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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap41 - Fictograma
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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap41

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heguendm

Publicado el 2025-09-10 16:49:43 | Vistas 266
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Confrontación directa:

Medio día había trascurrido desde que los De Vonder se unieron a la batalla. Tras tantas horas de atacar continuamente al enemigo, sus reservas mágicas empezaban a reducirse; necesitaban un descanso.
«¡No son humanos!».
La maestra Emeral no solo había sido humillada, también había sido puesta en evidencia. «Ningún mago titulado podría pelear de esa forma, nadie tiene tanta energía mágica... ¡Imposible!».

—¡Todo el día! Han estado peleando todo el día, aún no lo creo, esos sí son magos titulados.
Los comentarios de los soldados y otros magos hacían a Emeral, los demás maestros y los otros magos titulados sentirse avergonzados. Los De Vonder volvieron a la retaguardia a tomar un muy merecido descanso. Rechazaban todo intento de los miembros del ejército de acercarse a ellos. Cosa que no fue muy bien recibida por los soldados, pero nadie se atrevía a decirlo.
Mientras tanto, dentro del miasma, Delfín y Xavier avanzaban.
—Alguno de tus chicos morirá en esta pelea, ¿lo sabes, verdad? —preguntó Delfín.
—No nací ayer, Delfín, es posible que ninguno de nosotros salga vivo de aquí. Todos somos conscientes de eso, ellos no son la excepción.

—Yo no pido mucho, solo lo suficiente para ver a los maestros de la Torre caer.
—En lo que a mí concierne, tú también eres uno de ellos, así que adelante; espero que se maten entre ustedes —le recordó Xavier.
Continuaron viajando en un incómodo silencio.
Fuera del miasma las cosas se complicaban; ahora que habían invadido el territorio enemigo, se encontraban con los verdaderos habitantes del miasma.
—¡Cuidado, entes! —gritó un mago antes de que las ramas del ente lo arrastraran a las zonas de miasma más densas.
Los otros magos lanzaron sus ataques contra el maléfico árbol, el cual fue bombardeado por lanzas de hielo. Ahora todos los magos de todos los elementos entraban en combate.
—¡Por todos los cielos! —dijo Gaelion ante lo que se alzaba ante sus ojos.
Justo donde el miasma se hacía menos denso, el cuerpo reanimado de un enorme dragón se hacía visible. Sus escamas se veían secas, de un color marrón, sus ojos se habían secado, dejando en el interior de las órbitas dos pelotas deformes de un color amarillento. La criatura emitió un rugido, su aliento era un miasma concentrado que cubrió a las tropas del ejército. Gaelion usó su magia para crear un domo de hielo que le protegía a él y a la mayoría de los soldados y a los magos a su alrededor. Amelia, por su parte, creó un domo de piedra. Sus acciones salvaron a la mayoría de los hombres y mujeres en el rango del aliento de miasma. Aun así, las tropas del ejército sufrieron bajas. Mientras, a la distancia, varios caballeros cargaban enormes ballestas con flechas de acero atadas a cuerdas muy gruesas.
—¡Disparen! —ordenó uno de los generales de la dinastía.
Las gigantescas flechas volaron hacia el dragón, clavándose en su cuerpo. El diseño dentado de las puntas mantenía las flechas ancladas en las carnes de dragón reanimado.
—¡Tiren!
Cientos de caballeros activaron sus armaduras encantadas, sus fuerzas combinadas más el efecto de las armaduras les permitían tirar del dragón, el cual intentaba retroceder al interior del miasma. La mitad del cuerpo del dragón reanimado estaba fuera del miasma, el monstruo abrió su boca para disparar su aliento de miasma.
—Perdóname, Floo. —Temma, había reconocido al dragón que se encargaba de cazar para alimentar a las larvas en el pasado.
Solía ser el más rápido, alegre y juguetón de ellos. Ahora no era más que un montón de carne muerta sin mente propia. Con lágrimas en los ojos, Temma lanzó una de las flechas de acero con sus propias manos. La flecha voló por el aire a alta velocidad y se clavó en la garganta del dragón reanimado. El ataque detuvo la formación de su aliento de miasma.
