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El último rayo del sol - 1.3. - Fictograma
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El último rayo del sol - 1.3.

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Mess_st

Publicado el 2025-07-04 18:30:00 | Vistas 140
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1.3.


Bartholomew Smith leyó cada uno de los sobres que le habían enviado sobre Sir Vaughan. Los papeles se extendían sobre la mesa junto con fotografías, actas y documentos; todo lo necesario para conocer los detalles del caso del joven Jacob Anderson y para conocer al mismo Vincent Vaughan. De todas las preguntas que se había hecho sobre él, esperaba encontrar su respuesta ahí. ¿Porqué presentía que ponerlo en su camino no era una casualidad? ¿Con que asuntos personales iba a ayudarle? ¿Porqué mató al joven Jacob? No quería ni siquiera imaginar que podría estar enterado de su pasado para intentar chantajearle, aunque esa era la opción más probable.

Comenzó con los documentos que le fueron enviados desde el archivo general recopilando la información más relevante sobre su cliente.

[Vincent Anton Vaughan Korvin, de padre inglés y madre húngara. Nació en 1833 en Óbuda, Hungría. A los cinco años, ingresó en el colegio luterano Fasori Gimnazium donde estudió hasta la secundaria. 

No hay mucha información sobre sus padres: Su padre era un respetado hombre de negocios que había amasado su fortuna en Inglaterra como economista, adquiriendo tierras y bienes, un patrimonio que luego heredaría a su único hijo. Su madre era la tercera de nueve hermanos, hijos de un noble Húngaro que había sobrevivido a la recesión del país de 1815.]

Bartholomew Smith miró una pequeña fotografía de Vaughan adjunta a las actas. El hombre era apuesto, con un prominente cabello negro, cejas pobladas, el cuerpo en buena forma y aunque no llevaba su distinguido bigote, se veía igual de joven que en la actualidad. El abogado dedujo que el retrato debía ser reciente a pesar de que la foto estaba ligeramente arrugada.

Al fondo del desorden, un sobre viejo y desgastado se veía más delgado que el resto. Smith lo abrió. Un compendio de cartas y recomendaciones estaban expuestas en forma de lista. Parecía un manuscrito de observaciones con el puño y letra de un profesor de la escuela secundaria de Sir Vaughan. El abogado se preguntó porque algo de aspecto personal estaba entre los documentos policiales. Vio ahí una buena oportunidad para conocer el pasado de su cliente.

La primera carta estaba escrita en alemán, pero transcrita por separado al inglés y hablaba del afecto que el joven Vincent le profesaba a una profesora en particular:

[El joven Vincent no es tímido pero padece de una arrogancia inherente ya que apenas habla con sus demás compañeros, cosa que con la profesora Szkeli hace con ímpetu pues puede pasarse horas discutiendo con ella sobre temas históricos y filosóficos (…)

La profesora Szkeli ha accedido a darle clases particulares para que el joven pueda mejorar sus habilidades oratorias. Está muy interesado en la evolución económica de Inglaterra y desea viajar a la tierra de su padre en cuanto termine sus estudios en el colegio. Es consciente de que necesita perder su inquina hacia el trato con los demás para desarrollar un gusto por el arte de la conversación, pues él mismo cita a Kant en sus análisis sobre la belleza de la interacción humana que invita a la reflexión y a la búsqueda de un juicio y sentidos compartidos.]

La carta estaba fechada en el año de 1846 y no tenía destinatario. 

Para Bartholomew no significó una gran sorpresa enterarse de la altanería nata del caballero, aunque sus formas y su agradable voz suavizaran su aspereza de comportamiento y su sonrisa brindara cierta confianza cuando aún no se le conociera lo suficiente. Bartholomew no estaba ansioso por hacerlo. 

Continuó leyendo la siguiente carta.

[(…) Dice añorar la tierra de su padre, un lugar que no conoce, pues no ha vuelto a verlos tras su ingreso en el colegio. Sin embargo, mantiene sus habituales charlas con su querida profesora que le habla de las tierras del Reino Unido, la historia de sus reyes, sus guerras y sus viejas tradiciones como si ella misma las hubiera vivido. Esto genera gran entusiasmo en el joven Vincent, que a punto de concluir con sus estudios, ha escrito a una universidad de Londres donde tiene residencia, para comenzar sus estudios en economía y seguir los pasos de su padre.]

Bartholomew sentía que, a pesar de todo, aún no sabía nada de su cliente y que los documentos oficiales probablemente pasaban mucho por alto, aunque agradecía que las cartas llegaran a sus manos de alguna forma. Sin embargo, tenía más dudas que al principio, ¿Cómo podía un joven tan prometedor acabar siendo un asesino? ¿Hacia quién iban dirigidas las cartas y porqué estaban ahí? ¿Qué fue de sus padres? No, lo que más le interesaba saber era: ¿Porqué mató a alguien y lo confesó tan fríamente? 

