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Son solo maquinas - Capitulo 5 - Fictograma
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Son solo maquinas - Capitulo 5

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heguendm

Publicado el 2025-09-26 12:34:33 | Vistas 339
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Alistado:

Han pasado seis años. William y Samuel estaban discutiendo en la sala de estar.
—¡Solo firma! —gritó Samuel.
—Tienes solo diecisiete años, ¡vas a morir!
—Papá, ya basta. Si no lo firmas ahora, solo tengo que esperar seis meses, cumpliré dieciocho, haré la prueba y me alistaré como piloto. Cuanto más tiempo tenga para entrenar, mejor piloto seré, y menos posibilidades tendré de morir. No hay forma de detenerme y lo sabes ¡firma!
William miró a Samuel con lágrimas en los ojos. Samuel negó con la cabeza. William firmó la autorización.
—Gracias, papá.
William agacho la cabeza.
—Vete.
Samuel tomó los papeles y salió en su motocicleta eléctrica rumbo a la oficina de reclutamiento en la sede local de los exopilotos.
—Buenos días —saludó Samuel.
—Buenos días —respondió el hombre en la recepción.
—Vengo a hacer la prueba de compatibilidad neural y unirme al programa.
—¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete y medio —respondió Samuel.
—Eres demasiado joven para alistarte pequeño, a menos que tengas autorización de tus tutores...

