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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap33 - Fictograma
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Reino de fuego y sombras II - Salamandras - cap33

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heguendm

Publicado el 2025-09-01 22:46:15 | Vistas 354
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Regicidio:

El día pactado llegó. A lo largo de la Ciudad Real, de forma discreta, se reunían varios caballeros, señores nobles, magos de distintas clases y habilidades. Esperaban el momento en que el príncipe Seigmur diera la señal para iniciar la revuelta. Los De Vonder no eran la diferencia, aunque oficialmente estaban allí para reunirse con la princesa Mable.
Después de confirmar la presencia de todos sus simpatizantes, el príncipe y su escolta, establecida un mes antes, entraron al palacio.
—Buenos días, Seigmur —saludó la princesa con una sonrisa.
—Te veo muy feliz, hermanita.
—Es un gran día, por fin los De Vonder han entendido las ventajas de ligar su futuro a la Corona —dijo Mable con una risilla burlona.
—Es lo mejor para todos — coincidió el príncipe, haciendo a la princesa fruncir las cejas.
—Pensé que te molestaría no tener tanto control sobre los De Vonder como antes —argumentó la princesa.
—¿Por qué motivo? Hasta donde sé, yo soy también parte de la realeza. No te equivoques, hermana; el hecho de que decidan colaborar con la realeza no significa que quieran colaborar contigo —refutó Seigmur con una sonrisa.
La princesa se mostró un poco perturbada ante las palabras de su hermano. Sin embargo, al darse la vuelta, una sonrisa adornó su rostro. Entraron al salón del trono.
Las ventanas de cristal de colores que formaban imágenes de los antiguos reyes, dejaban entrar la luz. El rey Teobaldo III Van Telas se mostraba magnífico en su trono dorado al final de la habitación. Vestido en sus ropas ceremoniales, rojo y dorado, su corona estaba adornada con tres rubíes enormes, su espalda lucía recta, sus ojos verdes claros denotaban una mirada firme y llena de vida. A pesar de todo, se notaba que había envejecido. El estrés de la guerra y otros conflictos habían tenido su efecto en su salud. Había perdido la mayor parte de su cabellera rubia, su cara se había arrugado. Se había afeitado el bigote intentando disimular un poco su envejecimiento... con poco éxito.
—Padre.
Saludaron el príncipe y la princesa con una reverencia. Los integrantes de las respectivas escoltas se arrodillaron en una pierna.
—Acércate, Mable —ordenó el rey.
La princesa caminó sobre la alfombra roja hacia el rey, atravesando las dos líneas de caballeros en armadura pesada formados frente al trono. Era el protocolo habitual; después de todo, Mable era la futura heredera por mérito. Ahora el rey debía llamar a Seigmur, pero no lo hizo. Levantó su mano, los caballeros se formaron en dos hileras frente al trono y activaron sus armaduras.
«Mierda», pensó el príncipe, aunque intentó actuar de forma inocente.
—Padre, ¿qué significa esto?
—¡Por favor, Seigmur! —contestó el rey con expresión de cansancio. —Todos sabemos lo que estabas tramando.
El ruido de un cristal quebrarse llamó la atención de todos. Uno de los caballeros de la escolta de Seimgur había usado una miniballesta oculta en sus ropas para lanzar una flecha contra los cristales de una de las ventanas del salón del trono. Esa era la señal para que las tropas del príncipe iniciaran la revuelta en la Ciudad Real. Pronto se escucharían las explosiones de los magos de fuego y el chocar de las espadas entre caballeros. Sin embargo, nada sucedió.
Unos segundos después, la ventana cuyo cristal había sido atacado se abrió. El maestro Robalt descendió a través de ella. La puerta detrás del príncipe se abrió y los otros maestros de la Torre de Liev entraron en el salón del trono. El rostro de Seigmur se mostraba pálido.
—Así es, hermanito. Los De Vonder sabían de tus intentos de asesinato. Fueron muy amables al avisarnos de tus planes. Ahora mismo estarán en su mansión tomando el té —explicó la princesa.