—¡Ahora!
Aprovechando la situación y con un último esfuerzo, los caballeros tiraron con todas sus fuerzas, sacando al dragón del miasma en su totalidad. Como una marioneta a la que cortan sus cuerdas, el zombi gigante cayó al suelo. Los caballeros celebraron su victoria. Temma se acercó al cadáver.
—Adiós.
Temma colocó su mano sobre las escamas del dragón, su magia de fuego pasó directamente al cadáver, haciéndolo arder hasta reducirlo a cenizas, ante los aplausos de los caballeros. Temma reprimió su odio hacia los humanos, caminó hacia su dragón en silencio y subió en su lomo. Se elevaron en el aire y volvieron a atacar al miasma.
La batalla continuó: gólems, dragones zombis, entes, esqueletos de dragones y gigantes se enfrentaban ahora a los humanos.
—Según nuestros generales, no hay duda de que nuestro ataque en la última guerra fue efectivo, el número de soldados del caos es mucho menor que durante la guerra anterior. La mayoría fueron eliminados por la explosión del Gran Padre, Clinton solo cuenta con los residuos que sobrevivieron a ese desastre —informó Heigdal.
—¿Alguna noticia de los magos de sombra que enviamos al miasma? —preguntó Astrid.
—Aún no localizan a Van Ferra. Pero parece que la colocación de los diagramas progresa a buen ritmo. Es cuestión de tiempo que captemos algo —contestó Lidia.
Astrid miró hacia el miasma que cedía bajo los ataques de miles de magos, los De vonder y sus dragones.
—Tengo un mal presentimiento —comentó Astrid. —Conozco a Clinton, debe de tener algo entre manos.
Unos minutos después, las personas y animales cercanos al campo de batalla se detuvieron de repente, la intensa sensación que producía la alteración de la energía elemental era desagradable para todos.
—Clinton ha empezado a moverse —dijo Lidia.
Al mismo tiempo, Xavier y las salamandras tuvieron una sensación extraña.
En el campo de batalla, la tierra tembló y se levantó, creando una enorme criatura humanoide.
—¿Pero qué es eso, Pelana? —preguntó Emeral.
—Eso es un gólem.
Una mujer de baja estatura, apenas un metro cincuenta, ojos azules y una cara que, a pesar de pertenecer a una mujer de más de cuarenta años, tenía un cierto aspecto infantil, le respondió. Su cuerpo estaba cubierto con rocas a forma de armadura, que solo permitían ver su cara.
Un gigante de piedra se había levantado del suelo, compuesto de roca y barro, sus articulaciones estaban formadas por varios entes que producían un miasma denso, que cubría la mayor parte de la estructura. Mientras tanto, a los pies del gigante de piedra, un ejército de zombis marchaban fuera del miasma. Una pequeña nube de miasma cubría sus cuerpos manteniéndolos activos.
—¡Esos son nuestros magos de sombra! —comentó Emeral. —Clinton usó a los magos que enviamos dentro del miasma a buscarlo como sacrificio para su magia arcana.
—¡Contraataquen! —ordenó Emeral. Los magos se dispusieron a atacar a los zombis y otras criaturas que salían del miasma, pero sus caras se volvieron de frustración.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué mi magia no funciona?
El hechizo de magia arcana que Clinton había activado continuaba deteriorando la energía elemental de forma activa, incluso los maestros titulados tenían dificultad para utilizar su magia.
«El desequilibrio de la energía elemental es muy intenso para los magos normales».
—Retrocedan, retrocedan —ordenó Emeral a los magos.
—No podemos hacer nada, los caballeros tendrán que encargarse —dijo Gaelion mientras intentaba cubrir la retirada.
Los caballeros se lanzaron a la batalla contra los zombis y otras criaturas. Una voz estruendosa llamó la atención de todos. El gigante de piedra reía a carcajadas.
—¡Más, quiero más! —Decía el gigante.