—La tengo aquí. Copia física y la versión digital, tengo ambas— Samuel pasó los papeles al recepcionista y conectó sus auriculares al terminal usando el sistema inalámbrico.
—Entiendo —el recepcionista hizo una mueca. —Disculpe un momento.
Dejó su puesto y fue a buscar a su superior. Unos minutos después, el hombre regresó acompañado de una mujer. El recepcionista le mostró algo en su terminal.
—Hola, señor Terrence, soy Elizabeth Holmes. Puede decirse que soy la gerente del centro de reclutamiento. Lo siento, pero parece haber una oposición a su solicitud. Por supuesto, dado que esta persona no es su tutor legal, su autoridad para bloquear el alistamiento es limitada. ¿Desea anular esta oposición?
—Sí —respondió Samuel sin pensarlo demasiado.
—Lo siento, abuela —dijo en voz baja.
—En ese caso, procederemos con su alistamiento. ¿Está de acuerdo?
Una cámara estaba grabando las respuestas de Samuel.
—Estoy de acuerdo.
—¿Entiende usted que esta es una profesión muy peligrosa y que, una vez que sea elegible para convertirse en piloto y se inscriba en el programa, no hay vuelta atrás?
—Lo entiendo.
—¿Entiende que, una vez que sea piloto, será enviado al campo de batalla, que la probabilidad de morir, resultar gravemente herido o quedar lisiado es alta, y aun así debe obedecer sus órdenes y luchar contra el enemigo, incluso si eso significa su muerte?
—Señora, mi abuelo fue piloto de la primera generación. Lo he visto sin su traje de soporte vital, sé a lo que me enfrento.
—Bien por ti chico, pero tenemos que advertirte, es parte del protocolo de admisión —dijo el recepcionista señalando la cámara.
—¡Oh! entiendo.
—Entonces, ¿entiende que, una vez que sea piloto, será enviado al campo de batalla, que la probabilidad de morir, resultar gravemente herido o quedar lisiado es alta, y aun así debe obedecer sus órdenes y luchar contra el enemigo, incluso si eso significa su muerte?
—Sí, lo entiendo.
—Excelente, ahora haremos la prueba de compatibilidad neural. Sígame señor Terrence —la mujer comenzó a caminar. —Espere un momento—Samuel miró al recepcionista. —¿Quién intentó bloquear mi inscripción?
El recepcionista miró a su superior, y la mujer asintió.
—Capitán Magnus T. Carlsen.
La expresión de Samuel se congeló por un momento. Luego, su rostro cambió, sus cejas se fruncieron, su mandíbula se apretó, sus manos se cerraron en puños y caminó detrás de la mujer sin decir otra palabra.
Samuel fue llevado a una sala donde no había nada más que una extraña máquina, un rectángulo metálico con un agujero del tamaño de un puño. La mujer le indicó que metiera la mano en el agujero y sujetara la estructura cilíndrica en el interior. Unos segundos después, una sensación fría se extendió por la mano de Samuel, luego algo pinchó su piel y eso fue todo.
—Puedes sacar la mano ya —anunció la mujer.
—¿Eso es todo?
—Sí, la tecnología ha mejorado con los años, solo necesitamos un pequeño terminal nervioso de la piel para realizar la prueba de compatibilidad. Ahora espera afuera, tendremos tus resultados en unas horas.
—Vaya, eso es rápido.
—Tenemos el mejor equipo del mundo aquí —dijo la mujer con orgullo.
Samuel se sentó en una sala de espera junto con otros dos hombres, probablemente solo unos años mayores que él. Uno de ellos tenía la piel morena, la cabeza rapada y un poco de sobrepeso. El otro era un hombre alto y rubio. Samuel miró su mano y vio el pequeño apósito cubriendo la herida del pinchazo. Después de unos minutos, se aburrió. Los hombres en la sala no parecían interesados en conversar, lo cual era normal para las generaciones actuales. Todos conectaron sus auriculares y proyección retiniana, activaron su aplicación favorita, redes sociales o cualquier otro entretenimiento, y se perdieron en su propio mundo personal.
Unas horas después, el sistema de auriculares llamó su atención y desconectó a Samuel del programa que estaba viendo.
[Se requiere la atención del usuario]
Elizabeth salió y se acercó a los tres jóvenes.
—Señor González, felicitaciones —la mujer le entregó un sobre.
—¡Sí! Gracias, Dios —gritó el hombre de piel morena, mirando al cielo y haciendo la señal de la cruz. La mujer se acercó al hombre rubio.
—Lo siento, señor Pollack, pero su compatibilidad es demasiado baja para el programa de pilotos. Si no le importa, nos gustaría conservar su información para el futuro, en caso de que la tecnología mejore la compatibilidad.
—Hágalo por favor. ¿Puedo irme ahora? —la decepción era evidente en el rostro del hombre rubio.
—Claro, señor Pollack. Le agradecemos su interés. Pollack asintió, se levantó y salió por la puerta. La mujer se acercó a Samuel, quien estaba nervioso, con las manos sudorosas.
—Felicidades, señor Terrence.
Samuel tomó el sobre de la mano de la mujer y lo abrió, leyendo su contenido. Su compatibilidad y tolerancia al exoesqueleto eran de alrededor del sesenta por ciento, no era la puntuación más alta, pero superaba el umbral del cuarenta por ciento requerido para ser piloto.
—Caballeros, síganme, por favor.
Los dos jóvenes fueron llevados a otra sala. Una habitación muy básica con solo dos sillas. Se sentaron como se les indicó.
Entonces, sus auriculares se conectaron automáticamente al sistema inalámbrico de la sala. El proyector retiniano de los auriculares se activó y se movió frente a sus ojos, proyectando algunas imágenes. Vieron una serie de vídeos cortos de exoesqueletos siendo destruidos, pilotos que eran arrancados de la cabina y triturados en carne picada por los Tenctopus, o pilotos que eran sacados de sus exoesqueletos con sus rostros sangrando por cada orificio mientras convulsionaban de forma incontrolable hasta morir.
Una vez que los vídeos terminaron, un hombre y una mujer con uniformes entraron en la sala. La mujer tenía la piel blanca, era delgada, su cara tenia poca grasa por lo que tenia las mejillas hundidas, tenia la cabeza rapada, el uniforme azul militar y la insignia de una rueda dentada con una estrella en el centro y dos espadas de estilo europeo en el lado derecho de su pecho, indicaba a los dos jóvenes quién era: una piloto. El hombre vestía el típico uniforme militar con patrón de camuflaje.
—¡Pónganse de pie, soldados!
Los dos jóvenes se levantaron, intentando imitar una postura militar lo mejor que pudieron.
