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Guerreros de sangre parte 3 - Fictograma
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Guerreros de sangre parte 3

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averius

Publicado el 2025-06-05 14:42:37 | Vistas 94
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La oscuridad dentro del carro era sofocante. Luke y Wuwin, con las muñecas encadenadas, se encontraban rodeados de otros cautivos cuyo rostros estaban apagados por la desesperanza. La madera crujía con cada movimiento, y el hedor a sudor, suciedad y sangre llenaba el aire.

El viaje hacia su destino era largo, y el silencio dentro del transporte solo lo rompían los sollozos de algunos prisioneros. Luke no hablaba. Su rostro estaba endurecido, los labios apretados. Wuwin, por otro lado, tenía la mirada perdida en la madera del suelo, sus dedos moviéndose lentamente, como si acariciara algo invisible.

Por días, los traficantes los llevaron a través de distintos pueblos. Ninguno sabía a dónde los llevarían, solo que su vida ya no les pertenecía.

Luke y Wuwin, atados de pies y manos, comenzaron a perder la noción del tiempo. Solo el movimiento de la carreta y la rotación de los guardias les recordaban que aún estaban atrapados en un mundo que se volvía más cruel con cada paso.

Desde el primer día, los traficantes no hicieron esfuerzos por ocultar su desprecio hacia ellos. Golpes por caminar lento, castigo por hablar sin permiso, raciones de comida tan escasas que el hambre se volvía otro tormento más.

Wuwin, quien siempre había sido el más frágil, comenzó a apagarse. No se quejaba. No lloraba. Su expresión se volvía cada vez más vacía.

Luke, en cambio, aún tenía suficiente voluntad para pelear.

La primera vez que intentaron escapar fue una noche en la que los guardias bebían junto a la fogata. Wuwin, debilitado pero aún consciente, susurró:

-Si no lo intentamos ahora, no lo lograremos nunca.

Luke esperó hasta que los esclavos fueron llevados a dormir en el suelo de un granero desvencijado. Con movimientos precisos, utilizo una astilla de madera para intentar abrir los grilletes de su hermano.

No funcionó.

Los traficantes los atraparon antes de que pudieran moverse. La represalia fue brutal. La paliza dejó a Luke sin aliento, sus costillas ardían con cada respiración. Wuwin, con los labios partidos, no pronunció ni una palabra.

Semanas después, los traficantes finalmente llegaron a un puerto donde los esclavos eran vendidos a comerciantes y nobles.

Luke y Wuwin fueron separados por primera vez en su vida.

Cuando finalmente llegaron a un mercado de esclavos, los traficantes los hicieron descender y los colocaron en filas junto con otros prisioneros. Luke sintió la luz del sol quemándole la piel, pero lo que más lo hirió fueron las miradas de los compradores.

Para ellos, él y Wuwin no eran personas, solo productos.

Un hombre de túnica roja los observó con interés.

-Los quiero a los dos -dijo con voz rasposa-. Se ven resistentes.

No era verdad. Luke y Wuwin estaban demacrados, débiles tras semanas de hambre y golpes. Pero la mirada del comprador no se enfocaba en su fuerza, sino en lo que podía hacer de ellos.

Cuando los llevaron a su nueva "casa", el mundo se volvió aún más cruel.

Luke y Wuwin fueron usados como sirvientes en una fortaleza rodeada de desierto. La vida ahí era aún más dura que con los traficantes. Cada día se convertía en un ciclo de abuso y castigo.

La primera vez que Luke se equivocó en una tarea, lo golpearon con una vara de madera hasta que la piel de su espalda quedó encarne viva. Cuando Wuwin reaccionó y trató de defenderlo, recibió el mismo trato.

-Los errores cuestan dolor -les advirtió su amo-. Si no quieren sufrir, no deben equivocarse.

Luke entendió la lección rápido. No debía hablar, no debía discutir. Solo debía obedecer.

Pero Wuwin no aprendió.

Cada vez que le ordenaban hacer algo, su otra personalidad hablaba dentro de su mente, recordándole que él no debía inclinarse ante nadie.


Un día, cuando un guardia lo empujó, Wuwin lo miró con frialdad.

-No soy tu perro.

El castigo fue brutal. Pasó días encerrado, sin agua, sin comida. Pero cuando lo liberaron, algo en él había cambiado.

Su mirada ya no era la de un niño.

Por las noches, cuando el resto de los esclavos dormía, Luke y Wuwin hablaban en susurros.

-Nos dejaron morir -murmuró Wuwin una noche, con los ojos clavados en el techo-. Quik y Yamil... nos dejaron.

Luke no respondió de inmediato. Parte de él quería aferrarse ala idea de que sus hermanos mayores no los abandonaron por elección. Pero cada día en el desierto, cada golpe, cada humillación, le recordaba que si Quik y Yamil hubieran estado allí, tal vez nada de esto habría pasado.

-Nunca debimos confiar en ellos -contestó finalmente.

El rencor se convirtió en su única compañía.

El terror de estar lejos de su hermano fue un golpe peor que cualquier castigo. Luke, forzado a probar sustancias peligrosas, sintió cómo su piel comenzaba a marcarse con las quemaduras de sus experimentos fallidos.

Luke y Wuwin aprendieron a sobrevivir. Luke comenzó a observar los ingredientes que los nobles utilizaban en sus comidas,identificando cuáles eran venenosos. En secreto, recolectaba pequeñas cantidades de sustancias letales, esperando el día en que pudiera usarlas.

Wuwin, por su parte, se perdió cada vez más en su otro yo. Ya no hablaba con los demás esclavos, solo con la voz en su cabeza. Y un día, cuando un guardia intentó humillarlo, él sonrió.

-Pronto... -susurró-. Pronto todo cambiará.

Los dos hermanos menores ya no eran los mismos.

Pero lo peor aún estaba por llegar.

Wuwin, por otro lado, enfrentó un tipo distinto de tortura: la psicológica. Cada día, su amo le repetía que era un despojo, que no tenía valor, que su única utilidad era obedecer.

La voz en su mente ya no era un susurro.

Con el paso de los meses, Luke y Wuwin aprendieron a sobrevivir.

Luke dominó los venenos, convirtiéndose en un aprendiz obligado. Aprendió qué sustancias podían matar rápidamente y cuáles causaban un dolor lento y agonizante. Su amo lo obligó a experimentar con criaturas pequeñas, y aunque al principio sintió asco, pronto entendió que el conocimiento era su única arma.

Wuwin, por su parte, dejó de responder con su propia voz. Ahora solo hablaba a través de su alter ego.

Y, sin importar el dolor, ambos tenían la misma idea clavada en su mente: sus hermanos los dejaron atrás.

El odio comenzaba a crecer.

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Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-06-05 15:55:53

Un relato fluido y bien escrito. Siento lástima por los tres hermanos, han sufrido inclementes el infortunio.