—A decir verdad, tomó a Heigdal por sorpresa cuando le hicieron la propuesta, ellos nos ayudaban a deshacernos de ti y nosotros les dejaríamos vivir sus vidas en paz.
—Padre. Sabes que mi hermana es un monstruo. No puedes dejarle el reino. Sabes lo que va a pasar. Evita una masacre, incluso si yo muero aquí, la Ciudad Real sufrirá grandes daños. Mis hombres están... —Seigmur estaba perdido y lo sabía, su única opción era que el rey lo salvara.
Robalt le interrumpió con su risa.
—Hace dos días que no cuentas con los nobles, ni con los caballeros. Los pocos leales a ti que no pudimos convencer han sido arrestados o asesinados por tus colegas; el señor de Mennor ha sido más que un colaborador. Estás solo, principito.
—¡Ataquen! —ordenó el príncipe a su escolta, pero nadie se movió.
—No son idiotas. Saben que estás perdido. Nadie se enfrentaría a un montón de caballeros, maestros de la Torre y dos magos titulados —señaló la princesa.
El rey levantó la mano derecha. Emeral movió su mano, el príncipe se incendió de forma espontánea. Gritó por unos segundos hasta que el fuego lo consumió por completo, dejando solo las cenizas.
—Bueno. Terminemos con este circo —dijo la princesa.
La mayor parte de los caballeros que custodiaban el trono se dieron la vuelta y atacaron a sus compañeros. Robalt hizo desaparecer el aire alrededor de la escolta del príncipe y todos cayeron al suelo, ahogándose. Mientras el rey se mostraba sorprendido, intentó activar sus ropas encantadas, pero nada sucedió. En medio del horror, miró hacia su hija Mable, quien sonreía mientras hundía una daga en el pecho de su padre.
—¿Tus ropas encantadas no funcionan, padre? —dijo la chica fingiendo sorpresa.
—¡Oh no! ¡Qué tragedia! Mi hermano debe de haber comprado a los magos de la Corte para que sabotearan tus ropas encantadas. Seigmur era un hombre enfermo, obsesionado con el poder, no toleraba su incompetencia, intentó llegar al trono por la fuerza. Es una lástima que no pudiera llegar a tiempo para salvarte, Padre. ¡Qué tragedia! —La princesa se echó a llorar.
Aún incrédulo de lo que ocurría, el rey expiró su último aliento sentado en su trono. La sangre brotaba de su pecho, su cabeza cayó hacia adelante haciendo que la Corona ruede por la alfombra roja.
—El rey ha muerto. Larga vida a la reina —dijo la princesa recogiendo la corona. —Ahora solo queda lidiar con los De Vonder. ¿Creen que puedan hacerlo?
—Esta vez será muy diferente. Tenemos nuestras ropas encantadas. —Sonrió Robalt.
—No pueden ganar, solo son dos hombres y les atacaremos con todo —comentó Emeral.
—Llévate unos cuantos miembros de la Corte Oscura. Quiero a los De Vonder muertos para la tarde. Un par de magos titulados rebeldes son un peligro que la Dinastía no necesita; si no pueden ser míos, morirán. —Sonrió la princesa.
—Como ordene su majestad —contestó Emeral con una reverencia.
De esta forma, los dos magos titulados y los maestros de la Torre de Liev y otros maestros de otras academias, junto a un pequeño ejército de caballeros de élite, magos y brujos de la Corte, marcharon en todos los carruajes de túmulos que estaban disponibles hacia la mansión de los De Vonder.
—Vengo a ver a su señoría De Vonder y a los magos titulados —informó Habdlan al tocar a la puerta de la mansión.
—Su excelencia, los señores aún no han regresado, continúan en su reunión con la princesa en el palacio —contestó Seron confundido.
—¡Oh! Ya veo. Volveré más tarde —dijo Heigdal retirándose y abordando un carruaje de caballos.
