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Reino de fuego y sombras I - Un mago inútil - cap9 - Fictograma
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Reino de fuego y sombras I - Un mago inútil - cap9

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heguendm

Publicado el 2025-07-15 17:40:33 | Vistas 172
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La torre de Liev:

Le tomó a Xavier varias horas llegar a la torre de Liev. Incluso en un carruaje de túmulos llegó a su destino a media tarde. La torre estaba ubicada al norte de Humol, justo antes del Desierto Infinito, fuera de alguna villa insignificante. Lo más cercano era Telasa la ciudad real, a mediodía en un carruaje de túmulos. Al norte, más allá de la torre, solo esperaba muerte en la arena del desierto. Al este de la torre a unos cientos de metros iniciaba la selva de Morr, un lugar tan peligroso como místico, lleno de monstruos y animales salvajes. Se decía que no obedecía a ninguna ley ni principio; todo era irracional en su interior. Solo acercarse a las arboledas donde se iniciaba la selva daba una sensación desagradable, tanto a magos como a personas comunes.
Xavier miró a la Torre. Para él era sorprendente. La construcción de piedra y metal se extendía hacia el cielo unos diez pisos en una estructura sólida, no había ventanas que pudiese ver, y la entrada era una puerta de hierro enorme, como si hubiese sido diseñada para la entrada de gigantes. Los primeros dos pisos eran para los estudiantes. Los demás pisos eran para los guardias y caballeros de la torre, las viviendas de los maestros, así como sus estudios personales. La torre guardaba todo tipo de tesoros y secretos en los pisos superiores. Frente a la torre se alzaba una estatua. Un hombre con una insignia con tres elementos, sombras, Fuego y Viento. Los documentos que le entregaron tras la ceremonia de afinidad elemental hablaban sobre Liev, un mago triple elemental. Decidió iniciar por sí mismo la primera academia de magia, la Torre de Liev, ubicada entre la selva y el desierto. Era una de las zonas con mayor concentración de magia elemental en el ambiente. Se decía que la calidad de la energía mágica del ambiente afectaba a la capacidad de los magos para comprender y manipular los elementos. Los lugares místicos que rodeaban a la torre la hacían el lugar idóneo para entrenar magos. Liev entendió esto y decidió fundar la primera academia para magos allí mismo.
Xavier estaría entrando en la academia con otros magos de diferentes zonas y reinos. Aunque podían tener una mala relación unos con otros, dada su procedencia, el desorden en la torre de Liev era imperdonable y conllevaba la expulsión inmediata. Todos los reinos tenían un acuerdo.
«La torre de Liev y otras academias primarias son territorio neutral. Los maestros magos de las torres no obedecerán a ningún país. Los nobles y reyes no tienen ningún poder sobre la torre de Liev ni otras academias mayores». Por último, estaba estrictamente prohibido atacar o interferir militarmente contra la torre. Esto no incluía a las academias privadas o academias menores, muchas de las cuales tenían relaciones directas con los ejércitos de sus respectivos reinos y la alta nobleza.
Además, sería un suicidio. Los magos más poderosos del mundo, los «magos titulados», vivían y eran maestros en las academias mayores, como la torre de Liev. Habría que estar demente para intentar enfrentarse a esos monstruos. Sin embargo, los maestros eran libres de participar en operaciones no bélicas para el reino donde vivían, exploración de lugares místicos en busca de materiales únicos, caza y exterminación de monstruos, erradicación de zonas asoladas por miasma que no se pueden manejar con escuadrones de subyugación. Estas eran algunas de las misiones realizadas por los maestros. Si un reino decidía inmiscuir a un gran maestro de una de las academias en una guerra entre reinos, podría desatarse una guerra total, esto solo traería la muerte de miles y una destrucción sin igual.
Los grandes maestros que alcanzaban un estatus legendario no tenían apellidos. Se les conocía por sus títulos. En la torre de Liev había dos maestros titulados.
Emeral, conquistadora de Flamas. Maga de fuego.
Robalt, amo de los Vientos. Mago de viento.
El resto de los maestros eran magos de gran poder, pero no eran comparables con los dos grandes maestros. Durante los próximos dos años, Xavier y todos los magos recién reconocidos iniciarían su vida y entrenamiento en la torre. Los maestros se encargarían de enseñarles a controlar y utilizar la magia, recibirían adiestramiento como guerreros y luego les lanzarían al mundo. Xavier reafirmó su voluntad y se acercó a la puerta. Los caballeros que hacían guardia en la entrada eran imponentes. Sus armaduras, negras como el carbón, parecían emitir un brillo leve, les rodeaba un aura que generaba un cierto miedo en quienes se acercaban. Revisaron sus documentos y su insignia.
