fictograma

Un cosmos de palabras y ficción

239.535 Vistas
Guerreros de sangre parte 6 - Fictograma
aventura

Guerreros de sangre parte 6

Avatar de averius

averius

Publicado el 2025-06-18 16:56:21 | Vistas 108
Comparte en redes sociales

El sonido de los tambores de guerra resonaba en el aire, un eco de muerte que anunciaba el inicio de un conflicto que consumiría todo a su paso. Dos naciones, el Reino del Oeste y la Confederación del Este, habían roto la tregua que los mantenía en paz durante años. Ahora, el mundo se teñía de sangre.

Quik y Yamil, como mercenarios errantes, no tardaron en verse atrapados en el conflicto. La guerra era una oportunidad para los guerreros sin hogar, una forma de ganar oro y reconocimiento. Pero para ellos, la batalla no era solo un contrato.

Era el destino que los llevaría de vuelta a sus hermanos.

La ciudad donde se encontraban fue reclutada por el Reino del Oeste. La paga era buena, y los soldados necesitaban hombres experimentados. Quik y Yamil aceptaron sin dudarlo.

-Es solo otro trabajo -murmuró Yamil, ajustando la empuñadura de su katana.

Pero en el fondo, ambos sabían que esta guerra no sería como las demás.

La ciudad estaba en llamas de anticipación. Los heraldos recorrían las calles, anunciando el reclutamiento de guerreros parala gran guerra entre el Reino del Oeste y la Confederación del Este. La paga era buena, y los mercenarios sin hogar veían en el conflicto una oportunidad para ganar oro y reconocimiento.

Quik y Yamil escucharon la noticia en una taberna, rodeados desoldados y aventureros que discutían sobre las estrategias y los peligros de la batalla.

Pero Yamil ya no era Yamil.

-A partir de ahora, mi nombre es Takeru -anunció, con la katana descansando sobre su regazo.

Las risas no tardaron en llegar.

-¿Takeru? ¿Qué clase de nombre es ese? -se burló un soldado, golpeando su jarra contra la mesa-. ¿Crees que cambiar tu nombre te hará más fuerte?

Takeru no respondió. Solo se puso de pie, desenvainando su katana con un movimiento fluido.

-No necesito armadura -dijo con calma-. No necesito un escudo. Mi velocidad es mi defensa.

Los soldados lo miraron con incredulidad.

-Eres un idiota -gruñó otro-. En el campo de batalla, los hombres sin armadura mueren primero.

Quik observó a su hermano en silencio. Sabía que Yamil había cambiado, que el peso de la culpa lo había transformado en alguien más.

Pero cuando Takeru movió su espada, cuando la hoja cortó el aire con una precisión mortal, todos entendieron que no era un simple capricho.

Era su nueva identidad.

Era su forma de demostrar que no necesitaba nada más que su habilidad para sobrevivir.

Desde joven, Yamil siempre había intentado igualar la fuerza de Quik. Peleaban juntos, entrenaban juntos, y en cada combate, él intentaba resistir los golpes con la misma dureza que su hermano mayor.

Pero la verdad era evidente: no tenía la misma resistencia.

Cada batalla lo dejaba agotado, cada golpe lo afectaba más de lo que debería. La armadura que usaba lo hacía lento, torpe, incapaz de reaccionar con la rapidez que necesitaba.

Fue en un duelo contra un mercenario extranjero cuando lo entendió.

El hombre, ágil como una sombra, lo derrotó sin esfuerzo. No usaba armadura pesada, solo ropas ligeras y una espada delgada.

-La fuerza no lo es todo -le dijo el mercenario, ayudándolo aponerse de pie-. La velocidad es un arma más letal que cualquier filo.

Esa noche, Yamil se despojó de su armadura y comenzó a entrenar con su katana.

Descubrió que sin el peso del metal, podía moverse con una rapidez que nunca había sentido antes. Podía esquivar, podía atacar antes de que su enemigo reaccionara.

Cada día, su estilo de pelea evolucionaba.

Ya no era Yamil, el guerrero que intentaba resistir golpes.

Era Takeru, el espadachín que nunca debía ser alcanzado.

Cuando la guerra comenzó, él ya no dudaba.

Sabía que su camino era el correcto.

Y cuando empezara la guerra, nadie olvidaria el nombre de takeru.

Los rumores hablaban de un grupo de guerreros despiadados que luchaban por la Confederación del Este. Hombres que no mostraban piedad, que usaban venenos y magia oscura para destruir a sus enemigos.

Cuando Quik escuchó la descripción, sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Luke. Darkmind.

La primera batalla fue brutal. El campo de guerra estaba cubierto de cadáveres, el aire impregnado con el hedor de la muerte. Quik y Yamil peleaban con la furia de hombres que intentaban olvidar su pasado, pero la guerra no les permitió escapar.

Quik y Takeru avanzaban entre los cuerpos, sus espadas manchadas de muerte. La guerra los había endurecido, pero nada los había preparado para lo que estaban a punto de enfrentar.

Cuando los vieron, el mundo pareció detenerse.

En medio del caos, los vieron.

Luke, con una mirada fría y calculadora, lanzaba frascos de veneno que convertían la sangre de los soldados en fuego.

Wuwin, con una sonrisa que ya no pertenecía a un ser humano, invocaba sombras que devoraban a sus enemigos.

Quik sintió su corazón detenerse.

Yamil apretó los dientes.

Sus hermanos menores estaban vivos.

Pero ya no eran los mismos.

Cuando los cuatro hermanos quedaron frente a frente en el campo de batalla, el mundo pareció detenerse.

Luke los miró con desprecio.