Los brazos del gólem de piedra cayeron sobre el campo de batalla, aplastando tanto a los monstruos del miasma como a los caballeros y soldados. Raíces y ramas se extendían desde los entes y capturaban a los vivos; unos segundos después, sus cuerpos eran drenados de toda vida y caían al suelo, trasformados en cadáveres grises y secos, para levantarse como zombis unos segundos después. Entre la retaguardia y el frente de batalla, a una distancia segura, los generales de los reinos discutían. Entre ellos se encontraba Bulcho, quien había sido ascendido a general de la Dinastía recientemente.
—Bulcho, ve a la retaguardia, informa a Lidia de que necesitamos refuerzos de la Corte Oscura. Enviamos mensajeros, pero recibimos una negativa; explicale la situación —ordenó uno de los generales con más experiencia.
Los generales se habían puesto de acuerdo y decidieron enviar a Bulcho a correr el riesgo de irritar a la peligrosa Lidia.
Bulcho viajó a caballo a la retaguardia.
—Excelencia Lidia, necesitamos refuerzos, la magia arcana es imposible de enfrentar para los caballeros. Están siendo capturados y utilizados como sacrificio por el gigante de piedra. Necesitamos a los magos arcanos para enfrentar al gólem, mientras los caballeros buscan a Clinton.
Lidia se negó a ayudar a los caballeros.
— Clinton debe estar cerca de eso—señaló Astrid al gigante, mientras miraba el miasma a su alrededor. —Debe de estar ahí adentro, en algún lado.
Mientras discutían, el gigante seguía atacando al ejército y consumiendo sus vidas. Los De Vonder se acercaron unos a otros, los dragones batían sus alas en el cielo.
—¿Qué está pasando? —preguntó Uruk.
—No lo sé, pero esa cosa, ese gigante se siente como el Gran Padre —contestó Temma.
—Ese tal Clinton le hizo algo al Gran Padre, o tal vez lo consumió el miasma y ahora es... esto —añadió Moger.
—Tenemos que hacer algo. El Gran Padre agoniza, tenemos que ayudarlo —la voz de Uruk tenía una mezcla de ira y desesperación.
Solo quedaba una cosa por hacer. Sabían que no podían salvar al Gran Padre. Las salamandras se miraron unas a otras y asintieron. Guiaron a los dragones usando las riendas y lanzaron sus ataques sobre el gigante de piedra. El fuego de los De Vonder no tenía mucho efecto sobre la piedra y tierra que formaba al gigante, pero sí sobre los entes que formaban las articulaciones. Su pequeño tamaño relativo al gigante y su velocidad daba a los dragones la ventaja de la movilidad. El gólem de piedra era muy lento, sus sacudidas de brazos no lograban acertar a los agiles dragones.
—Retrocedan —ordenaron los generales.
Las acciones de los De Vonder dieron al ejército la oportunidad de reagruparse.
Mientras tanto, dentro del miasma, Xavier detuvo el dragón que montaba.
—¿Qué ocurre?, ¿esa magia arcana ha cambiado algo, verdad? —preguntó Delfín.
—Sí. Ahora el Gran Padre se siente en otra dirección —contestó Xavier.
—¿Ahora qué hacemos?
—No lo sé, el Gran Padre parece haberse movido hacia allí, pero la alteración de la energía elemental también está en esa dirección. —Xavier apuntó hacia su izquierda.
La visibilidad en el miasma era casi nula. Xavier tenía un mal presentimiento; la zona por la que viajaban era peligrosa, si hasta el momento no habían encontrado ningún monstruo, era solo por la altura a la que viajaban.
Xavier tomó una decisión. Continuó volando en línea recta en la misma dirección en la que viajaba antes.
Mientras tanto, en la retaguardia, un grupo de brujos de la Corte, magos duales con afinidad por viento y sombra, portadores de ropas encantadas que los cubría de pies a cabeza, se acercaron a Lidia. La velocidad de estos brujos era sorprendente, recorrían el campo de batalla en segundos y entraban y salían del miasma como si fuesen sombras.
—¿Qué encontraron? —preguntó Lidia.