—Esta es la torre de Liev, mago de sombras. Una vez atravieses estas puertas perderás tu estatus, tu poder social y tu libertad. Los maestros son la autoridad en la torre de Liev y sus órdenes serán obedecidas. Las únicas tres formas de salir de esta torre son graduarse, morir o ser expulsado —advirtió uno de los guardias—. ¿Entiende esto?
—Lo entiendo.
Uno de los guardias se dio la vuelta y empujó con un dedo la enorme puerta metálica, que cedió como si fuese tan ligera como el papel. Xavier esperaba un chirrido metálico o algún ruido, pero la puerta se movió en silencio y de forma suave, abriéndose de par en par. Acto seguido, los guardias le señalaron que avanzara y le permitieron entrar a la torre. Tras la puerta se encontraba un pasillo largo, ancho y alto, iluminado por flamas que se mantenían estáticas en el aire por sí solas. Al final se abría a una sala-teatro amplia, que podría acomodar a más de cien personas, con varios asientos y un escenario al frente. La sala estaba bien iluminada por las flamas flotantes. El suelo era de mármol y las paredes de piedra, la decoración era escasa, salvo por algún estandarte de la Dinastía y las alfombras. Al entrar en la sala, un caballero le orientó.
—Tome asiento y espere al resto.
Xavier se sentó en uno de los asientos disponibles. A su lado, una bolsa de tela con sus escasas pertenencias. Al mirar alrededor se dio cuenta de que la mayoría de los jóvenes magos tampoco tenían mucho. En la mayoría de los casos solo tenían una maleta, aunque unos pocos traían un montón de equipaje. La gran mayoría de los jóvenes magos le resultaban desconocidos, tal vez de otros reinos o aquellos que despertaron en meses anteriores o posteriores a él. A lo lejos, en las primeras filas a su derecha, vio caras familiares: Clinton y Astrid. A su izquierda estaban Maurius y algún otro de los presentes en la ceremonia de la torre de la Guardia, pero no recordaba sus nombres. Más jóvenes magos continuaban entrando.
Tras unos minutos, los guardias entraron en la torre y la puerta de la estancia se cerró. Cinco personas subieron al escenario frente a los jóvenes magos.
—Buenos días, jóvenes aprendices de mago —saludó un hombre alto y de piel oscura. Pasaba de los cincuenta. En su pecho tenía una insignia de mago de sombras con una pequeña insignia de fuego.
—Mi nombre es Delfín van Kramen, soy el director en jefe de esta academia. Bienvenidos a la torre de Liev. Como ya debéis haber leído, vuestro entrenamiento durará dos años. Durante los próximos seis meses os entrenaré y daré clases básicas de manipulación y control de energía mágica. Aprenderéis a controlar tanto la energía ambiental como la de vuestro propio cuerpo. Una vez terminados estos seis meses, tendréis clases con un maestro específico, según vuestro elemento. Después, tendréis entrenamiento de combate y nos seguiremos viendo durante las clases de teoría general sobre monstruos. Esta información no debería ser nueva. Ya habéis recibido la documentación que lo explica y quiero creer que habéis sido responsables. Sin más preámbulos, os presentaré al resto de los maestros.
Delfín cambió su posición y señaló hacia los maestros a su espalda.
—Primero, maestro Gaelion van Dumn. Será vuestro maestro de magia de agua —anunció Delfín a uno de los maestros.
Un hombre de piel blanca, bajito de estatura y gordo, cercano a los cincuenta años, barba negra y larga, con una nariz redonda, prominente y enrojecida, se acercó al frente. Vestía con un fino traje de seda de color rojo oscuro.
—Os enseñará a los magos de agua a utilizar vuestra magia y, además, enseñará a los magos de otros elementos cómo pelear contra magos de agua.
—Será un placer enseñar a un grupo de jóvenes prometedores como vosotros —dijo Gaelion con una reverencia, volviendo luego a su posición. Su voz era como un pitido casi gracioso, similar a la voz de alguien con la nariz tapada.
—Siguiente, maestra Amelia van Fursthe. Será vuestra maestra de magia de tierra —anunció Delfín para dar paso al siguiente maestro.
