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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap39 - Fictograma
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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap39

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heguendm

Publicado el 2025-09-08 13:25:27 | Vistas 375
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Sueños frustrados:

Unos meses después, en Mahaila, en el despacho del director de la Academia de Magia del Reino del Sur, Delfín y Xavier concluían su sesión de entrenamiento de magia arcana.
—Tu progreso es lento, no tienes mucho talento para la magia convencional, ni tampoco la arcana —comentó Delfín.
—Avanzaríamos más rápido si practicáramos con más frecuencia —replicó Xavier, un poco molesto.
—La teoría no es un problema, pero la práctica debe llevarse despacio. Si usas la magia arcana más de una vez a la semana, podrías perder el control sobre tu deseo de poder y acabar en un frenesí arcano. Nunca lo olvides —le recordó Delfín.
Xavier ojeaba varios documentos de estudio de Delfín, entendía las cosas más básicas de la magia arcana, se quedó mirando un diagrama, no era la primera vez que lo veía con detenimiento.
—En serio, no te entiendo. De todos los diagramas arcanos que podían interesarte, eliges ese, ¿sabes que consume tu vida a cambio de reducir la vida de tu objetivo verdad? ¿acaso quieres morir?
—Me estoy muriendo de todas formas —dijo Xavier levantando sus manos negras. —La enfermedad del miasma se ha detenido, pero cada día la sensación de ardor en mi pecho se hace mayor. La última vez que usé magia de fuego, las cosas solo empeoraron.
—Vaya, ¿entonces quieres morir en un último acto de nobleza?
—No seas estúpido, Delfín, no hay nada noble en la muerte... ni en ninguno de nosotros. Es magia arcana simple y fácil de usar, pero por eso es muy precisa, una última arma para una situación desesperada.
—De acuerdo. Te tatuaré ese diagrama, es tu funeral.
—Por cierto, ¿podríamos fabricar armas y armaduras encantadas para nuestro uso personal? —preguntó Xavier sin dejar de ojear los documentos y libros sobre la mesa.
—Olvídalo, me he centrado en aprender magia arcana de combate, ataque y defensa; no sé lo suficiente sobre encantamientos y, además, necesitaríamos un montón de sacrificios
Xavier dio señal de querer decir algo, pero Delfín lo detuvo.
—Sé lo que estás pensando. No funciona así; para crear objetos mágicos encantados que se activen con el deseo de quien lo usa, es necesario un sacrificio humano, una sola armadura o arma encantada requiere varios sacrificios. La magia arcana tiene sus reglas, no puedes usar animales para encantamientos, no tienen voluntad, las vidas animales no se aferran al objeto.
Tocaron la puerta de la habitación.
—Adelante —autorizó Xavier.
Uno de los sirvientes entró haciendo una reverencia.
—Mi tahal, los dioses serpiente lo buscan por toda la ciudad. Lo esperan en su despacho.
Xavier se levantó de la silla y siguió al sirviente. Unos diez minutos después, llegaba a su despacho. Uruk y Temma lo esperaban, sus caras estaban serias.
—¿Qué ocurre? —preguntó Xavier.
—Lo hablaremos en el camino —respondió Uruk.
Subieron a un carruaje, Temma ocupó el lugar del cochero, eso solo quería decir que viajarían a la cueva. Habían prohibido a los lugareños acercarse por esa zona.
—¿Qué pasa con los huevos? —preguntó Xavier una vez que el carruaje se había puesto en movimiento.
—Los huevos están eclosionando —respondió Uruk con un tono de preocupación en la voz.
—¿No es eso bueno?
—No lo sabemos, es muy pronto. Una larva toma años en nacer, esto es demasiado rápido; además, no sabemos qué hacer con el problema de las flamas de vida, el Gran Padre no está. Si las larvas crecen así de rápido también, no tendremos flamas para ellos —explicó Uruk.
Con el cambio de carruaje en Benkiran, tardaron casi una semana en llegar a la cueva. La mayoría de los huevos estaban agrietados. Xavier se vio forzado a mantenerse cerca de la entrada de la cueva, el calor era demasiado fuerte para él en el interior. Unas horas después, un chillido agudo e intenso invadía la cueva.
—¿Qué ocurre? —preguntó Xavier. El chillido de antes venía sin duda de una criatura joven e inmadura.
Xavier vio a Uruk emerger desde la profundidad de la cueva trayendo en sus brazos a una criatura de medio metro. No era una salamandra, se trataba de un dragón gris bebé. La criatura insistía en morder los escamosos brazos de Uruk.