—Nada —contestó uno de los brujos, mostrando un cristal encantado. —No hay nada vivo allí, Clinton no está cerca de ese gigante, exploramos toda la zona a su alrededor.
Lidia miró a Astrid, la cual miró hacia el gigante.
—Está cerca, estoy segura, mi instinto me lo dice—. Astrid llamó a un mensajero.
—Traigan a la maestra Pelana, necesito su colaboración.
Unos minutos después, la maestra titulada de tierra llegaba a la retaguardia.
—Sé que puedes invocar un gólem también, necesito que lo hagas —dijo Astrid.
La maestra se mostró preocupada. Su golem era el arma secreta que usaría contra la Dinastía en caso de una guerra de magos titulados. Sin embargo, los espiás de la dinastía ya sabían de ello.
—Requiere mucha energía, será más pequeño que ese gigante y solo puedo mantenerlo unos cinco minutos; tras eso, estaré cerca de la depleción mágica, no podré volver a luchar en todo el día. Ademas, necesito ayuda de otros magos de tierra, nuestras defensas se reducirán.
—Entiendo. Hazlo —contestó Astrid tras pensarlo unos minutos. —Trataré de que los De Vonder colaboren.
Astrid montó en un caballo y se acercó al frente de batalla. Aun con la alteración de la energía elemental, logró usar sus lanzas de hielo para atacar al gigante en los mismos lugares en los que Temma atacaba; eso llamó su atención e hizo que se acercara a Astrid, la cual explicó su plan.
—¿Podemos contar con ustedes para ayudar al golem de la maestra Pelana?
—De acuerdo —aceptó Temma a regañadientes.
Los ataques de los De Vonder sobre el gólem no estaban siendo muy efectivos. El gigante evitaba exponer sus articulaciones.
Astrid volvió a la retaguardia a informar a Pelana.
—Colaboraremos —comentó Lidia, llamando a uno de los magos de la Corte Oscura. Le dijo algo al oído.
El hombre encapuchado asintió.
Unos minutos después, varios carruajes viajaron al frente. En realidad eran jaulas, estaban cubiertas por tela gruesa por lo que no se podía ver el interior. Astrid y otros enterados sabían perfectamente lo que trasportaban.
«Sacrificios».
Unas horas después, el ejército se encontraba listo para contraatacar al gigante. La maestra Pelana, Amelia y otros magos de tierra de élite unieron fuerzas para formar un gólem gigante. El nuevo gigante era controlado por la maestra titulada de tierra, los demás magos contribuían en mantener su integridad. Tardaron solo unos minutos en formar el nuevo gólem.
—Veamos qué tal peleas contra alguien de tu tamaño —dijo la Pelana usando el brazo derecho de su gólem para golpear al gigante de Clinton, el ataque hizo al gigante caer al suelo, el control sobre el cuerpo gigante de tierra de la maga era muy superior al de clinton. Los De Vonder bombardearon al gólem caído con su magia de fuego, la maestra Pelana continuó atacando al gigante tierra y miasma, cada golpe rompía las rocas que lo formaban.
Mientras tanto, el dragón que trasportaba a Xavier y Delfín empezó a descender.
—¿Por qué bajamos? —preguntó Delfín.
—No soy yo, el dragón lo está haciendo solo y no me obedece, parece que...
—¿Qué ocurre?
Xavier sonrió.
—Estoy escuchando una canción —contestó recordando las historias de cómo las salamandras recibían sus flamas vivientes. Sus palabras solo confundieron a Delfín.
El dragón descendió hasta el suelo.
—¡Mierda! —gritó Xavier. Frente a ellos se encontraban dos entes. Las ramas y raíces de los monstruos viajaban a alta velocidad hacia ellos.
—¡No hagas nada! —advirtió Delfín.
Las ramas y raíces rodearon al dragón, a Delfín y a Xavier; las espinas empezaban a herirlos.
—Nelman Atum el Domel Phir.
La energía elemental de los alrededores se distorsionó aun mas. Las manos de Delfín tocaban las ramas y raíces, su energía de fuego aumentada por magia arcana viajó hasta los cuerpos de los entes, haciendo que se incendiaran al instante hasta hacerlos cenizas. Delfín jadeaba y sudaba de forma profusa.