Una mujer alta, que aparentaba tener menos de cuarenta años, de piel blanca, delgada, esbelta, con unos senos enormes, pelo rubio y largo, de ojos verdes claros, se acercó al frente. Tenía un vestido blanco de gala, con guantes largos y un escote amplio que acentuaba aún más sus atributos corporales.
—Es un placer conocerlos —dijo la profesora sonriendo. Tenía una voz suave y melódica. Luego se dio la vuelta como si estuviese modelando. El contoneo de sus caderas y sus curvas llamaron la atención tanto de estudiantes como de caballeros y maestros.
— La maestra Emeral, conquistadora de flamas. Maga titulada. Os enseñará todo lo relacionado con la magia de fuego —anunció Delfín.
Una mujer morena, que estaría en sus cuarenta años, alta, con un cuerpo fuerte, musculoso y tonificado, de pelo afro, se acercó al frente. Vestía un pantalón y botas de cuero que resaltaban sus muslos gruesos y una chaqueta de cazador. Dos dagas colgaban de su cintura. Tenía aspecto de guerrera feroz.
—Bienvenidos, magos. La selección de magos de este año trae algunos talentos que estaremos encantados de instruir. Esperamos grandes cosas de vosotros —dijo Emeral para luego volver a su puesto.
—Vuestro maestro de magia de aire. Otro mago titulado, Robalt, amo de los vientos —anunció de nuevo Delfín.
Un hombre muy alto, delgado, con una piel de color blanco pálido, como el papel, se acercó al escenario. Tenía un pelo negro y corto, con unas cejas gruesas, vestía un traje de noble de tela fina, de color verde. Hizo un pequeño saludo y regresó a su posición sin decir nada.
—Seré claro con vosotros —dijo Delfín tornándose aún más serio y sombrío—. Esta no es una escuela. La torre de Liev es una academia para magos, soldados, guerreros que tienen un gran poder y deben entender que eso lleva una gran responsabilidad. Un mago poderoso es capaz de destruir una ciudad entera por sí solo. En el pasado, tragedias han ocurrido gracias a magos inmorales o que perdieron la cabeza y se embriagaron de poder. En este lugar aprenderán magia, disciplina y autocontrol —dijo Delfín, haciendo una pausa para mayor efecto dramático, mientras miraba a los jóvenes.
—Siete piezas de ropa. Eso es todo lo que vais a necesitar. Todo lo demás es innecesario y será enviado a vuestras familias o destruido —anunció Delfín mientras algunos de los nobles emitían gestos de sorpresa. Los nobles con familiares magos ya conocían cómo funcionaban las cosas en la torre. Los hijos de los nobles sin magos en la familia o que no reunieron suficiente información, se llevarían algunas sorpresas.
«Yo apenas tengo cinco», pensó Xavier.
—En el campo de batalla no hay ropas finas, no hay comidas especiales hechas por chefs, no hay sirvientes —gritó Delfín—. Aprenderéis a utilizar vuestras habilidades en condiciones de estrés, controlaréis vuestras emociones, os enseñaremos a controlar vuestra magia para encender un fuego o cazar una presa, no solo para el combate. Se os instruirá en el uso básico de armas y técnicas de supervivencia. Uso de magia en combates a gran escala. Aprenderéis a controlar vuestro consumo de magia, a trabajar en equipo. Cada miembro del equipo tendrá que cargar su propio peso sin retrasar a los demás y contribuir a la misión. Esto no son unas vacaciones.
Algunas quejas se empezaron a escuchar entre los jóvenes.
—¿Siete piezas de ropa?, ¿cómo puede alguien vivir en esas condiciones?, es inhumano —se quejó Astrid con una voz que se podía escuchar. Como niña consentida y mimada, había traído un montón de maletas con sus mejores prendas y vestidos, entre otras cosas.
—Os recuerdo que la torre de Liev no debe explicaciones a ningún noble o reino. Nos reservamos el derecho de expulsar a todo aquel que no siga las instrucciones dadas. Os recomiendo que no nos pongáis a prueba —amenazó Delfín.
—¿En serio nos quitarán nuestras cosas? —preguntó un joven mago de otro reino, que se encontraba cerca de Astrid.
—No creo —contestó otro chico—. Es solo una estrategia de los maestros para instilar miedo.
