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El emperador - Fictograma
narración

El emperador

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heguendm

Publicado el 2025-06-08 02:17:02 | Vistas 117
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Baja la escalera con su aire señorial, fuerte, esbelto, elegante, un hombre ejemplar; se sienta a la mesa, los miembros de su corte le miran, esperan con vehemencia sus palabras. Toma un poco de vino para remojar su garganta; su voz melódica pero imponente hace recuento de su visión sobre la actual situación sociopolítica y lo que debería hacerse para mejorarla en un largo pero emotivo discurso que cautiva a su corte. La comida termina. El emperador pasea por su vasto castillo y, al final, en la sala real, se sienta en su trono, degusta el vino mientras los ministros le cuentan los eventos que requieren de su atención. Es un poco aburrido atender asuntos tan mundanos, pero es su deber... entonces la fantasía se rompe.
—No aguanto más Francis, me voy y me llevo los niños. Adiós.
El emperador baja de su nube; la realidad se impone: el trono es un sofá reclinable, los ministros son comentaristas de televisión hablando sobre deportes y el castillo, un modesto apartamento de Barcelona. Francis mira hacia abajo, ve una barriga prominente, levanta sus manos con esos dedos de salchicha, mira a su alrededor; la mesa aún está llena de los platos sucios de la cena que su mujer preparó con tanto esfuerzo y en la que hacía poco acababa de despotricar contra el gobierno como un tarado. Mientras tanto, la puerta de la casa se cierra.
Su mujer se va. Apenas logra entenderlo; se levanta del sofá con dificultad, se tambalea y cae al suelo. Está tan borracho que no puede caminar; intenta incorporarse, pero no puede, pierde la consciencia.
—Teresa, Teresa!
Grita a todo pulmón mientras se levanta del suelo; Teresa no está, los niños tampoco; recuerda de forma borrosa la noche anterior. Se han marchado y no tiene ni idea de hacia dónde. Mientras intenta pensar en una solución, va al baño, se mira al espejo; un despojo de ser humano le devuelve la mirada; está gordo, despeinado, sus ropas y su barba están sucias de restos secos; al parecer vomitó anoche.
Una mujer maravillosa acababa de abandonarlo; estaba cansada de las infidelidades, borracheras, mentiras y un millón de promesas rotas; sus arranques violentos habían asustado a sus hijos en más de una ocasión, haciéndoles temblar de miedo en la mesa. Su mente evoca todos esos errores, se marea, sin fuerzas se deja caer en el suelo y llora a moco tendido durante una hora; luego se incorpora, se mira al espejo de nuevo; esto no le puede estar pasando a él, no era posible, siempre fue un hombre correcto y ejemplar, un paladín de lo correcto y justo. Su actitud cambia; en sus ojos hay una fiereza y fuerza únicas. Piensa en sus hijos, lo más importante de su vida; por ellos lo daría todo, su vida, su alma, haría cualquier cosa por ellos. Sale del baño decidido a arreglar las cosas, a dar vuelta a la página, mira hacia la cocina y localiza su objetivo; con furia sujeta la botella de vino y se sirve otra copa.
El emperador ha vuelto.

5.0 (1)
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Avatar de Carpetanius
Carpetanius 2025-06-09 14:29:26

Qué buen cuento. Saludos.