—¿Dragones? ¿No se supone que deben ser larvas primero? —preguntó Xavier, confundido.
—No sabemos qué ocurre, todos nosotros fuimos larvas al principio; no solo eso, podemos comunicarnos tan pronto nacemos. Estas criaturas... parecen dragones, pero sus mentes son simples, no tienen un pensamiento coherente, son... como animales —dijo Uruk con lágrimas en los ojos.
Xavier se acercó a la criatura. Esta empezó a olfatearlo, luego lo miró con cierta confusión, después miró a Uruk y volvió a intentar morder sus brazos.
—Tal vez, sin el Gran Padre, los dragones son como los niños humanos y tardan tiempo en crecer y aprender cosas —contestó Xavier.
—Eso espero.
Uruk volvió con el bebé dragón al interior de la cueva. Unas horas después, más chillidos llenaron la cueva. Uruk, Temma y Moger veían a los pequeños dragones luchar por salir de los cascarones, estirar sus cuerpos y chillar tan fuerte como sus pulmones les permitían. Hasta ahora, cinco de los huevos habían eclosionado. Uno de ellos había parado de moverse.
—Algo no anda bien...
Uruk fue el primero en percatarse. Se acercó al huevo, no había movimiento, con algo de pánico usó sus afiladas uñas para romper y separar el cascarón sin dañar al dragón en su interior, el pequeño dragón quedó expuesto ante la vista de todos, estaba inerte, había muerto. Los demás dragones bebés se acercaron al cadáver, lo olfatearon un rato, Uruk y los demás miraron en horror cómo los pequeños devoraban el cuerpo.
—Un dragón no haría eso. ¿Qué es esto? ¿Qué son? —preguntó Uruk con lágrimas en los ojos, mirando a Temma. «Ningún dragón devoraría a otro».
—No lo sé. —Negó Temma con la cabeza —El Gran Padre tenía una gran influencia en nosotros, no sé qué somos—dijo mirando a sus manos. —Y no sé qué son. —Miró hacia los pequeños dragones.
Tras acabar de devorar a su hermano recién nacido, las criaturas volvieron a emitir chillidos.
—Tienen hambre, iré a cazar algo —Moger se ofreció.
—Te acompaño. —Uruk siguió a Moger fuera de la cueva. Xavier los acompañó en el viaje.
Temma se quedó en la cueva, los pequeños empezaban a querer morderse unos a otros; tras ver algunas mordeduras demasiado agresivas, se vio forzado a interferir y detener las peleas.
Mientras tanto, Uruk, Moger y Xavier habían ascendido las montañas. No tardaron mucho en ser atacados por lagartijas y escorpiones del tamaño de un hombre, o más grandes.
—¿Cuántas de estas cosas hay por aquí?—preguntó Xavier quien nunca había estado por la zona.
—Demasiados —contestó Moger. —Además, son muy venenosos, pero si le quitas el aguijón y la bolsa de veneno a los escorpiones y la cabeza a las lagartijas, puedes comerlas.
—Deberíamos irnos, ya vienen. —Uruk tiró una de las carcasas de lagartija al suelo, cargaron el resto y se alejaron.
Mientras subían al carruaje y marchaban, Xavier vio un mar de escorpiones moverse sobre la roca y lanzarse contra los restos de la lagartija.
—Por eso nadie invade el Reino del Sur a través de las montañas. Estos animales no son fuertes, pero son demasiados. Se mantienen ocultos entre los huecos de las rocas. En el laberinto de estas montañas volcánicas es fácil perderse o ser rodeado por estas alimañas. No importa qué tan fuerte seas, tienen los números su valor. Una vez casi me atrapan; no lo parecen, pero esos aguijones pueden incluso atravesar mi piel y el veneno no es nada agradable.
Moger había explorado la zona en sus ratos libres.
Volvieron a la cueva, las crías de dragón se lanzaron sobre la comida que Uruk y Temma habían traído. Tras llenar sus estómagos, se durmieron al calor del volcán. Moger y Temma se quedaron en la cueva, Uruk volvió con Xavier a la ciudad.
—¿Qué te inquieta? —preguntó Xavier a la salamandra de piel roja, que se veía perturbada.
—¿Qué son esas cosas? Parecen dragones, pero sus chillidos solo trasmiten emociones simples, no siento inteligencia en ellos, me recuerdan a los dragones de las historias de los humanos... Son solo animales. —Es posible que lo sean —concedió Xavier. —El Gran Padre tenía un gran efecto en ustedes, tal vez esto es lo que pasa cuando no está. Tal vez las historias de los humanos eran ciertas, tal vez antes había dragones así en el mundo humano.
—Bestias sin mente, eso es lo que quedará de nosotros —se lamentó Uruk llorando.