—Esta generación es la más talentosa que hemos tenido en los últimos diez años, pero también la más impertinente, al parecer —dijo la maestra Emeral—. Guardias, revisad las pertenencias de todos los estudiantes. Solo se autorizan siete piezas de ropa y enseres personales como crestas familiares o sellos. Todos los demás enseres serán confiscados. La torre facilitará las necesidades básicas durante su estancia.
Normalmente, la selección de enseres personales se hacía en las habitaciones de los respectivos magos. Sin embargo, para dar una lección, Emeral decidió que se hiciera justo allí. Tras su orden, varios caballeros entraron en el teatro y empezaron a revisar las pertenencias personales de los estudiantes. Nuevas quejas se escucharon.
—Cualquier persona que siga desobedeciendo será expulsada en el acto —amenazó Emeral.
Los hijos de los nobles con herencia de magos habían sido avisados por sus padres y familiares.
—Hagas lo que hagas, no antagonices a los maestros, especialmente cuidado con la conquistadora de flamas y el amo de los vientos. Sus títulos los hacen intocables y no tienen ningún reparo en abusar de ese poder. —Era una de las advertencias más comunes.
Sin embargo, algunos jóvenes nobles no escucharon y decidieron rebelarse.
—Esto es un ultraje, la noble casa de los Van Lirian no puede permitir tal humillación. ¡Violar mi privacidad y revisar mis pertenencias como si fuese un criminal! Los Van Lirian somos descendientes de reyes, tercera familia ascendente al trono del Reino de Orphen. El hecho de que nuestra familia no tenga descendientes de magos no nos hace inferiores. Y yo soy el único mago de nuestra venerable familia, y exijo que se me trate con respeto —gritó un chico ante la sala.
—¡Qué idiota! —susurró Maurius, sintiendo algo de lástima por el chico.
—¡Oh!, la venerable familia Van Lirian. Como el único mago entre ellos, es cierto que debes tener una posición especial y privilegiada —reconoció Emeral mirando al chico, el cual sonreía con la cabeza en alto, mirando a los demás por encima del hombro—. Guardias, remuevan al joven Van Lirian de la sala. Queda expulsado. Creo que es un trato adecuado para tal eminencia —ordenó la maestra con una sonrisa. Mientras, el chico se quedaba con cara de sorpresa, sus ojos y boca abiertos de incredulidad.
—¡Qué lástima! —dijo Robalt—. El chico tiene una afinidad decente por el aire. Tenía que ser de mi elemento. —Movía la cabeza de un lado a otro, haciendo gestos de decepción.
—El viento es rebelde y difícil de domar, es vuestra naturaleza como magos de aire —dijo Amelia, guiñándole un ojo a Robalt, el cual se sonrojó.
—¿Expulsado? No pueden expulsarme, soy Donald van Lirian, heredero de la familia Van Lirian, os vais a arrepentir de esto —gritaba el chico mientras forcejeaba con los caballeros que le arrastraban. Su fuerza era insignificante ante ellos. Sus armaduras encantadas eran muy diferentes a las armaduras básicas de otros caballeros. Les otorgaban una fuerza física muy superior a la de una persona normal.
Pocos segundos después, la puerta se abría y Donald era lanzado al suelo frente a la puerta de la torre. Todas sus pertenencias fueron lanzadas hacia él y la puerta se cerró en su cara cuando intentó volver y reclamar.
—Espero que todo esté claro ahora —dijo Delfín mirando a los jóvenes.
La selección y revisión de equipajes continuó. Todos los estudiantes cumplieron con las instrucciones. Aunque muchos tenían cara de descontento, ninguno se atrevió a hacer una escena. Xavier miró a aquellos magos que conocía. Clinton tenía la cara de piedra que usaba en público e ignoró la mirada de Xavier. Astrid también le ignoró; su rostro denotaba lo irritante que era para ella el tener que deshacerse de la mayoría de sus pertenencias. De aquellos magos conocidos, Maurius fue el único que le devolvió una ligera sonrisa al cruzar miradas.
—Los caballeros les llevarán a sus habitaciones. Estarán juntos, según su afinidad elemental y sexo, independientemente del reino al que pertenezcan. Tienen que aprender a obviar sus diferencias y trabajar en equipo, incluso si se odian. No se tolerará ningún tipo de desorden o disturbio en la torre. En una guerra entre reinos os podréis matar cuanto queráis, pero en un escuadrón de subyugación trabajaréis juntos o todos moriréis. Los monstruos y los no muertos no entienden de diferencias políticas ni castas sociales —advirtió Delfín. Tras estas últimas palabras, los maestros se retiraron.