Tras un par de kilómetros, ya alejado de la mansión de los De Vonder, se reunía con las tropas asignadas a esta misión. Heigdal informó a Emeral y Robalt de lo ocurrido.
—¿Cómo que no están? —Emeral y Robalt se miraban confundidos.
Unos minutos después, un carruaje de túmulos apareció de la nada. Un par de caballeros con armaduras pesadas bajaron del carruaje y saludaron a los maestros titulados con una reverencia.
—Sus excelencias, terribles noticias; varios mensajeros llegaron a la Ciudad Real pidiendo ayuda. Las ciudadelas de Mennor y Duero han sido atacadas y saqueadas —informaron los caballeros.
—¿Qué? —los dos magos titulados se mostraban confusos.
Los ojos de Emeral se abrieron en sorpresa cuando se dio cuenta de lo que sucedía, mientras miraba en dirección a la mansión de los De Vonder. Muchas de las tropas de las ciudadelas habían sido movidas a la Ciudad Real por culpa de Seigmur, así que la seguridad era mínima.
—¿Qué sucedió? —preguntó Robalt.
—Bandidos, excelencia. Pero el problema son los magos. Los De Vonder iniciaron un ataque contra las ciudadelas, asaltaron la mansión de los señores, robaron todo lo de valor, mientras bandidos saqueaban el resto. Lo que no robaron lo hicieron arder, atacaron ambas ciudadelas a la vez, pero hasta donde sabemos, aún están en Mennor —contestó el caballero.
Robalt perdió el control, con un grito se elevó en el aire y voló a toda velocidad hacia Mennor.
—¡Robalt, espera! —gritaba Emeral.
Pero el mago de viento ya se encontraba lejos.
—¡Idiota! —gritó Emeral, cerrando sus puños y agitándolos al cielo; después respiró profundamente, calmándose.
—Todos a los carruajes. Gaelion y Amelia apoyarán a Robalt. Con sus ropas encantadas es casi invencible, pero los De Vonder son peligrosos. Yo iré a Duero a controlar la situación —ordenó Emeral.
El pequeño ejército se dividió en dos y partieron a las ciudadelas.
Robalt llegó a Mennor, miraba desde el aire sobre la ciudad; los magos de agua y viento sobrevivientes trabajaban en apagar el fuego que se extendía por todos lados. Usando su magia de viento, Robalt apagó las llamas con facilidad y bajó al suelo. La gente de los alrededores vitoreó su llegada, algunos otros recriminaban que no hubiera llegado antes, pero Robalt no les prestó atención.
—¿Qué sucedió aquí? —preguntó a uno de los magos.
—Ese maldito De Vonder, el del pelo gris —contestó el mago.
—Temma —Robalt pronunció el nombre mientras apretaba la mandíbula.
—Ese mismo. Entró en la ciudadela con unos cuantos hombres enmascarados. Mató a los guardias y empezó a lanzar fuego por todos lados. Los caballeros intentaron atacarlo, pero no pudieron ni acercarse.
—El mago señaló los cadáveres a su alrededor.
—Los cocinaba dentro de sus armaduras: magos, mercenarios... no importaba quién se acercaba, sus llamas hacían arder todo, no se cansaba, su energía mágica parecía infinita. Las piedras sanguijuelas solo empeoraron la situación. Nuestros magos se quedaron sin magia, mientras que él seguía lanzando llamas. Los hombres que lo acompañaban lo saquearon todo.
—¿Hacia dónde se fue? —preguntó Robalt, impaciente.
—En camino al Bosque de Finch hace poco menos de una hora —contestó el mago.
Robalt se elevó en el aire y voló hacia el Bosque de Finch a toda velocidad. Le tomó pocos minutos llegar allí. Desde el aire, vio un grupo de carruajes que se había detenido en el borde del bosque. Varios hombres cargaban el botín de los carruajes al interior del bosque. Robalt usó su magia de viento para hacer volar los carruajes. Rayos golpearon a los hombres matándolos en el acto, en el cielo se formaba una tormenta.
