fictograma

Un cosmos de palabras y ficción

239.117 Vistas
Niñocalipsis - Fictograma
humor

Niñocalipsis

Avatar de heguendm

heguendm

Publicado el 2025-06-08 03:37:41 | Vistas 246
Comparte en redes sociales
Este ha sido un día de mierda, todo mal desde el principio. Tal vez debería haber prestado más atención a las señales.
— Fabrizio, Fabrizio, ¿estás ahí? Cambio. La radio empezó a soltar palabras y a arruinar mi tiempo de relax con un cigarrillo.

— ¿Qué demonios quieres, Marcello? Cambio.

— Vamos a movernos hacia el norte. Enrio vio a un grupo de esos pequeños cabrones corriendo entre los arboles hace unas horas, pensamos que hay una horda en algún lugar. ¿Has visto algo? Cambio.
— ¡Nah! No he visto ninguno últimamente, pero nunca se sabe con esas cosas. Cambio.
— Entendido. Mantén los ojos abiertos, estos son los primeros que hemos visto en una semana. Está demasiado tranquilo allí afuera. Cambio y corto.
Y ese fue el comienzo de un día realmente malo.
Ahora que lo pienso, el apocalipsis es como el matrimonio; empeora con los niños. Sé lo que vas a decir; alguna tontería sentimental como "Los niños son el futuro" o "Mis hijos son una bendición" o alguna otra chorrada que ni tu te crees. Bueno, incluso si lo creer, la verdad es que no son nada de eso cuando están tratando de comerte.
Ahora imagina un mundo donde la mayoría de la gente ha muerto, las cosas están patas arriba, algunos lugares volaron por los aires, otros se quemaron hasta los cimientos, algunos simplemente están, y luego añade unos pequeños bastardos, rápidos como el rayo, sin miedo a nada, silenciosos como un pedo, letales y astutos como un maldito gato.
Cuando ves a un niño, no piensas en una maldita máquina de matar; nadie piensa eso. Quiero decir, son tan pequeños, débiles y tontos. Puedes simplemente agarrarlos por las piernas y estrellarlos contra las paredes hasta que sus cerebros revienten... ¡Claro, como no!
— ¿Qué tal ha ido?
Gino acaba de venir a reemplazarme; mi turno había terminado, ¡por fin!.
— Nada. Un día tranquilo.
Le doy los binoculares, y estoy a punto de bajar las escaleras cuando empieza el tiroteo.
— ¿Qué demonios está pasando ahora?
Gino me mira.
— ¿Cómo demonios voy a saberlo?
Entonces lo recuerdo.
— ¡Oh, mierda!
— ¿Qué?
— Marcello llamó hace unas horas; su equipo se está moviendo hacia el norte. Vieron a algunos de esos pequeños bastardos; creen que hay una horda corriendo y escondiéndose en el bosque.
El tiroteo se intensificó.
— Por el tiroteo, diría que tenían razón.
El sonido de la radio desvió nuestra atención.
— Fabrizio, ¿estás ahí?
— Estoy aquí. ¿Qué está pasando allá?
— Hay tantos de ellos, no lo creerías... nosotros no lo creíamos... volviéndose más in...
La comunicación se corto.
— Marcello, Marcello, ¿puedes oírme? Cambio.
— Marcello.
No hubo respuesta y luego el tiroteo se detuvo.
— Esto es malo — Gino señalo lo obvio.
— Quédate aquí de guardia; yo bajaré y les diré a los demás.
Empecé a empacar mis cosas; Gino se acercó a la pared.
— ¡Eh, Fabrizio!

— ¿Qué?