Tras dos horas de lectura, Bartholomew Smith se sentó y se recostó en su sofá para descansar el cuello. Miró hacia un lado y contempló con una cansada sonrisa la foto de su pequeña hija Mathilda que le miraba con ojos serenos, aportándole una necesaria paz. Luego pensó en las palabras de Sir Vincent sobre ayudarlo en sus problemas personales, y la idea de que un hombre poderoso pudiera saber algo de su vida privada le perturbó sobremanera. No debía saberlo, nadie debía saber que su amada hija estaba en un orfanato por su propia culpa.

Después de cerrar los ojos por un rato y frotarse la cara con hastío, Bartholomew se levantó de su asiento dispuesto a continuar con su indagación. Leyó otro informe del mismo sobre a modo de notas con otra firma:

[A los catorce años se graduó anticipadamente (y forzadamente) del Fasori Gimnazium gracias a sus excelentes notas, al poco tiempo viajó a Inglaterra donde ya tenía una residencia heredada de su padre al que parece no volvió a ver nunca más desde que se fue de Hungría, quizás huyendo de la inminente revolución del 48.]

Este informe le pareció un poco más agresivo hacia la persona de Vincent Vaughan. Quizás alguien que lo conocía de cerca y con quien no tenía buenas relaciones. Continuó:

[A los diecinueve años y por varias recomendaciones, Vaughan, que aún no era ‘Sir’, entró a trabajar a la tesorería de Inglaterra. Se casó en 1857 en Londres con Lady Bertha S. Báuer, una mujer húngara de buena cuna. No existe mucha información sobre ella, excepto que su fortuna había sido adquirida a través de varias generaciones, y que era muy activa en los negocios de su marido, incluso antes de morir tan solo cinco años después de casarse. El Sr. Vaughan enviudó y heredó la fortuna de su difunta esposa. Dos años después, y gracias a sus contribuciones benéficas le fue otorgado el título de Sir.]

Aunque aún tenía fuerzas para seguir leyendo, los hombros de Bartholomew Smith pesaban. Se masajeó los trapecios girando la cabeza en círculos y cerró la carpeta correspondiente a la información sobre su cliente, considerando que por ese día sabía suficiente. Dejó las carpetas a un lado y acercó las concernientes al crimen. 

[Fecha del homicidio: 17 de Septiembre de 1872.

La víctima: Un hombre de 15 años llamado Jacob Anderson.

La escena del crimen: El distrito de Hoxton.]

Bartholomew resopló ligeramente confundido—¿Qué estaba haciendo Sir Vaughan en Hoxton?—Se preguntó.

[En el bolsillo izquierdo de la víctima se encontró el gemelo sin par con la inicial ‘VV’ con las letras entrelazadas.

El primer sospechoso es un comerciante llamado Christopher Watson, que vive a menos de 650 yardas del lugar de los hechos. El hombre confiesa haber dado pequeños trabajos a Anderson, pero afirma no haberle visto desde el 9 de Septiembre cuando le pidió que le comprara un periódico].

Bartholomew apuntó mentalmente visitar la comisaría de Hoxton por la mañana para revisar otros detalles.

Después de largas horas de extensas lecturas policiales, estaba cansado. No sabría más del caso si no se dirigía directamente a las comisarías o hablaba personalmente con su cliente. Normalmente era muy diligente en abordar los temas con la gente a la que prestaba sus servicios, pero por primera vez en su carrera, sentía que estaba siendo obligado a trabajar para alguien que no le había causado una buena impresión.

La noche había caído. Asimiló el agotamiento de su cuerpo y que su penoso trabajo consistía en ayudar a un asesino a limpiar su nombre. Y aún más doloroso de asimilar era tener que tratar con alguien que inconvenientemente sabía de su vida.

Vincent Vaughan parecía un hombre intrigante pero se dijo a si mismo que no era más que un hombre común y corriente con mucho dinero y demasiada confianza. El caso apenas comenzaba a investigarse y había tiempo para pedir explicaciones.


5.0 (1)
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Mess_st 2025-07-05 19:13:39

Gracias por las observaciones y consejos. Me ayuda muchísimo.

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Valentino-Prádena 2025-07-05 10:24:44

Una historia que atrapa, un 'whodoneit' al puro estilo de Arthur Conan Doyle. Confieso que sigo la historia con mucha intriga. Buen trabajo. Solo una observación: Sé que has utilizado los corchetes para dar a conocer el texto de las cartas que lee Smith como una técnica novedosa, y quizá por esta misma novedad se siente algo "exótico", pues en la mente del lector el corchete sirve más como sustitución, modificación, adición de expresiones incompletas. Y como siempre, como nos sucede a los que escribimos -que nos vemos afectados por la 'ceguera de lector'-, echa una ojeada a las cacofonías.