—Buenas tardes, caballeros. Soy la capitana Tiffani Langrer Romani. Sé que vinieron aquí con la intención de ser pilotos y admiro su valentía. Sé que podrían estar teniendo dudas después de lo que han visto. Si las tienen, por favor, váyanse. No hay vergüenza en ello, no hay vergüenza en proteger sus propias vidas. Ahí afuera, con los Tenctopus, van a morir; incluso si sobreviven las consecuencias físicas de ser piloto hacen que no valga la pena.
La mujer hablaba con una seriedad y sinceridad absoluta, pero los dos jóvenes ni siquiera parpadearon. La capitana Tiffani sonrió.
—Pilotos, ¿aceptan estos riesgos?
—¡Sí, señora! —gritaron los dos jóvenes.
—Excelente. A partir de ahora, ya son candidatos a pilotos, a menos que algo salga mal con el procedimiento quirúrgico; en unos meses estarán entrenando junto a otros candidatos a piloto, y en dos años podrían estar pilotando su propia máquina en el campo de batalla. Ahora, abordaré una de las preguntas más comunes que casi ningún recluta se atreve a hacer: ¿por qué está intentando desanimarnos de alistarnos?
Los dos jóvenes permanecieron en silencio, pero sus ojos claramente indicaban que querían saber.
—Sé que todos han oído el rumor de que estamos en un punto muerto con el enemigo, y eso es cierto. Esto se ha convertido en una guerra de desgaste. No sabemos dónde está la base del enemigo, ni siquiera sabemos si está en este planeta, y se reproducen mucho más rápido que nosotros. Nuestras maquinas y pilotos han evolucionado, al igual que las tácticas y forma de combate del enemigo. Pero el tiempo esta en nuestra contra, eventualmente perderemos. Entonces, ¿por qué debilitamos nuestras fuerzas intentando asustar a nuestros reclutas?
La capitana miro a ambos jóvenes a la cara antes de responder su propia pregunta.
—La respuesta es simple: un piloto que huye condenará a todo un escuadrón. No vale la pena entrenarlo, no necesitamos cobardes; la muerte de un piloto es una buena muerte; no hay mayor honor que morir salvando a tus hermanos, protegiendo a tu especie, tu país, tu hogar, tu familia, tu gente. Graben eso en sus corazones y cerebros.
Hubo un silencio de unos segundos.
—La IA responderá todas las demás preguntas que puedan tener. Bienvenidos, hermanos.
La capitana se acercó a los dos jóvenes y les estrechó la mano con una sonrisa.
—Disculpen, pero estoy de servicio. Si todo sale bien, podríamos vernos en el campo de batalla. El mayor Litman se encargará del resto a partir de ahora —la capitana señaló al hombre vestido con el uniforme militar.
—Buena suerte. La capitana salió de la habitación. El mayor Litman caminó hacia la puerta por la que había entrado y los invitó con un gesto de la mano. Al salir, el recepcionista y otra mujer saludaron a los dos jóvenes con un respetuoso saludo militar. Dos vehículos blindados militares los esperaban.
—Los llevarán a casa, descansen y disfruten de la compañía de su familia. En una semana se someterán a la cirugía para los implantes necesarios —anunció el mayor Litman.
—¿Y mi moto? —preguntó Samuel.
—Ya ha sido enviada a su dirección junto con un paquete de artículos que podrían interesarle —respondió el mayor.
Los dos hombres subieron a sus respectivos vehículos y fueron llevados a casa. Era media tarde cuando el vehículo militar dejo a Samuel frente a la puerta.
—Entonces lo lograste, ¿verdad? —Pregunto William como bienvenida.
—Síp.
William suspiró.
—Ayúdame a preparar la cena.
Padre e hijo estaban cocinando pasta cuando alguien tocó el timbre. Samuel fue a ver quién era; cuando vio el rostro de su abuelo en la vieja pantalla, abrió la puerta con prisa. Después de la experiencia de hace seis años durante el ataque, William hizo algunos cambios en la casa; ahora todos los cerrojos de todas las puertas eran analógicos. El viejo Magnus entro en la casa.
—¿Estás feliz ahora? Al final, hiciste que tu nieto se uniera a la ruleta rusa del campo de batalla —recriminó William.
—Las cosas no son lo que parecen, hijo —respondió Magnus.
Magnus se veía mucho más viejo y su rostro estaba aún más demacrado que antes; los pómulos, incluso las líneas de su mandíbula, eran visibles. Su aspecto era más el de una calavera cubierta de una fina capa de piel, que el de un rostro vivo.
—Es verdad papá, las cosas no son lo que parecen— añadió Samuel. —¿Sabes que alguien presentó una petición para denegar mi ingreso al programa de pilotos? Al principio pensé que era cosa de la abuela, pero, sorpresa, no lo era. Entonces, dime abuelo, ¿por qué?
William se quedó mirando a su padre confundido.
—Tenia mis razones Sammy, todavía las tengo. Tal vez aún haya tiempo, tal vez aún puedas retirarte antes de la cirugía —respondió Magnus.
—¿Temes que sea un cobarde? ¿Temes que manche tu nombre y te avergüence huyendo del campo de batalla?
—No, Sammy, solo... yo... no quiero que termines como yo.
—Eres un gran hombre, abuelo —dijo Samuel, confundido.
—No, tu padre tenía razón, yo... desperdicié mi vida.
Samuel estaba furioso. Siempre había estado muy orgulloso de su abuelo; ese hombre era su modelo a seguir y ahora estaba actuando como su padre, como un cobarde.
Magnus podía sentir la frustración del chico; cualquiera que lo viera ahora lo notaría.
—De todos modos, felicidades.
Magnus se puso en posición de firme y saludó a su nieto al estilo militar. El joven respondió a su abuelo de la misma manera. Un silencio incómodo reinó durante unos segundos.
—Debo irme ahora, tu abuela me está esperando, se supone que cenaremos juntos y ya estoy tarde.
Magnus se dio la vuelta y se fue. William y Samuel terminaron de preparar la cena y se sentaron a la mesa.
—Tal vez deberías considerar el consejo de tu abuelo y…
Samuel interrumpió a su padre.
—No, papá. Seré piloto, no hay vuelta atrás.
Comieron en silencio, lavaron los platos y luego, con la excusa de estar cansado, Samuel se fue a su habitación y comenzó a leer las instrucciones para el procedimiento quirúrgico y el resto de información disponible en el paquete enviado por el ejército.

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Valentino-Prádena 2025-09-26 18:30:10

Esta es una parte de la personalidad de Sam que me gusta. Es terco y sé saldrá con la suya como sea, aunque lo hace con la lógica de un hombre cuerdo y no con un entusiasmo ciego.