— Ven a ver esto.
Me acerqué a la pared. Tres pisos abajo, los pequeños monstruos miraban hacia arriba; sus ojos rojos, esas venas negras cubriendo su piel blanca y muerta, esa boca ensangrentada con esos dientes negros y afilados.
— ¿Qué demonios es esto? No estaban allí hace cinco minutos.
— ¿Cómo nos encontraron?
— Quién sabe Gino.
Los pequeños monstruos solo estaban allí de pie mirándonos sin moverse.
— ¿Qué están esperando?
— No sé, Gino; deja de hacerme preguntas.
Luego miré más lejos; había cientos de ellos entre los árboles. Las cosas solo empeoraban con cada minuto que pasaba. Si hay algo que aprendí sobre este lío, es saber qué tipo de niño zombi es el más peligroso. Encabezando la lista hay dos tipos, primero los pre-adolescentes, son rápidos, algo inteligentes y lo suficientemente fuertes como para liarla. Luego, los más peligrosos de todos, los niños pequeños, esas pequeñas bestias de dos a tres años son mortales. Con sus pequeños cuerpecitos son capaces de esconderse en cualquier lugar y sorprenderte. Un segundo todo está bien, y al siguiente algo te salta de la nada y sus malditos dientes pequeños te están desgarrando la garganta.
En este momento, un grupo de esos mocosos pre-adolescentes se estaba reuniendo en el bosque y estaban sosteniendo algo; eso no era una buena señal.
— ¿Eso son bebés?— Gino preguntó.
— Sí, creo que sí.
Los bebés son inofensivos; no tienen fuerza, no tienen dientes y no pueden caminar. Son solo bolas de gas y carne putrefacta. Tomé los binoculares de Gino y miré a los pequeños monstruos.
— ¡¿Qué demonios?!
— ¿Qué está pasando?
— Mira por ti mismo.
Le di los binoculares a Gino.
— ¿Son esos cámaras interiores de neumáticos?
— Sí.
Vi a los pequeños traviesos usar los tubos de goma como una lanzadera. Antes de que pudiéramos intentar hacer algo, los pequeños bebés estaban volando por todas partes. Algunos de ellos cayeron en el techo del edificio; estaban hinchados y verdes, y rebotaban al impactar como balones de baloncesto.
‘Pfffft’
Primero escuchamos los pedos. Luego los pequeños cabrones empezaron a cagar por todo el techo.
— ¿Pero que es esta mierda? — Pregunto Gino tapándose la nariz.
— Bueno, tu lo has dicho; es mierda.— Dije lo obvio.
Las bolas verdes y putrefactas se desinflaron rápidamente mientras vaciaban sus entrañas en el suelo. El hedor era intolerable, pero la cosa se puso peor cuando ese líquido verdoso y podrido comenzó a burbujear. El techo se estaba derritiendo.
Miré a Gino, asentimos con la cabeza, corrimos hacia la puerta evitando los charcos de mierda acida y la cerramos detrás de nosotros.
El resto del equipo vivía en el segundo piso, era una medida contra una invasión; el piso inferior se usaba como almacén. Normalmente tratábamos de estar en silencio ya que el ruido atrae a esas cosas, y aunque el edificio estaba insonorizado, era mejor ser cautelosos; sin embargo, ya nos habían encontrado, así que empecé a golpear la puerta de todos.
— ¿Qué demonios está pasando? — Pregunto Alberto nuestro "líder".

— Alberto, el techo se está derritiendo.
— ¿¡Qué!?
Todos estaban en el pasillo y tuvieron la misma reacción.
— Esos malditos pre-adolescentes improvisaron catapultas, nos lanzaron bebés, los llorones se cagaron por todo el techo y ahora el techo se está derritiendo.
Todos nos miramos como idiotas. Luego miraron a Gino como buscando confirmación.
— Sí, el techo se está derritiendo.
Entonces, Vicenzo subió las escaleras desde el piso de abajo.
— No van a creer esto. Eche un vistazo por uno de los pequeños agujeros en las puertas de seguridad, los niños están aplastando a los bebés y haciéndolos cagar por todas las paredes.
— Esto se está volviendo más estúpido y raro con cada minuto que pasa.
— Alberto bajó al almacén y volvió un momento después cargando algunas armas y balas.
— Estamos jodidos — Anuncio Alberto con un miedo evidente.
— ¿Qué tan jodidos?— Pregunté.
— Todo la jodido que hay y mi polla encima.
— ¡Lo cual no es mucho peor!
— Que te jodan, Silvia.


