual que en la Dinastía, la desaparición de la magia había creado desorden y revueltas.
—Tú eres Aleum, ¿verdad? —volvió a preguntar Marle, una tarde.
El pequeño Aleum acababa de salir de la casa para jugar afuera tras escuchar las historias que Xavier le contaba sobre su supuesto padre. Se había vuelto una rutina. Marle y Aleum cuidaban de Xavier, quien estaba cada vez más delgado y débil, algunos días respirar le era casi imposible, otros día mejoraba y su respiración, le permitían moverse un poco y comer con normalidad. Pasaba la mayor parte de sus días sentado en su sillón o en la cama.
—No —contestó Xavier. Marle se acercó, le miró a los ojos y le besó.
—¿Por qué no quieres ser Aleum?.
—Aleum era un buen hombre, un aventurero. Xavier De Vonder es un asesino, ladrón, mentiroso, un hombre cruel, sin corazón, capaz de matar a su familia, masacrar aldeas y ver morir a sus amigos y aliados —contestó con lágrimas en sus ojos.
—Suena como el hombre perfecto para una mujer de mi profesión.
Ambos rieron.
Unos seis meses después, la situación de Xavier empeoraba; se mantenía en cama, se podía escuchar su respiración sibilante desde la puerta de la casa.
—No me queda mucho tiempo —decía con voz entrecortada. Hablar le resultaba muy difícil.
—¿Qué nombre quieres ponerle? —preguntó Marle, tocando su vientre que empezaba a abultarse.
Xavier sonrió.
—Tukmog —dijo con su último aliento mientras de su mente se borraba el recuerdo de tres jóvenes salamandras jugando en una cueva en la Selva de Morr.
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Valentino-Prádena 2025-09-14 15:43:22

Gracias, heguedm, por esta gran novela, muy trágica al final. La muerte de Clinton en el cuerpo de Delfín, a pesar de que fue casual, sorprende como recurso. Xavier de Vonder murió como los grandes, en la cama, feliz y con un retoño en camino. Sin duda llevó una vida repleta de tragedias, pero también de aventuras, amor y gloria. Te felicito. Un abrazo, hermano heguendm. Siempre escribiendo historias de calidad.

Avatar de heguendm
heguendm 2025-09-14 10:36:51

Al final, os recuerdo que aquí no hay héroes. Como en la vida real, solo gente tratando de sobrevivir, con muchos defectos y tal vez alguna virtud.