—Espero que nuestro viaje hasta aquí sirva de algo. Debo de haber perdido unos cinco o seis años de mi vida.
—Lo sabremos pronto.
El dragón continuó caminando hacia una pequeña cueva, la canción que Xavier escuchaba se hacía más clara. Dos dragones zombis custodiaban la entrada de la cueva. Por culpa de la mala visibilidad que causaba el miasma, Xavier y Delfín no se dieron cuenta de la presencia de los dragones hasta que estaban demasiado cerca.
—¡Anda ya! —dijo Xavier con tono de derrota.
—Estamos jodidos. No puedo ganarle a esto ni con magia arcana.
Ambos se habían dado por vencidos; sin embargo, los dragones no atacaron. Xavier abrió los ojos en sorpresa y se bajó del dragón. «Los está reteniendo».
—¡Corre! —le gritó a Delfín.
Ambos corrieron al interior de la cueva. A sus espaldas, el dragón en el que viajaban se alejó a toda prisa de la cueva. Una vez que habían entrado en la cueva, los dos dragones zombis de la entrada emitieron un rugido, pero no intentaron entrar tras ellos.
—¿Qué pasó? —preguntó Delfín. —¿Por qué no nos atacaron?
—El Gran Padre siempre nos da lo que necesitamos —contestó Xavier, causando aún más confusión en Delfín.
La cueva no era muy profunda, solo unos cuantos metros, era obvio que había sido excavada por alguien. Al final de la cueva, un cristal ovalado, semitrasparente, del tamaño de una cabeza humana, emitía un brillo leve. Flamas de los colores de cada uno de los elementos circulaban a su alrededor, en su interior latía lo que parecía un corazón humano. Miasma entraba y salía de las arterias y venas del corazón, o circulaba alrededor de la pared interna del cristal ovalado.
—Esto es magia arcana —dijo Delfín, mirando en todas direcciones alrededor de la cueva. Cientos de diagramas, runas y otros dibujos que ni siquiera conocía cubrían las paredes.
Xavier no escuchó las palabras de Delfín, la melodía que escuchaba inundaba sus oídos y evitaba otros sonidos. Antes de que Delfín pudiese detenerlo, Xavier había tomado el cristal con sus manos. Las quemaduras antiguas de su cuerpo reaccionaron al cristal y empezaron a arder. Sus ojos se volvieron de un color amarillo brillante.
—¡Xavier! —gritó Delfín.
—Tranquilo —le respondió Xavier sin dejar de tocar el cristal. Su tono de voz era extraño, como si fuese una persona diferente.
—¿Qué está pasando? —preguntó Delfín.
—Estoy viendo el pasado. Este lugar es lo que quedó tras la explosión del Gran Padre. Su núcleo, por así decirlo, era demasiado puro para ser contaminado de inmediato por el miasma. Aguantó durante mucho tiempo, hasta que Clinton llegó a este mundo. En este mundo no hay vida, así que no hay forma de usar magia arcana, Clinton utilizó su propia vida para ligar su existencia al Gran Padre. Este es el corazón de Clinton —dijo Xavier señalando al cristal que sostenía.
Delfín sacó una daga con la intención de apuñalar el cristal en manos de Xavier.
—Ni lo intentes. Las flamas de esta cosa derretirían la daga; si intentas destruirlo, se defenderá. Toda la cueva, todos los diagramas te atacarán. El único motivo por el que puedo tocar esto es porque hay fragmentos de una flama de vida y sangre de dragón dentro de mí, lo que queda del Gran Padre me está protegiendo, como nos protegió de los dragones de la entrada. —Xavier empezó a toser y a escupir bocanadas de sangre.
—Te estás muriendo, ¿verdad?
Xavier sonrió.
—Todo tiene un precio.
5.0 (1)
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Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-09-10 17:18:23

Uno de los capítulos más emocionantes y sorprendentes. Lo leí de un tirón. Muy bueno.