Darkmind sonrió con una crueldad imposible.

El viento arrastraba el olor a sangre y cenizas, mientras los cuerpos de los soldados caían uno tras otro bajo el veneno de Luke y la magia oscura de Darkmind.

Quik y Takeru los observaban desde la distancia, incapaces de reconocer a los hermanos que alguna vez protegieron.

Luke no era el joven curioso que experimentaba con pociones en la aldea. Ahora, su mirada estaba vacía, su expresión fría como el acero.

Darkmind no era el niño frágil que buscaba la aprobación de sus hermanos mayores. Ahora, su sonrisa era la de un depredador que disfrutaba el sufrimiento ajeno.

El odio los había consumido.

Luke apretó los puños, sintiendo el peso de los años de tortura, de abandono, de desesperación.

-Nos dejaron atrás -murmuró, su voz cargada de veneno-.Nos vendieron a un mundo que nos destruyó.

Darkmind inclinó la cabeza, su mirada llena de una diversión cruel.

-Y ahora, el mundo pagará por ello.

Quik intentó dar un paso adelante, pero Luke levantó una mano, deteniéndolo con una mirada de puro desprecio.

-No te atrevas a hablar -escupió-. No quiero escuchar tus excusas.

Takeru sostuvo su katana con fuerza.

-No queríamos abandonarlos -dijo, con la voz tensa-. No tuvimos opción.

Darkmind soltó una carcajada.

-Nos dejaron morir -susurró Wuwin-. Ahora, los haremos pagar.

Quik y takeru intentaron hablar, intentaron explicar, pero no había espacio para disculpas en medio de la guerra.

Solo había odio.

Solo había venganza.

-¿No tuvieron opción? -repitió, burlón-. ¿Y qué opción tuvimos nosotros cuando nos vendieron como esclavos?

Luke sacó un frasco de veneno y lo giró entre sus dedos.

-No hay perdón para lo que hicieron.

El aire estaba cargado de tensión, más pesado que el humo de los cuerpos calcinados en el campo de batalla. Frente a frente, los cuatro hermanos se miraban, pero ya no eran familia.

Luke y Darkmind no veían a Quik y Takeru como sus hermanos mayores.

Solo veían a los traidores que los habían condenado.

Luke sostuvo un frasco de veneno entre sus dedos, girándolo lentamente, como si estuviera decidiendo el mejor momento para usarlo.

-¿Cuántas veces creímos que vendrían por nosotros? -murmuró, su voz baja pero llena de veneno-. ¿Cuántas noches nos convencimos de que no nos habían abandonado?

Darkmind sonrió, pero no era una sonrisa humana.

-Hasta que entendimos la verdad -susurró-. Nunca pensaron en nosotros. Nunca les importamos.

Quik sintió el peso de sus palabras como una daga en el pecho.

-Eso no es cierto -intentó decir, pero su voz sonó débil, vacilante.

Takeru apretó los dientes, su katana temblando en su mano.

-No queríamos dejarlos atrás -dijo, con la voz rota-. No tuvimos opción.

Luke soltó una carcajada amarga.

-Siempre hay una opción. Ustedes eligieron salvarse.

Darkmind inclinó la cabeza, su mirada llena de una diversión cruel.

-Y ahora, nosotros elegimos destruirlos.

Quik sintió su respiración volverse pesada.

Takeru, por primera vez en años, sintió miedo.

No por la batalla que se avecinaba.

Sino porque, en el fondo, sabía que Luke y Darkmind tenían razón.

Habían fallado.

Habían huido.

Y ahora, pagarían el precio.

Luke destapó su frasco de veneno.

Darkmind levantó una mano, y las sombras comenzaron a retorcerse a su alrededor.

La venganza estaba aquí.

Y no habría piedad.

5.0 (1)
PDF aventura

Más de este autor

Ilustración de Guerreros de sangre final

Guerreros de sangre final

***NA: este es el último episodio de esta obra. Agradezco mucho a todos los lectores que se tomaron la molestia...

Ilustración de Guerreros de sangre parte 11

Guerreros de sangre parte 11

El sol no había salido, y el cielo parecía cubrirse de presagios. Nubes negras se arremolinaban sobre el horizonte mientras...

Ilustración de guerreras celestiales. parte 2

guerreras celestiales. parte 2

El amanecer trajo una calma engañosa. Angélica se levantó de su cama, la luz del sol se filtraba por las cortinas, un...

Ilustración de Guerreras celestiales.  Parte 1

Guerreras celestiales. Parte 1

El eco de la campana de la preparatoria apenas se había desvanecido cuando Angélica se topó con la escena. En...

Ver todas las obras
Avatar de averius
averius 2025-06-19 18:43:07

Una disculpa. Si agregue esa parte. Pero viene en unos episodios más adelante. En este, quise hacer énfasis en el momento en que los hermanos se reúnen y empieza el momento climax de su historia.

Avatar de yamifernan
yamifernan 2025-06-18 19:11:03

Un capítulo estupendo en esencia. Me ha gustado que dos de los grandes protagonistas hayan cambiado su nombre y adquirido los de guerra, dada la importancia historica de la batalla que acontece. Has acertado con ellos: "Takeru" y "Darkmind". A mitad del relato, debido a la urgencia que tienes por escribrir la historia, vas dejando espacios sin narrar (como lector me hubiera gustado ver el contexto de la batalla, las legiones moverse, el llanto, los gritos del campo, etc) y la estructura del relato tiende a desconfigurarse un tanto, pero su buena esencia perdura, ya que la historia lo vale. De todas formas, es un buen borrador que una vez afinado será una joya.