Al parecer los ex amantes aun se guardaban rencor.
— Dejen ya las tonterías quieren, ¿Qué tan grave es?
— Bueno, las paredes se están derritiendo, y hay un ejército de ellos allá afuera. Incluso los adolescentes están aquí.
Después de los bebés, los adolescentes eran los menos peligrosos; por lo general no les importaba nada, solo se quedaban parados ignorándolo todo. Si incluso los adolescentes estaban aquí, las cosas se estaban poniendo serias.
— Bajen y carguen lo que puedan; esto va a ser malo.
Hicimos lo que dijo Alberto. Todos cargaron tantas armas y balas como pudieron. Después de unos cuantos viajes, teníamos un arsenal en el pasillo.
— Las paredes se derretirán pronto. Vayan a los apartamentos y abran las ventanas; maten a tantos de esos bastardos como puedan. Vicenzo, quédate en el pasillo y vigila las escaleras; no los dejes subir.
Y así lo hicimos. No podíamos huir por las escaleras de incendios, no con tantos de ellos rodeando el edificio. Unos minutos después, las balas estaban desgarrando los cuerpos de los pequeños bastardos. Aunque creo que solo empeoramos las cosas, con tanto ruido seguían viniendo más y más. Después de ver cómo se acumulaban los cadáveres y cómo podían pararse sobre ellos, empezaron a apilarse uno encima de otro, formando una escalera. La situación se puso tan mal que tuvimos que cerrar las ventanas y bajar las persianas de seguridad.
Vicenzo empezó a disparar en el pasillo. Salimos de las habitaciones y lo ayudamos a controlar la horda que intentaba llegar al segundo piso. Algo cayó sobre nuestras cabezas, creando un gran estruendo y haciendo temblar el edificio.
— ¿Qué demonios fue eso?— Preguntó Silvia sin dejar de disparar.
Básicamente le leí los labios; había demasiado ruido.
— ¡El techo se ha caído! — Grité lo más fuerte que pude; parece que me oyeron.
Seguíamos recargando y disparando por el pasillo; los cadáveres se acumulaban.
Unos minutos después, se desató el infierno. En retrospectiva, era obvio: si pueden lanzar bebés al tercer piso, pueden lanzar a los niños pequeños, y lo hicieron. Silvia fue la primera en ser atacada, ya que cinco de esos pequeños bastardos empezaron a morderla y a orinarle al mismo tiempo, perdió el control de su arma, me hirió en la pierna izquierda y le voló los sesos a Alberto. Silvia era un caso perdido, y lo sabíamos; abrimos fuego, matamos a los mocosos y a Silvia.
La falta de fuego de supresión en el pasillo resultó fatal, Vicenzo fue superado por la horda y Gino fue mordido en el hombro izquierdo. Juntos logramos entrar en uno de los apartamentos, y aquí estoy, herido y jodido. Gino se está muriendo; la mordida ya está pudriendo su carne a una velocidad visible. Tenemos suerte de que los adultos no se conviertan.
Ahora me imagino cómo debió haber sido en los primeros días, los adultos no sabían qué estaba pasando, y los padres desprevenidos fueron atacados por sus propios hijos hambrientos. ¿Qué se suponía que debían hacer? ¿Matarlos? A muchos de ellos no les importaba ser mordidos; solo querían llevar a sus hijos al hospital. Cinco a diez minutos después, todos estaban muertos; esa mordida es como un veneno. Bueno, gracias a Dios nunca quise tener hijos... aunque no importa; terminé en la misma situación que los padres.
La puerta se está derritiendo; es una buena puerta de seguridad, pero no puede aguantar mucho tiempo. Tengo suficientes balas para matar a algunos de ellos antes de caer. Bueno, al menos me divertiré un poco; siempre odié a los niños de todos modos; siempre los vi como algo molesto; esto es solo una razón extra para odiarlos.
4.7 (3)
PDF humor

Más de este autor

Ilustración de Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap43

Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap43

Nada que perder:La consciencia de Clinton volvió al campo de batalla, su cuerpo aún parcialmente insertado en el gólem había...

Ilustración de Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap44 (final original)

Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap44 (final original)

Mentiras familiares:Tras caminar en silencio a través del Desierto Infinito durante un día, el cansancio se hacía notorio, incluso tras...

Ilustración de Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap41

Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap41

Intereses personales:Mientras la maestra Pelana intentaba destruir el gólem gigante de Clinton, en la retaguardia, Lidia entraba a solas a...

Ilustración de Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap42

Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap42

Contradicciones:Xavier y Delfín se encontraban en la entrada de la cueva. Xavier aún sostenía el cristal en sus manos, pero...

Ver todas las obras
Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-06-08 11:54:39

Un cuento electrizante.

Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-06-08 11:53:40

Un cuento electrizante.