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Guerreros de sangre parte 4 - Fictograma
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Guerreros de sangre parte 4

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averius

Publicado el 2025-06-09 01:58:34 | Vistas 100
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El sol apenas había comenzado a asomar sobre el horizonte cuando Wuwin despertó en la celda húmeda y oscura. Su cuerpo dolía en cada punto, los golpes de los guardias aún latían en sus costillas como una cruel advertencia de su fracaso.

El silencio de la celda era absoluto. Wuwin, con la espalda apoyada contra la piedra fría, no sentía nada.

La voz en su mente hablaba sin descanso, susurrándole cosas que alguna vez le parecieron absurdas, pero que ahora sonaban como verdad absoluta.

-No eres débil -decía-. Débil era el niño que vivía en la aldea. Pero ya no queda rastro de él.

Había intentado resistir. Había intentado recordar quién era antes de ser capturado.

Pero cada día que pasaba, su antigua identidad se hacía más lejana.

La voz en su mente comenzó a hablar con más claridad que nunca.

-Si sigues aferrándote a lo que fuiste, seguirás siendo débil -susurraba-. Ellos te dejaron atrás. Nadie vendrá por ti.

Wuwin cerró los ojos. Quik y Yamil aún estaban en algún lugar del mundo, libres, fuertes, vivos. ¿Pensaban en ellos? ¿Sabían lo que les había pasado? ¿O los habían olvidado por completo?

La duda lo golpeó con más fuerza que cualquier castigo físico. Si aceptaba que sus hermanos lo abandonaron, entonces el único camino que quedaba era volverse alguien más.

Pero si aún quedaba una posibilidad de que todo hubiera sido un error, de que aún pudiera ser rescatado... entonces no debía rendirse.

Luke, desde el otro lado de la celda, lo observó en silencio.

-No sigas esperando algo que nunca llegará -murmuró.

Wuwin sintió que su alma se rompía en ese momento.

Esa noche, cuando el guardia volvió para insultarlo, él no sintió ira ni miedo. Solo sonrió.

Habían pasado meses desde su captura, y la persona que había sido estaba enterrada bajo el peso de cada golpe, cada insulto. Luke estaba en otro lugar de la fortaleza, obligado a preparar venenos para un amo cruel. En esos días, Wuwin apenas lo veía.

La última vez que hablaron, Luke le dijo:

-No podemos confiar en nadie.

Wuwin solo asintió.

Un día, uno de los guardias lo arrastró a la plaza interior de la fortaleza. Un grupo de esclavos observaba en silencio, algunos con miedo, otros con resignación.

-No ha aprendido su lugar -gruñó el amo-. Pero hoy lo hará.

Los castigos no eran nuevos para Wuwin, pero esa vez fue diferente. Lo dejaron bajo el sol durante horas, sin agua, con las manos atadas a una estaca de hierro. Cada hora que pasaba, la voz en su cabeza hablaba más fuerte.

-No eres humano -susurró-. No puedes sentir dolor.

Cuando finalmente lo soltaron, ya no era el mismo.

Esa noche, en la celda, otro esclavo intentó consolarlo.

-Debes resistir, hermano -le dijo-. Aún hay esperanza.

Wuwin lo miró y sintió repulsión. ¿Esperanza? ¿Después de todo lo que había vivido?

-No hay esperanza -respondió, con una sonrisa torcida-. Solo poder y muerte.

El esclavo se apartó, asustado. Luke, al escuchar la conversación, lo observó en silencio.

Desde ese día, Wuwin dejó de hablar de sí mismo como una persona. Se veía como algo más.

Cuando se miraba al reflejo del agua sucia en la celda, no reconocía al joven de la aldea. En su lugar, veía a alguien que había aceptado que la humanidad era un error.

Luke notó el cambio y no lo detuvo. Después de todo, en ese mundo, no había espacio para los débiles.

La transformación de Wuwin había comenzado.

el inicio del cambio psicológico en Wuwin, marcando su evolución hacia una criatura consumida por su alter ego.