Los nuevos magos eran asignados al primer piso de la torre de Liev. Los primeros seis meses solían ser los más duros. Afinidad elemental era el nombre del juego. Cada grupo de magos tenía asignada una zona según su elemento y cada zona variaba con respecto a la siguiente. Dentro del grupo de magos de sombras solo había dos integrantes, ambos plebeyos. Normalmente, ningún mago de sombras de clase noble ingresaba en las academias, a menos que se tratase de un mago dual con una afinidad útil por otro elemento, cosa que era poco frecuente. Los magos de sombras eran inútiles, después de todo. Los nobles consideraban que ser un mago de sombras era una deshonra para la familia. Los magos de sombras que entraban en las academias generalmente provenían de los más bajos estratos de la sociedad.
Xavier miró a su nuevo compañero de vivienda, que estaba incluso peor vestido que él. Siguieron al caballero sin mediar palabra, hasta que llegaron a la zona que sería su hogar durante el año. La puerta de la estancia era metálica, como todas las puertas que había visto hasta el momento en la torre. Algo llamó su atención de inmediato: estaba muy oscuro.
—Esta es vuestra zona, aquí dormiréis y viviréis. Preparad vuestras pertenencias, tendréis que haceros cargo de la limpieza de vuestras propias ropas, en el baño tenéis lo necesario. La cena se sirve a las ocho y quienes lleguen tarde se quedarán sin comer. Os advierto de que hoy es un día especial y que no volveréis a recibir tal trato nunca jamás. Aprovechad esta noche, será la última en dos largos años. Las puertas se abrirán a la hora de la cena. ¿Alguna pregunta? — Ante el silencio, el caballero cerró la puerta de metal, dejando a los dos chicos solos en las sombras.
Un suave ruido de engranajes se escuchó tras el cierre de la puerta. Ahora, con la puerta cerrada, la escasa luz que entraba en el habitáculo había desaparecido. Los chicos se quedaron inmóviles mientras sus ojos se adaptaban a la penumbra. La oscuridad siempre da miedo y los chicos no eran la excepción. Tras adaptarse a la oscuridad, se acercaron a la puerta.
—Estamos encerrados—dijo Xavier tocando la puerta metálica. No había forma de salir de allí. Sus ojos se habían adaptado un poco a las sombras y veía la silueta de su compañero.
—¿Ahora, qué hacemos? —preguntó el otro chico.
—Ni idea, esperar, supongo... Soy Xavier de Vonder —se presentó, extendiendo la mano tras unos segundos de incómodo silencio.
—Aleum de Taeria —respondió el chico, estrechándole la suya.
—¿Eres de otro reino, verdad? —preguntó Xavier.
—Sí, Reino de Orphen —contestó Aleum.
Las relaciones entre algunos reinos eran malas. Por suerte para ambos chicos, Orphen y la Dinastía de Poem eran bastante neutrales entre sí. Aunque a Xavier realmente no le importaban en lo más mínimo los conflictos de la nobleza, la realeza y los reinos, podría ser un problema vivir con un «enemigo».
Los chicos miraron una vez más a su alrededor, su vista mejoraba poco a poco y empezaron a identificar algunas estructuras. Una mesa, sillas, varias puertas. Dos de las puertas estaban marcadas, cada una con el nombre de uno de los chicos. La tinta emitía un leve brillo que la hacía visible en la oscuridad. La última puerta marcada era el baño. Tras revisar las habitaciones, encontraron camas simples con un colchón demasiado delgado para el gusto de los nobles, pero para los plebeyos una bendición; armarios, una mesa de noche, una silla y libros. Para los nobles las acomodaciones eran deficientes, para Aleum y Xavier parecía una posada de élite.
—¿Quién puede leer en esta oscuridad?
En la habitación de Xavier había un libro de magia de sombras y un segundo libro de magia de fuego. Xavier sostuvo ambos libros en sus manos y al contacto sintió cómo su energía pasaba al libro y la insignia se iluminaba. Dejó el libro de magia de sombras y se quedó con el de fuego. Al abrirlo, las letras aparecían mientras su energía mágica se drenaba.
Había una nota en la primera página del libro de magia de fuego: «Se debe estudiar la magia de sombras primero». La magia de sombras era simple de utilizar y era muy efectiva para practicar el dominio de la magia. Aprender el dominio de un elemento facilitaba entender otro.