—Tal vez —Xavier intentó consolarlo. —Pero recuerda una cosa; hace unos años, encontré a un grupo de salamandras moribundas en la Selva de Morr, los sobrevivientes de una raza traicionada por sus aliados y un mundo consumido por el caos. Hoy día, esas salamandras son ustedes. Una vez pensaste que serían los últimos de la especie, luego encontraste huevos, los huevos han nacido, no eran lo que esperabas, pero no sabemos qué ocurrirá en el futuro, ¿verdad?
Uruk se echó a llorar, Xavier le sostuvo en un abrazo hasta que se calmó. Un par de días después, Uruk y Moger cambiaron de lugar. Uruk regresó a la cueva para cuidar de los dragones junto a Moger.
—¿Algún cambio? —preguntó Xavier, que estaba a solas con Temma. Delfín acababa de marcharse.
—No. Se despiertan, comen y se vuelven a dormir.
—Igual que los niños humanos —comentó Xavier tomando té.
Meses trascurrieron. Las salamandras se dividían entre cuidar de las crías de dragón y aprender magia de Delfín. El maestro supo adaptarse perfectamente a las necesidades de sus estudiantes. Las salamandras aprendieron a manejar mejor la magia humana. Xavier aprendía magia arcana de Delfín, su cuerpo se llenaba de tatuajes de runas y diagramas. Xavier viajó a la cueva.
—¡Por todos los cielos! —se sorprendió al ver a las criaturas, que ahora median más de tres metros.
—Crecen muy rápido, pero solo de cuerpo, siguen siendo tan tontos como el primer día —se lamentó Uruk.
Los dragones rascaban las paredes de la cueva aumentando su tamaño y, cuando se cansaban de eso, empezaban a pelearse.
—¡Ya basta! —gritó Temma.
Los dragones se detuvieron y agacharon la cabeza, como cuando un niño es reprendido por sus padres.
—Al menos, nos obedecen si damos órdenes simples —explicó Temma.
—Pero alimentarlos se está volviendo un incordio.
—Tienen que cazar por ellos mismos —opinó Xavier. —¿Pueden volar?
—No lo sabemos aún, pero creemos que sí; agitan sus alas de vez en cuando, no los hemos dejado salir, no sabemos a dónde se irían si alzan el vuelo —contestó Moger.
—Móntenlos —dijo Xavier, encogiéndose de hombros.
Los tres hermanos se miraron, les parecía un poco denigrante usar a sus hermanos como monturas; al final, tras una larga discusión, accedieron.
—No nos queda elección —se rindió Uruk, aún lamentando que las criaturas carecieran de inteligencia superior a un animal.
Temma fue el primero en probar suerte. Subió al lomo de uno de los dragones, el cual no presentó objeción. Salieron de la cueva, la criatura miró en todas direcciones, finalmente miró al cielo, como por instinto empezó a batir sus alas mientras emitía un rugido al cielo. Temma se sujetó tan fuerte como pudo al cuello del dragón, que empezó a alzar el vuelo. Era la primera vez que Temma volaba, por fin veía el mundo como una vez lo hicieron sus antepasados. Vio el Reino del Sur desde el cielo, a lo lejos estaban la Dinastía, los reinos de Veldat y parte del sur de Orphen. Intentó dirigir al dragón hacia las montañas con éxito.
—No, no, no, eso no se come.
Temma logró que el dragón excluyera las partes venenosas y, tras un par de escorpiones y una lagartija, aprendió a comer solo. Una vez saciado su apetito, sin necesidad de ser guiado, voló hacia la cueva y se durmió tan pronto como entró.
—¿Cómo fue? —preguntó Uruk.
—Bien, hay que controlarlos, pero se les puede guiar; alimentarlos será más fácil.
—Quedan cuatro, somos cuatro. Mientras estabas fuera probamos algunas cosas; obedecen a Xavier igual que a nosotros, aunque con un poco de resistencia —comentó Moger.
—Xavier no lo logrará, se requiere mucha fuerza física para no caerse —negó Temma.
—No importa, esperaré aquí —aceptó Xavier.
De nuevo, Temma volvió a subir a lomos de uno de los dragones. Moger y Uruk siguieron su ejemplo. El dragón restante intentó seguir a sus hermanos.
—Tú no. Tú te quedas.
La criatura presentó alguna objeción, Xavier la miró fijamente y emitió un gruñido imitando a Uruk. El dragón retrocedió. Una hora después, los demás volvían a la cueva. Los dragones se echaron a dormir, mientras Moger montaba al que faltaba por comer.
Xavier se quedó mirando a Moger mientras se elevaba en el lomo de la criatura.
—Pediré que nos fabriquen sillas de montar de ese tamaño, serán útiles en el futuro.

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Valentino-Prádena 2025-09-08 18:06:24

Excelente capítulo. Oye, heguendm, me has sorprendido con qué naturalidad hemos pasado de un Xavier perdedor a uno que está en plena conquista del mundo, joder. Ni siquiera me había dado cuento de lo lejos que ha llegado. Y tiene dragones voladores.