El aire ardía bajo el sol implacable del desierto. Wuwin sentía el calor golpeándolo como una lanza invisible, su piel quemada y su garganta seca como arena. Atado con grilletes a una estaca de hierro, no tenía fuerza para moverse, solo podía soportar.

Soportar el castigo. Soportar la humillación.

Alrededor de él, los demás esclavos evitaban mirarlo, como si el solo hecho de reconocerlo pudiera traerles el mismo destino. Los guardias lo habían arrastrado allí desde la madrugada, con la única orden de dejarlo bajo el sol sin agua, sin sombra.

-Tal vez ahora aprenderás tu lugar -murmuró su amo antes de marcharse.

La primera hora fue soportable.

La segunda comenzó a debilitar su voluntad.

Pero en la tercera, su cuerpo empezó a rendirse.

El calor era inhumano. Su mente se volvía un torbellino de pensamientos rotos, fragmentos de recuerdos distorsionados por la fiebre.

Su infancia en la aldea. La risa de Yamil. La voz de Quik dándole órdenes.

Y luego... la emboscada.

Luke y él cayendo al suelo, golpeados, atrapados. Sus hermanos mayores huyendo, sin mirar atrás.

Un odio profundo nació en su pecho.

-Nos dejaron morir -susurró, con los labios partidos.

Pero luego escuchó algo más.

Una voz que no era suya.

-No necesitas a nadie. No eres débil. No eres humano.

Wuwin cerró los ojos. La sensación de estar solo desapareció. Su otro yo estaba con él, abrazándolo en el vacío de su sufrimiento.

Cuando finalmente lo desataron, no temblaba de miedo ni de dolor.

Solo sonrió.

Luke lo miró esa noche, en la celda, y supo que había perdido a su hermano.

Wuwin ya no era Wuwin.

Las noches en la celda eran frías, pero Wuwin no temblaba.

Había pasado días sin pronunciar una sola palabra. Cuando los demás esclavos intentaban hablarle, solo los miraba con una expresión vacía. El Wuwin que había reído en la aldea, que había creído en sus hermanos, que había soñado con un futuro brillante... ese Wuwin había muerto en el desierto.

Lo que quedaba era alguien más.

La voz en su mente no era ajena, pero ahora tenía más control que nunca. Antes, susurraba. Ahora, hablaba con claridad, con convicción, como si fuera la única verdad absoluta.

-No eres débil -repetía-. Nunca lo fuiste. Pero los demás quieren que creas que sí.

Los golpes, las humillaciones, la traición... nada de eso importaba ya. Solo una cosa quedaba en su corazón: el deseo de reconstruirse.

Luke lo notó primero.

Una noche, cuando estaban sentados contra la piedra de la celda, Luke lo observó con detenimiento.

-¿Sigues ahí, Wuwin? -preguntó en voz baja.

Wuwin giró el rostro lentamente hacia él.

-Wuwin ya no existe -susurró con una sonrisa tenue-. Solo queda lo que el mundo hizo de mí.

Luke no respondió, pero en su mirada no había sorpresa. En el fondo, sabía que su hermano no iba a salir intacto de todo esto.

El día que los guardias intentaron obligarlo a inclinarse, Wuwin no lo hizo. No por desafío, ni por orgullo, sino porque la idea misma de someterse le parecía absurda.

No lo golpearon. No lo castigaron. Solo lo miraron con incertidumbre.

Porque en sus ojos, vieron algo distinto.

Algo que ya no era humano.

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Vara 2025-06-09 07:26:17

Muy bien lograda la transformación de Wuwin -bastante natural-, de ser un niño ingenuo e inocente a adolescente frío, fuerte y de seguro que en adelante despiadado, debido a las atrocidades a las que se ve sometido por su amo. En la parte técnica, hay algunas frases que hace falta por pulir. Pero por lo demás, sigo atento con el devenir de la historia.