Mientras tanto, los otros jóvenes magos se encontraban en la misma situación, con ciertas variaciones. Maurius entró al habitáculo que le correspondía con el grupo de magos de su elemento. Una corriente de viento soplaba de forma continua en la estancia, no había ventanas, el viento solo podía ser mágico en naturaleza, parecía salir a través de las paredes de la torre. Tras la explicación correspondiente, el caballero cerró la puerta. Los chicos entraron en sus habitaciones, camas, armario, mesa, sillas, libros y el continuo soplar del viento les esperaba. Maurius tenía cinco libros sobre su mesa, uno para cada elemento.
—Tengo mucho que estudiar —se lamentó Maurius con una mueca.
La misma situación se le presentaba a Clinton. La estancia donde vivirían los magos de fuego ardía, la temperatura era alta y el ambiente seco, apenas entrar, estaban sudando. Astrid se encontró en un lugar con alta humedad y frío. El lugar donde vivirían los magos de tierra estaba todo hecho de roca, las paredes, las sillas, todo era de piedra, estos recibieron una instrucción extra.
—Debéis estar siempre descalzos —les recomendó el caballero—. A más contacto con la tierra, más fácil os resultará dominar vuestra afinidad elemental. —Tras terminar sus explicaciones, cerró la puerta.
Todos los chicos organizaron sus pertenencias en sus armarios y luego se sentaron a leer sus libros. En teoría, los hijos de nobles con magos en la familia tenían una ligera ventaja. Sus padres ya habían asistido a la torre de Liev, así que tenían copias normales de la teoría de la magia, aunque los libros de la torre de Liev eran especiales. Sus páginas estaban imbuidas con tinta y papel que contenía trazas de materiales con afinidad por la magia, similar a los usados en los tests de identificación elemental. Para poder leer los libros tenían que utilizar energía mágica. Aquella sensación desagradable que dejaba la extracción de la magia era agotadora, pero les ayudaba a reconocer su energía, su flujo y como usarla. El único factor que influía en la velocidad de estudio eran las reservas de energía del mago.
Unas horas después, el ruido de las puertas que se abrían les llamó la atención. Los enormes trozos de metal cedían para darles algo de libertad. Los jóvenes magos salieron de sus habitaciones y se encontraron con los caballeros en la puerta. Fueron guiados hasta el comedor común. Varias mesas con blancos manteles, cubertería fina, lujos similares a los de una casa noble, les dieron la bienvenida. Las mesas estaban servidas de abundante comida de todo tipo y variedad, carnes asadas, aves, cocidos, quesos, frutas. Los maestros también se encontraban presentes en una mesa al fondo.
—Jóvenes magos—les dio la bienvenida Delfín. —El presente festín es para conmemorar vuestra llegada. Disfrutadlo. Os recuerdo que la torre de Liev es una academia de magia, vuestra preparación incluye acostumbrarse al rigor de la guerra y sus necesidades. A partir de mañana recibiréis raciones como las recibiríais en un campo de batalla. Para muchos de vosotros no será de agrado la comida... ¡y no nos importa!, no hay lujos en una zona de combate, no hay sirvientes, ni esclavos. Disfrutad de esta noche. No se volverá a repetir.—
Los chicos empezaron a degustar el amplio menú. Aleum nunca había visto tanta comida y lujo en su vida y Xavier solo lo había visto en la fiesta de los Van Ferra. Miró de nuevo en dirección a sus conocidos. Solo Maurius le devolvió la mirada, los demás le ignoraron.
«Era de esperarse... oh, bueno», pensó Xavier mientras devoraba otro trozo de ternera.
«Me preocupé por nada, hay dos magos de sombras a mi disposición, ahora solo tengo que esperar el momento oportuno para completar las notas de Van Vatnik», pensó Clinton mientras comía con la calma y el refinado estilo propio de un noble.
El no encontrar el resto del manual en la torre de Liev solo retrasaría sus planes. Buscaría alguna forma de completar los diagramas, en su mente no existía el verbo fracasar.
Tras la copiosa cena, los chicos volvieron a sus habitaciones e iniciaron nuevamente su lectura sobre magia.
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Avatar de Valentino-Prádena
Valentino-Prádena 2025-07-15 18:43:08

Qué buen capítulo, heguendm. Se sintió como lo seda de fluido. Por otro lado, la Academia es un lugar sumamente estricto, donde no rigen las clases sociales. Muy buena asertación.