—Parece estar molesto —dijo Temma, oculto en los árboles.
—Y mucho —contestó Moger.
Ambos empezaron a recoger piedras y dispararlas con todas sus fuerzas contra Robalt, el cual fue tomado por sorpresa... pero no sufrió daño. Usó su magia de viento para desviar las rocas, aunque no era fácil, pues viajaban a gran velocidad. Usó su poder para lanzar incontables rayos en la dirección de donde venían las rocas. Los rayos golpearon los árboles, provocando pequeños incendios, pero Temma y Moger ya habían cambiado de lugar. Vientos violentos soplaban sobre los árboles, arrancando algunos, mientras los rayos caían del cielo en sucesión. Unos minutos después, la energía mágica del maestro se reducía, había usado su magia sin parar desde que partió de la mansión de los De Vonder en Farpas.
«Mierda», pensó Robalt mientras descendía al suelo. Necesitaba guardar algo de su magia para la confrontación directa.
—Temma, ven aquí, rata cobarde. Pelea como un hombre.
Temma salió de entre los árboles a unos pocos metros de Robalt, quien había descendido lejos de los incendios que él mismo había provocado.
Al ver a Temma, Robalt sonrió. Un halo gris cubrió su cuerpo, usó su magia para lanzar troncos de árboles contra Temma y se lanzó a la carrera justo tras ellos. Temma esquivó los troncos, pero no pudo esquivar a Robalt, quien usaba su magia de viento para aumentar su velocidad. Sus ropas encantadas aumentaban su fuerza y resistencia, lo cual hacía que su cuerpo tolerara la alta velocidad. Puñetazos y patadas golpeaban la dura piel de Temma mientras Robalt sonreía; los guantes encantados absorbían el daño de los impactos. Temma no podía defenderse ni responder, solo retrocedía.
De repente, Robalt se detuvo. Una mano con uñas largas como garras de color azul atravesó su pecho. —Esto es por Baham y Reivax —dijo una voz rasposa y gutural tras él. Temma había dejado de usar su magia de ilusión y se mostró en su forma real.
—Dragones —dijo Robalt en voz muy débil mientras la sangre brotaba de su boca.
Moger retiró su mano y el cuerpo de Robalt cayó al suelo sin vida.
—¡Pff! Qué desperdicio —dijo Temma, mirando a unos quinientos metros los carruajes volcados y los tesoros esparcidos por el suelo.
—Rescatemos lo que podamos y larguémonos de aquí, seguro sus amigos vendrán pronto —opinó Moger mirando el cadáver de Robalt.
Moger y Temma recolectaron las piezas más valiosas, entraron al Bosque de Finch y se perdieron entre los árboles.
Una hora después, las tropas de la Dinastía llegaron al lugar. Tras una parada en Mennor, se enteraron de lo que había ocurrido y corrieron al bosque de Finch.
—¡Oh, Robalt! Siempre fuiste demasiado impulsivo —dijo Gaelion mirando el cadáver de su antiguo colega.
—Ahora, ¿qué hacemos? —preguntó Amelia.
—Volver a Mennor. Los De Vonder deben de estar camino a Veldat u Orphen en este momento. No te preocupes; los capturaremos tarde o temprano. ¡Recojan todo esto! —Gaelion asumió el mando.
Tras su orden, los soldados recogieron los tesoros que habían quedado atrás, el cadáver del mago caído y marcharon a Mennor. Temma y Moger los observaban desde los árboles. Unas horas más tarde, al anochecer, cuatro carruajes paraban en esa misma ubicación.
Temma y Moger salieron de su escondite y los abordaron, saludando a Xavier y Uruk. Seis huevos de dragón y una gran cantidad de tesoros ocupaban los carruajes.
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Valentino-Prádena 2025-09-02 16:29:33

Qué buen capítulo. Bien llevada la intriga y la traición, heguendm.

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heguendm 2025-09-01 22:46:51

Adelanto el capitulo de hoy, mañana me espera un día muy ocupado.